martes, 22 de noviembre de 2016

Las Mascotas en la Familia.

Me gusta que mis hijos convivan con perros, y aunque sé que es riesgoso para ellos, (para los perros),  finalmente terminan conociéndose, respetándose y queriéndose unos a otros. 

Las mascotas, y especialmente los perros siempre le han aportado a mi familia un ingrediente de funcionalidad que es útil y recomendable. Me refiero a la seguridad, pues sus sentidos les permiten detectar situaciones  de riesgo antes que a nosotros. Especialmente cuando se trata de que algún extraño se acerque a la casa.

También gracias a los perros hemos podido enseñar  a mis hijos  que tener un animal  implica una responsabilidad, pues hay deberes relacionados con la higiene,  la salud y la sociabilidad, en la cual los perros se convierten en un aliado para el aprendizaje.  

Como ejemplo y sin que estuviera considerado en el plan de estudios original, la tarea de recoger los desechos del perro se ha vuelto un tema hasta para desarrollar habilidades de negociación entre mis hijos, pues lo que para mí sería tomar una bolsa, recoger las heces y tirarlas a la basura, para mi pequeño vástago  es salir al patio, buscar los mentados residuos, contarlos, dividirlos entre dos, avisar a su hermana que le toca recoger su 50%, ir a buscar una bolsa para llevar a cabo la tarea, hacerse loco un rato para ver si a papá y mamá se nos olvida el tema, rogar porque  a la hermana también se le olvide y finalmente salir a regañadientes a cumplir con la imposible misión cuando se topa con la mirada de quien le dio la vida.  

Así les vamos enseñando y así vamos aprendiendo nosotros de ellos también.  Hasta que llegan temas donde entramos en conflicto, como el hecho de sacar a pasear al perro con un collar de castigo, pues sienten que el animalito de tanto que estira se pone morado.  O cuando hay que aplicarle un correctivo  por haber hecho algo indebido y cual si fuera político, a periodicazos le vamos enseñando lo que si y lo que no.  Ahí es cuando mis hijos sienten que no quiero al perro y es justo ahí donde la sociedad a veces tampoco ayuda.

Ya ven que está en boga hablar sobre familias;  en todas sus presentaciones, pues para mí las mascotas son sólo eso, mascotas  y no familia. Y  aunque en algunos casos se les quiere más que a ciertos familiares, porque generalmente también ellas nos tratan mejor, he sido muy determinante en señalar que un animal, por muy querido que sea, no se puede comparar con una persona.

Ahora bien,  últimamente han abierto en la ciudad, espacios públicos, restaurantes y centros comerciales que se les denominan “pet frendly”  (me parecen de lo más chocante el término,  no por lo que significa, sino porque lo tengan que llamar en inglés para que la sociedad lo acepte, pero así estamos).

Pues en uno de estos lugares me tocó ver a una perrita usando zapatos de tacón (zapatos para  perro, por supuesto). Cabe señalar que con el atuendo y el modo de andar, se parecía bastante a la dueña, quien  llevaba la correa por el otro extremo. Y al rato, me tocó ver a un perro con chamarra y gorro como si fuera un niño.  El caso más absurdo, se trataba de una pareja de jóvenes que llevaban un perro vestido como si fuera un niño, metido en una carriola para bebés y lo paseaban como si se tratara de su hijo.

No sé qué pase por la mente de estas personas, quizá piensan que darle a los perros el trato que ellos quisieran recibir es hacerlos felices, quizá tengan una conexión neuronal con los animales y logren ponerse de acuerdo hasta para escogerse la ropa, o quizá simplemente tengan unas ideas diferentes a las mías. Lo cierto es que en las tiendas cada vez es más común encontrar ropa para mascotas que van desde lo que pudiéramos llamar sencillo hasta lo exótico.

Creo que humanizar de esa forma a los perros y a los animales en general, también debería ser considerado como una forma de maltrato animal. Los perros son perros y tienen derecho a un trato digno y nosotros que nos decimos “seres superiores” (y ya empiezo a tener mis dudas) debiéramos ser los primeros dárselos.  

Humanizar animales a nuestro gusto y a nuestro antojo, me hace pensar que simplemente los estamos utilizando para hacer con ellos, lo que no fuimos  capaces de lograr con alguien más. Dicho de otro modo, es aprovechamos de su nobleza. 

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jueves, 17 de noviembre de 2016

Un Muro en el Desierto.

Un muro en el desierto, es tan sólo eso, un muro.

Un muro en el desierto, es a lo más una simple barrera física.

Una barrera que nace con la idea de dividir, de separar, de excluir a unos  para proteger a otros.

No se dan cuenta de que son las barreras mentales y no las físicas las que dividen, las que alejan, las que discriminan y terminan por matar. Son ellas  las que no nos permiten crecer pues nos impiden ver el mundo desde otros puntos de vista y entender nuevas formas de pensar.

Un muro, por grande y majestuoso que sea siempre tiene un límite, y por lo tanto se puede rodear, saltar o incluso atravesar.  Un muro por alto o profundo que sea, no va a detener a quien esté decidido a cruzarlo, ni será un imposible para quien haya llegado hasta ahí después de haberlo dejarlo todo.

Me pregunto si los recursos que se pretenden usar para construir ese capricho, no pudieran tener un mejor destino en beneficio de los mismos americanos. Pienso en educación, salud, seguridad pública, combate a la pobreza,  desintegración familiar, formación de valores, ciencia y tecnología, deporte y cultura, fundaciones altruistas, hospitales e infraestructura, conservación de recursos naturales e incluso atención digna y profesional al fenómeno de la migración. ¿No habrá un mejor destino para todo ese dinero?

¿Qué tantas intenciones se pueden esconder detrás de un muro? ¿Qué mentes perversas promueven muros cuando lo que el mundo pide a gritos son puentes y redes? ¿Cuánto cuesta la soberbia de unos cuantos que al creerse superiores pretenden que otros paguen por ello?


Hay dudas en mi mente y pesar en mi corazón,  pero por encima de todo, la absurda imagen sin sentido de un muro en medio del desierto. 

viernes, 11 de noviembre de 2016

Es más Fácil Ser Borracho que Ser Cantinero

La sorpresa ya pasó, las elecciones de Estados Unidos no tuvieron el final feliz que los mexicanos esperábamos. Y no es que fuéramos partidarios de “La Hilary” (¡Ah, cómo me acuerdo de Germán Dehesa!), sino que la otra opción nunca la consideramos como una opción seria. Y aquí la primera enseñanza: En una elección, todos los participantes pueden ganar.

Como siempre pasa en los medios de comunicación, los futurólogos hicieron sus vaticinios y es fecha que las cejas no les bajan a su lugar. Ahora todos están justificando porque no sucedió lo que pronosticaron y están volviendo a pronosticar lo que sigue.  Parece que no aprendieron la lección.  

El pueblo en general no deja de despotricar contra el presidente electo, bien dicen que “Es más fácil ser borracho que ser cantinero”,  y esta semana el dicho ha quedado más que demostrado. Miles de gringos no hallan qué hacer para echar reversa a la elección, (a buena hora)  ahogado el niño quieren tapar el pozo. Y los mexicanos que somos tan afectos al mitote, no hemos parado de hacer chistes sobre el tema. 

Eso sí, en general se percibe un ambiente de preocupación e incertidumbre, y creo que el sentimiento está bastante justificado. Ha ganado un hombre que le gusta ganar al costo que sea. Y no sólo eso, hay mucha gente que lo apoya y que piensa igual que él.

¿Por qué ganó el señor? - No lo sé, pero de tanto que he escuchado, me convence la idea de que ganó porque es apoyado por un gran número de personas que están hartas del sistema político nacional y que están dispuestas a experimentar un cambio al costo que sea.  


Pienso que si alguien debe aprender algo con esta lección es la clase política en general, a quien bien le vendría reivindicarse de la crisis de valores y de credibilidad en la que ha caído,  dando como resultado que a los políticos en estos tiempos, no se les cree ni cuando dicen la verdad. 

domingo, 9 de octubre de 2016

El Carácter, ese intangible, tan tangible…

El carácter es eso que tenemos los seres humanos, que no sabemos dónde empieza, ni dónde acaba, pero que se vuelve especialmente notorio cuando nos falta o cuando lo sacamos en dosis excesivas.
En ocasiones decimos ¡Qué buen carácter tiene, fulano!; refiriéndonos a alguien que acabamos de conocer, cuando lo único que hicimos fue pasar un rato con una persona que nos hizo sentir bien. Tampoco es muy justo acusar de “mal carácter”, a quien por algún motivo vemos “haciendo un pancho” envuelto en cólera, ya que tampoco sabemos (como decía mi abuela) la cruz que viene cargando, o qué lo ha llevado a reaccionar de tal manera ante esa situación.

El comportamiento del ser humano es completamente impredecible. Esta bendita condición de libertad de la que muchos gozamos, nos permite ser buenos o malos como el que más, lo mismo  generosos que avaros, compasivos que crueles, y tan solidarios como individualistas según sea nuestro libre proceder.

¿Quién puede decir que conoce el carácter de otra persona con apenas conocerla, si muchas veces no somos conscientes ni siquiera del nuestro?, porque el carácter es algo que cambia con el tiempo, que se modifica. Se moldea en el mejor de los casos, o se forja de golpe ante una situación determinada.

Ahora bien, tener buen carácter cuando la mar está en calma, ¿Qué chiste tiene?, tener buen carácter con los demás en un ambiente de cordialidad no es una prueba de fuego, ni siquiera un desafío mediano, es apenas elemental educación.  Buen carácter tampoco implica estar siempre de buen humor.  Buen carácter significa que somos capaces de comportarnos y responder con justicia, temple y serenidad y agregaría que hasta optimismo ante las circunstancias que la vida nos presenta.

Un buen carácter se demuestra en las buenas y en las malas, en los momentos de tensión y en las fiestas, en la tempestad y en el sarao, y preferentemente con todas las personas por igual, para evitar ser candil de unos y oscuridad de otros. Digamos que lo mejor de nuestro carácter, es ese intangible que hace que los demás valoren nuestra compañía, por tener la capacidad de saber estar acorde a la ocasión sin perder el control.

¿Cómo se manifiesta la falta de carácter? Acaso con debilidad que nos hace rendirnos antes de intentarlo, acaso con miedo que nos hace huir de lo que nos causa escozor, o con gritos de desesperación ante aquello que nos asusta y que da como resultado más tensión en el ambiente. 

¿Y cómo se manifiesta el exceso de carácter? ¿En verdad existe el exceso de carácter?, ¿O qué es eso que surge de nosotros, que hace que la gente diga “Es una persona de mucho carácter”?, ¿No será como decir que es una persona con un carácter de la pésimo?,  ¿O que se trata de una persona con un carácter tan débil que no es capaz ni de controlarse a sí mismo? 

A mí me gusta pensar en el carácter como una herramienta interna de la que puedo echar mano en cada momento del día, útil tanto en la soledad como en la interacción con los demás. Una fuerza interior que nos ayuda a mantener el control ante cualquier situación, que nos permite pensar con lucidez y tomar decisiones razonadas y no emocionales, o como aquello que nos aflora en forma de disciplina y nos levanta cuando nuestro cuerpo y nuestra mente piden un descanso.


Qué difícil resulta el autodominio, qué complejo es mantener la serenidad cuando las cosas no van bien. Ahí es donde se suele poner a prueba nuestro carácter. Sin embargo que esperanzador resulta saber que una parte de nosotros siempre podrá ser mejor y que la vida cada día nos seguirá poniendo retos para seguirlo trabajando, de nosotros depende querer hacerlo  e intentarlo siempre será un buen principio. 

viernes, 9 de septiembre de 2016

El Matrimonio Igualitario y la Adopción.

Vuelve a la palestra el controversial y múltiples veces llevado y traído tema del matrimonio entre personas del mismo sexo.
Una de las valiosas prácticas que aprendí en los años que estuve estudiando en un colegio católico fue que el acto de juzgar es tarea de Dios y no de los hombres. Bendita dispensa, que nos permite ir por la vida sin tener que ser juez de nadie. Es decir, que nadie nos obliga, "nomás" que nos encanta el mitote.
Y lo digo de esta manera, porque en los argumentos de unos y otros he visto posturas muy extremas, muy radicales, como si el mundo sólo fuera blanco o negro, y pasáramos por alto toda la gama de grises que existen. Unos no aceptan el hecho porque se jactan de ser homofóbicos, otros no lo aceptan porque dicha práctica va en contra de la religión que profesan, otros lo aceptan resignados como una realidad en la que no se puede hacer nada; pero les molesta el término “Matrimonio”, otros se tiran al drama porque piensan que con este cambio la sociedad se va a venir abajo en valores... (Como si en este momento nuestra sociedad pudiera jactarse de estar muy arriba), muchos más lo consideran un asunto antinatural, y otros están visualizando que este proceso va a llevar en automático a que las parejas homosexuales puedan adoptar hijos.
Entiendo que el tema es complejo porque existen muchos grupos de interés y como es natural cada quien defiende su postura, sin embargo, entiendo también, sin ser jurista ni mucho menos moralista, que es un tema que debemos aprender a abordar con naturalidad, pues siendo de orden social nos impacta a todos.
De manera que con apenas 12 años de experiencia en mi matrimonio y un par de hijos en plena crianza, expongo algunos argumentos sin pretender enarbolarlos como verdades únicas ni como juicios irrefutables, simplemente los dejo como una simple opinión.
Considero que el amor entre dos personas de igual o de distinto sexo, puede surgir en cualquier lugar y en cualquier momento. El hecho de que estas dos personas decidan amarse y respetarse a su manera. Es algo que les debiera competir sólo a ellos.
Que cada persona pueda decidir con quién hacer vida conyugal, y con quién comparte su vida en lo general, me parece que es un acto de libertad y de justicia, del cual deberíamos gozar todos los adultos. Sin embargo, la discriminación sexual existe a tal grado, que en algunos lugares no solo se discrimina a los homosexuales, sino que a la propia mujer se le considera de menor valor que al hombre. Idea que me parece de lo más retrógrada, pero sucede.
También considero, que si dos personas del mismo sexo han decidido vivir juntos, deben en principio ser aceptados y reconocidos por la sociedad, como una pareja que libremente ha adoptado ese estilo de vida. De igual forma pienso que las leyes oficiales cuyo fin está orientado a proteger la salud y la integridad de las personas, no deberían excluirlos de los beneficios que goza cualquier persona, como la de contar con seguridad social por vínculo conyugal, o acceder a un crédito hipotecario mancomunado, es decir, todo lo relacionado con la salud y el bienestar de cada cónyuge y de la pareja en sí.
Ahora bien, ¿Qué pasa con la sociedad?, ¿Qué síntomas hay en el ambiente? - Por un lado están los que se mantienen al margen y por otro los que se apasionan con el tema. Están quienes reconocen a las parejas gay con respeto y afabilidad y quienes vulgarmente llevan el tema al exhibicionismo. Están los que indiferentes ignoran el tema y quienes al contrario, se convierten en activistas púbicos. Producto de todo este raudal de información, puedo concluir que todo aquel que generaliza se equivoca.
Decir que una familia es familia en tanto esté formada por un papá, una mamá y unos bellos hijos, es una idea que no va conmigo. Hace tiempo entendí que el vínculo que hace posible a una familia es el amor, y no la consanguineidad. ¿De qué otra forma se puede explicar un matrimonio? Mi esposa y yo, fuimos familia desde que nos casamos gracias al amor, porque consanguineidad no ha habido nunca, como dice la canción… “si ni parientes somos”.
Con tal antecedente, no tendría inconveniente en llamar familia a toda relación que inicia con 2 personas que estén vinculadas por el amor. También considero que lo que hace que una familia sea o no funcional, no depende de que dicha familia proceda de una pareja homo o heterosexual, sino de que el seno familiar sea el medio en el que cada miembro pueda crecer y desarrollarse física, mental y espiritualmente. Por lo tanto, ningún ejemplo de familia hetero u homosexual, próspera o disfuncional me resulta suficiente referencia como para generalizar ni a favor ni en contra, ni de las unas ni de las otras.
Dicho de otro modo, no porque yo haya formado una familia a partir de una relación heterosexual, pienso que ésta sea la única forma posible. Tampoco por el hecho de que haya familias homosexuales estables pienso que todas lo vayan a ser… la formación de una familia homosexual o heterosexual no es garantía de nada.
Lo que sí creo, es que como sociedad, nos hemos acostumbrado a opinar sobre todo tipo de temas sin tener muchas veces la información suficiente ni veraz, o sin tener los argumentos apegados a la mínima razón, es decir, que opinamos desde nuestro lado emocional, donde resulta muy fácil perder la objetividad a causa de nuestros sentimientos.
Para mí sería muy sencillo decir que estoy a favor o en contra de que las parejas gay adopten hijos, total al hacerlo, no estaría hablando de mis hijos. Pero buscando ser más objetivo, trato de imaginarme en una situación en la cual mis hijos sí se vieran inmiscuidos. Y esto me ayuda a razonar de manera diferente. Pongamos por ejemplo que mis hijos siendo jóvenes, deciden irse al extranjero a estudiar un año en un programa de intercambio, y resulta que tienen como opción vivir en la casa de una familia heterosexual o en la de una familia homosexual. La verdad, no puedo decir que me daría lo mismo. Yo buscaría para ellos una familia como la nuestra.
En principio, porque creo en el concepto de la “Complementariedad” que resulta del hombre y la mujer, y confío en aquello que conozco y que he vivido tanto en el rol de hijo, como en el rol de padre. Por otro lado, pienso que todos los seres vivos, (incluyendo plantas y animales) crecemos y nos desarrollamos mejor, cuando estamos en un entorno lo más parecido al entorno natural. Quizá haya excepciones, pero quien quiere ser la excepción en esto.
Estoy consciente de que hay parejas que quieren tener hijos y niños que necesitan tener padres, (menuda tarea tienen los legisladores para definir la mejor forma en que aquello pueda ser posible). No será sencillo lidiar con posturas radicales que solo agravan el problema, pues tienden a la polarización de las partes dificultando la comprensión y la conciliación.
Sabemos que una pareja hetero o gay por sí sola, ni garantiza el éxito ni condena al fracaso de una familia, como lo dije anteriormente, formar una familia y conservarla a través del tiempo, es un tema complejo, cuya complejidad aumenta cuando además se suman hijos. Lo digo con la experiencia de estar criando a 2 y con la convicción de saber que cuento con el apoyo de la mujer que amo y que me complementa en todas mis debilidades. Aun así, ha sido tarea dura que por momentos nos llega a parecer imposible.
Yo voto por que los matrimonios se legalicen para que los cónyuges vean por su bienestar unos y otros y respecto a la adopción, no estoy convencido de que sea lo mejor. Si se llega a dar espero que sea con los candados suficientes para evitar sufrimientos innecesarios tanto de padres como de hijos, derivados de situaciones que nadie quiere pero si suceden y que suelen terminar o en un inesperado rompimiento familiar o en la condena de tener que sobrevivir siendo parte de una familia rota.

Diversidad y Tolerancia.

La diversidad, se explica por sí sola. Si por algo vale la pena defenderla es porque al hacerlo defendemos precisamente el hecho y el derecho que tenemos las personas a ser diferentes unas de otras; circunstancia que nos permite conocer el valor de la complementariedad. Así está formada nuestra sociedad, por miles de personas que somos distintas en ciertos aspectos y comunes en otros, por lo que al mismo tiempo, nos diferenciamos de algunos y nos identificamos con otros y esto es lo que nos permite formar grupos.
Desde que nacemos, formamos parte del grupo de los recién nacidos, y nos catalogan como hombres o mujeres. En ese momento yo no he sabido de ningún bebé que lo etiqueten con algún tercer o cuarto sexo. Conforme crecemos vamos cambiando de grupo y paulatinamente formamos parte del grupo de los niños, jóvenes, adultos o ancianos (eso de “la tercera edad” me gusta, pero no dejo de reconocer que es un eufemismo).
En otro ámbito todos comenzamos formando parte del grupo de los solteros y luego unos por gusto y otros por obligación (que es otro eufemismo para no decir “miedo al suegro y a los cuñados”) vamos cambiando de grupo al de los casados, arrejuntados, divorciados, dejados, viudos, etc.
También todos comenzamos siendo orgullosos analfabetas, y luego unos por convicción y muchos otros amenazados por la chancla voladora, vamos pasando por un calvario de grados escolares que van desde la primaria hasta el postgrado y nuevamente todo terminamos formando partes de diferentes grupos.
A la par de todo esto, también formamos parte de grupos por
zonas geográficas, por aficiones deportivas, o culturales, por ideologías religiosos, o mediante asociaciones civiles, de tipo profesional, en partidos políticos y hasta de organizaciones delincuenciales (favor de no confundir éstos últimos), etc. Y así, por grupos y grupos de grupos, es como está conformada nuestra sociedad.
Es decir, que la diversidad abarca tantas capas, que en este momento no tengo claro si la diversidad, es algo que como sociedad nos divide o nos une. Lo que si me queda claro es que a cada grupo al cual pertenecemos le corresponden ciertos derechos y ciertas obligaciones que por obvias razones no tienen por qué ser iguales. Es decir, los niños tienen ciertos derechos y ciertas obligaciones, diferentes a las de los jóvenes, adultos o ancianos. Los hombres tienen ciertos derechos y obligaciones, diferentes a los de las mujeres, (calma machistas y feministas, guarden sus armas) me refiero por ejemplo, a que no hay mujeres que tengan obligación de hacer servicio militar al menos en nuestro país, ni hombres que tengan derecho a días de incapacidad por embarazo o parto. Tampoco son los mismos derechos los de un soltero que los de un casado; (brincos dieran) y ni qué decir de las obligaciones. O comparando un casado que tiene hijos con uno que no los tiene, por supuesto que derechos y obligaciones, también serán distintos.
Así pues, los grupos que forman nuestra sociedad se cuecen cada cual en ollas aparte. El problema surge cuando todos vamos a la calle (que supuestamente es de todos) y nos revolvemos.
¿Se ha puesto a pensar como están relacionadas la diversidad y la tolerancia?
Por un lado los seres humanos tenemos algunos derechos supuestamente universales, como el derecho a pensar, a sentir y a expresarnos libremente. Pero es bien sabido que en algunas sociedades la libre expresión es castigada incluso con la muerte.
Por otro lado están los radicales que sienten que sus derechos no tienen límite y que pueden estar incluso por encima de los derechos de los demás. Así como su forma de pensar, que ellos consideran como su verdad, o peor aún, como la verdad.
Y qué pasa con la tolerancia, tan rebasada por su antítesis, la intolerancia a todo lo que no sea como yo lo pienso o como yo lo quiero. Pareciera que cada quien espera un mundo a su medida, y nos olvidamos que el mundo es solo uno y es para todos.
Creo que nos conviene defender la diversidad, pero defenderla defendiendo el derecho de los demás a ser distintos a mí, a pensar distinto a aceptar que les gustan otras cosas y piensan de otro modo. ¿Qué ganamos con estar haciendo señalamientos sintiéndonos jueces del mundo?
Este texto tan diverso… continuará…

Silencio

Quiero evocar al silencio.
Pero no al silencio que usamos para dormir o descansar.
Tampoco al que anhelamos cuando el ruido nos envuelve.
Ni al que recurrimos cuando la migraña y buscamos un remanso de paz.
Quiero evocar al silencio, pero no a cualquier silencio…
A un silencio que me gusta, al silencio; por ejemplo:
De aquellos que se piensan dueños de la verdad y te juzgan de acuerdo a su medida.
De los petulantes que al sentirse superiores, nos ven con mirada compasiva.
De los que lo saben todo y alzan la ceja como pensando - ¿Tú qué me puedes decir a mí?
Al de los presumidos, ególatras, soberbios que por un instante eterno, han olvidado el valor de escuchar y solo aprecian ser escuchados. Cuanto les convendría aprender a callar de otra manera.
Como por ejemplo, con el silencio de los que los que brindan su atención y escuchan sin juzgar.
El de los que abren sus oídos y su mente cual tierra fecunda para que germine una nueva idea.
El de los que escuchan con respeto más que con interés, pues ponen el énfasis en la persona más que en la palabra.
O con el silencio de un padre y una madre, que un buen día descubren que su hijo sabe más que ellos… pareciera que con su silencio le gritan al mundo - ¡Escúchenlo! ¿Qué no se dan cuenta de lo que está diciendo?
Hoy quiero escuchar al silencio, para entender que no todos callamos igual.
Hoy quiero aprender del silencio, la mitad siquiera, de lo que apenas sabemos hablar.

viernes, 12 de agosto de 2016

"10 AÑOS no son nada... son todo" DE LA INTIMIDAD AL ENOJO (Capítulo XXXIV)

      Querido hijo, deberás entender que toda relación de pareja es una relación compleja. Me refiero al hecho de que al estar formada por dos personas, implica un constante ejercicio de dar y recibir, de ceder y pedir que la otra persona ceda también.

A lo largo de esta colección llamada “10 AÑOS no son nada…son todo”; y de la cual te dejo el último capítulo, te he contado muchas de las cosas que le suelen pasar a las parejas durante los primeros 10 años de matrimonio, claro que todo esto es (como dicen los abogados) “enunciativo, más no limitativo”.  Aquí hemos platicado de cómo una pareja se conoce, se casa, tienen hijos, van sorteando diversas dificultades, y poco a poco van madurando.

Sin embargo, nos falta un tema fundamental en toda relación motivada por el amor, y me refiero a que es justo en los primeros años de vida conyugal, cuando las parejas aprenden a estar juntos en las buenas y en las malas.

Estar bien en las buenas no tiene chiste, pero debemos pensar que la vida no siempre será “miel sobre hojuelas”. Habrá acciones adversas que equilibren la balanza.  Toda pareja vive momentos de pasión que tienen cabida en la intimidad y también toda pareja vive momentos de tensión que se suscitan al no encontrar la forma de ponerse de acuerdo, en ocasiones se pasan por alto los límites de la relación, y como consecuencia las cosas se ponen feas.

Toda pareja desde el momento del enamoramiento se sueña en la intimidad, tienen derecho a ella y nada los hace más felices que vivirla, tenerse y poseerse el uno al otro hasta saciar el deseo.  Nada hace más feliz a una pareja, que vivir juntos aquel descubrimiento paulatino de uno en el otro.

Vivir el amor sin obligación ni condición alguna es entregarse en cuerpo y alma para vivir junto al otro el placer del amor. Con la plena consciencia de hacer aquello que juntos estén dispuestos a hacer o que juntos hayan acordado. Siempre respetándose en todo lugar y en todo momento, conscientes de que por un instante estarán uno y otro siendo parte de un cuerpo ajeno.

Pero igual de importante será que toda pareja tenga sus  momentos de distancia, donde se deben  permitir un generoso espacio de por medio, permitirse ser uno sin el otro y viceversa. Recordando que cuando se conocieron, se atrajeron por lo que cada uno era por separado y sin la menor ayuda del otro.

Es cierto y es de esperarse que la pareja en ciertos aspectos nos termine de moldear; lo cual no significa que uno cambie su manera de ser; ya que eso está demostrado que no funciona. Me refiero a que se espera que uno aprenda a ser mejor persona, gracias a que nuestra pareja ve cosas en nosotros que nosotros mismos no podemos o no queremos ver. Por eso es importante avanzar en el autoconocimiento y el crecimiento personal con la ayuda de alguien que nos ame.

Pero también es cierto que a veces las ideas de uno y otro simplemente no encuentran acomodo y entonces es momento de confrontarlas. Aquí vale la pena hacer una aclaración: La confrontación, la discusión y el enojo, debe darse en el nivel de las ideas,  de tal forma que las ideas sean las que se confrontan y no las personas. Sé que esto es muy difícil  cuando tiene uno la sangre caliente, así que mejor seamos claros.

Queda estrictamente prohibido lastimarse física y psicológicamente. Eso no tiene ni requiere mayores explicaciones, cuando las cosas no funcionan, resolverlas por la fuerza o por la tortura psicológica no soluciona nada.  Los conflictos de pareja conviene resolverlos con la pareja solamente, jamás con terceras personas, a menos que se trate de una ayuda profesional que en ocasiones puede ser necesario y recomendable.

Tampoco conviene añejar los problemas, eso sólo hace que el resentimiento crezca y la carga emocional pese más. La mejor forma de resolver un problema es afrontándolo con la persona correcta, en el tiempo correcto y con la cabeza fría, es decir, de la forma correcta. Evitar a toda costa lastimar a alguien más, lastimarse a sí mismos y destrozar cosas, porque como está la vida, no está la situación para andar echando a perder nada.

Considero querido hijo, que la mejor forma de encontrar el equilibrio, es  siendo conscientes de que la igualdad debe ser un acto consciente entre las dos personas que formen una relación.  En una pareja, lo importante es considerar que ninguno es más que el otro, y por lo tanto no debe existir ni por momentos la idea de que alguno vale más que el otro. La igualdad será una fortaleza de la pareja si ambos son conscientes de que el bienestar de la pareja depende de los dos, y que los logros serán gracias a que ambos están poniendo la parte que les corresponda de acuerdo a sus roles y funciones.

Ya como colofón, recomiendo ampliamente que todas las parejas que están iniciando una relación, vivan al menos por un tiempo aislados del resto de sus familias. No sólo me refiero a vivir en otra casa, que eso es obvio, sino preferentemente vivir en otra ciudad.
Esta sola experiencia hace que la pareja se conozca ampliamente en todos los sentidos, que aprendan a contar uno con el otro en las buenas y en las malas y que no tengas otro lugar a donde ir,  y por lo tanto que cuando pienses en celebrar algo lo hagan en principio con sus seres queridos y si por algún motivo tienen una pena, acudan antes que nada al mejor de los refugios, el hogar.

Vivir en pareja es todo un desafío, es una forma de vida que a muchos nos gusta practicar y en la cual incluso nos atrevimos a realizar un juramente (deja tu ante las instituciones) ante la otra persona, de que estaremos con ella hasta que la muerte nos separe. Bueno pues ese compromiso, que tanto trabajo le cuesta a algunos, es lo que comienza por marcar la diferencia cuando se habla de una relación que tiene la intención de ser duradera, de otra que tiene deja abierta la puerta a la posibilidad de convertirse en desechable.

Querido hijo, espero que cuando tengas la edad suficiente y te llegue el momento de tomar decisiones trascendentes para tu vida, escojas vivir tu vida acompañado de alguien más, ya que de esta forma la vida se disfruta mejor y las penas se sobrellevan más fácilmente. Creo que es uno de los mejores consejos que de mi parte podrás recibir.

Por lo demás, no esperes que escriba una segunda parte de este texto para hablar de los siguientes 10 años de matrimonio, como lo sabes en este nuevo ciclo que ya juntos hemos comenzamos a vivir juntos, nos esperan las adolescencias de los hijos y las menopausias de los padres, así que por si las dudas, mejor no prometo nada.

Te adora, tu papá.

martes, 9 de agosto de 2016

La "Opinocracia"

El término “Opinocracia” lo leí por primera vez en una columna de Denise Dresser.  Como palabra seguramente no está registrada en el diccionario de la RAE, pero como concepto, me gustó porque describe en su fonema el poder tan alto que ha ganado la opinión pública en nuestra sociedad.

Opinar es un derecho que tenemos las personas, pero algunos se lo toman tan a pecho que pareciera que lo ejercen como si fuera una obligación.  Es cierto que podemos opinar sobre cualquier tema, pero eso no significa que debamos hacerlo. Sobre todo si no tenemos algo valioso que aportar.

Es innegable que las redes sociales le han aportado mucho a nuestra sociedad, incluso hicieron que cambiáramos formas y patrones de comportamiento, a veces rayando en lo absurdo o incluso en lo patológico. Uno de los fenómenos evidentes producto de este cambio es que las redes sociales le han dado voz  a quienes anteriormente no la tenía. Y así como antes, muchos hacían hasta lo imposible por aparecer en televisión, ahora muchísimos más, son capaces de hacer cualquier cosa con tal de tener sus 5 minutos de fama mediante las redes sociales esperando convertirse en un fenómeno viral.
 
Para el caso, opinar sobre cualquier cosa es un buen método, ya que si tu opinión es considerada como valiosa, los conocedores en la materia te recomendarán como fuente.  Pero si por el contrario eres de los que opinan cualquier caterva de sandeces con tal de socializar, tu opinión encontrará en las redes a un público ávido de ver a otros haciendo el ridículo de su vida.

¿Qué pretendo con esta columna? – No aspiro a moderar la opinión pública, porque eso sería una labor más que Quijotesca. Lo único que espero es que quien la lea, a partir de ahora se tome unos segundos de reflexión antes de dar su próxima opinión. Especialmente si no sabe nada del tema.

Suele haber temas muy polémicos. Dios nos libre; por ejemplo, de abogar por la tauromaquia frente a un grupo de anti taurinos; en una de esas, se ponen más fieras que los mismos toros. También hay quien agarra el tema político con tal pasión; que les brota el “…bélico acento” de tal manera que hasta parece que en verdad tienen el famoso espíritu del servicio público. Y ni qué decir del tan llevado y traído tema de los matrimonios homosexuales, tema punzante con el que liberales y conservadores se han dado hasta por debajo de la lengua…  

Hay otros temas que provocan la indignación de las personas y sin más arremeten en opiniones públicas muchas veces en favor de salvar a las ballenas o  de ir en contra de la excesiva contaminación,  o la deficiente educación del país,  y otros que se ponen a defender lo indefendible mediante argumentos falsos o tergiversados, como los grupos de sindicalizados de aquí y allá que exigen sus derechos al tiempo que atropellan los de los demás sin que haya autoridad capaz de pararles el alto; (no sé por qué pero me acordé de los maestros de la CNTE) “Cero en conducta de mi parte para todos”.

También están los que por llamar la atención o por simple diversión se la pasan burlándose de las creencias religiosas de los demás, escudándose en una supuesta libertad de expresión cuando en verdad lo único que hacen es poner de manifiesto su falta de educación.

Y ni qué decir de los que ven una publicación de 140 caracteres y sin ponerla en duda, les parece suficiente argumento como para arremeter contra los demás y defenderla a capa y espada sin el menor cuidado de asegurarse que el tema sea correcto.

Y luego están los perfeccionistas y puristas de todos los temas, aquellos que no son capaces de hacer ni de aportar nada bueno, pero que suelen ser los primeros en estar criticando a todo mundo, o diciendo cómo se deberían de hacer las cosas. No se dan cuenta que lo único que hacen es volverse ejemplos vivos de lo que rezaba el viejo dicho de pueblo “No hay mirón que sea pendejo”

La opinión pública, si bien es cierto es un derecho de todos, y como todos los derechos, es mejor ejercerlo con responsabilidad, sobre todo en estos tiempos en los que todo lo que se dice y todo lo que se hace, queda grabado para la posteridad y puede ser reproducido una y tantas veces, que puede ser que al interesado le deje de convenir.  


martes, 2 de agosto de 2016

El Reencuentro

Hace unos días, tuve la dicha de reencontrarme con mis ex compañeros de colegio después de 25 años de haber salido de la prepa. Primero que nada, debo reconocer que hubo 2 personas de las cuales no recordaba sus nombres. (Mal síntoma). También he de reconocer que salvo una que otra excepción, los hombres que formamos esa generación lucimos como señores cuarentones a los cuales se nos ha escapado la primera juventud y a como dé lugar nos queremos aferrar a la segunda; usando frases como “no importa cómo me vea, lo importante es cómo me siento”, o “la juventud es un estado de ánimo” (¡Anda p´os siquiera que tenemos buen humor!). En cambio de mis ex compañeras qué podría decir… que la mayoría de ellas, lucen mejor que cuando tenían 20.
En aquellos tiempos, terminé la prepa siendo un estudiante dedicado. Casi casi lo que en aquel entonces llamábamos un “nerd”. Jamás me distinguí por ser el alma de la fiesta. Tenía a mis buenos amigos y amigas, pero nunca fuimos los chicos más populares de la escuela. Creo que conscientes de nuestra edad, nos avocamos a disfrutarla sanamente y sin excesos. (Ya ni llorar es bueno).
De los tiempos de prepa, recuerdo que entre los hombres de la generación nos conocíamos bastante bien, porque estuvimos en la misma escuela más de 10 años, realmente había pocas sorpresas, estaban los que me caían bien, los que me caían mal y los que me eran totalmente indiferentes. En cambio de mis compañeras… de ellas puedo decir que estaban las me brindaron su amistad abierta y sincera, otras que se sentían como labradas a mano y se portaban como si fueran inalcanzables, (Urgencia de ser mayores, ya saben…) , y aquellas de las cuales ni siquiera puedo recordar sus nombres. (y por favor, no se sientan mal, “no eres tú, soy yo…”).
La prepa se terminó con una gran fiesta hace apenas 25 años, y ahora nos volvimos a encontrar con muy buena vibra y creo que con una gran expectativa de ver cómo había evolucionado el grupo. Ahora me siento feliz por todos y cada uno, de ver con admiración en lo que nos hemos convertido.
Muchos nos hemos vuelto padres o madres de familia, título que ostentamos con orgullo y felicidad cuando a la menor provocación alguien nos pregunta por nuestros hijos y acto seguido, sacamos un arsenal de fotos como para abrumar al más paciente. Casi todos somos profesionistas, y algunos no conformes avanzamos por distintos niveles de postgrados y especialidades. Otros están dedicados a atender sus propios negocios y muchos a colaborar en empresas de talla nacional o internacional. Hay algunos dedicados a la investigación, otros a la docencia y casi todos a la decencia. También hay quienes viven en el extranjero y muchos que habitamos distintas ciudades de nuestro bello país. El caso es que en esta generación, pareciera que hay de todo.
Sin embargo, por encima de todas esas diferencias, celebro la dicha de que finalmente hayamos maduramos todos, o casi todos, quizá unos antes y otros después, pero a estas alturas, ya todos nos vemos como iguales porque en el fondo a todos nos une algo en común. Más allá de nuestro antecedente escolar, somos hombres y mujeres que nos ha tocado vivir, ganar y perder diferentes batallas. Personas a las que la vida nos ha llevado por diversos caminos, nos ha enseñado muchas cosas nuevas, nos ha desafiado con distintos retos y nos ha puesto a prueba con muy diferentes e intensas pruebas.
Amén de cuánto hemos crecido, cuantos kilos hemos engordado o cuanto pelo se nos ha caído, nos hermana una admiración franca al saber y reconocer cuanto hemos logrado.
Pasé una tarde y noche sintiendo el cariño de gente a la que usualmente veo poco. Me rencontré con viejos amigos y aproveché para ponerme al tanto de sus vidas. Platiqué con algunos, con quienes nunca antes me había dado la oportunidad de platicar; quizá en aquella época no era el momento. Me quedé con las ganas de seguir platicando con algunos, y de ver a muchos que no pudieron estar. Sentí nostalgia al comenzar a despedirme y de forma intencional no me quise despedir de todos.
Cuando llegó el momento, quien menos lo esperaba me dijo, - No te vayas todavía - me quedé un poco más pero finalmente me tuve que ir. Me alejé despacio y sin aspavientos, como tratando de no generar una contundente despedida. Todavía tengo el buen sabor de boca de aquella reunión. Que gusto que el motivo del reencuentro, haya sido por el simple gusto de vernos. Así debieran ser todos los reencuentros.
Estaré pendiente del siguiente, me dará mucho gusto volverlos a ver.

miércoles, 22 de junio de 2016

La Dieta de la Lógica

Aclaro que no soy médico, ni nutriólogo, ni nada por el estilo, las recomendaciones aquí vertidas las he probado personalmente y puedo decir que a mí me funcionan cuando me apego a ellas. Si por el contrario usted es de las personas que hacen dietas pero las rompe a cada rato, olvídelo, no habrá dieta que le ayude a llegar al peso o estado de salud que quiere.

Aquí se vale comer de todo, en esta dieta todos los alimentos están permitidos, lo único que debe poner atención es en la cantidad de lo que ingiere y la periodicidad con que lo hace. Comencemos 
con los ejemplos.

¿Puedo comer frutas? – Si, pero como tienen mucha azúcar, no pretenda comerse una papaya entera un día y dejar de comer fruta el resto de la semana.  Coma fruta todos los días pero no se exceda, digamos, el equivalente a 2 tazas máximo y sólo por las mañanas y preferentemente acompañadas por ejemplo de yogurt, almendras, nueces, etc.

¿Puedo comer verduras? – Si, todas las que guste, y mientras sean tomates o verduras de color verde,  puede comer todas las que quiera a la hora que quiera. Con las de otros colores, modérese al igual que con los aderezos. Pruebe las verduras solas o con limón y chile, verá que también saben bien.  Y si no hay más remedio que usar aderezo, pues por lógica, póngale lo menos que pueda.

¿Puedo comer proteínas como carne de res, cerdo, pollo o pescado? - Claro, además son necesarios para que tener energía, pero siempre será preferible las carnes blancas que las rosas o las rojas. Y si es de los que le gusta la grasa pegada al hueso y los tacos de tuétano, por lógica evítelos o literalmente hágalo lo que dice el dicho: “Una vez al año, no hacen daño”. Pero sólo una vez al año, relaciónelos con su cumpleaños o con el cumpleaños de algún compadre de esos que les encanta prender el asador.

¿Puedo comer pan, tortilla y frijoles?  - Si, pero sólo por las mañanas, y por lógica, no se pase de 2.  Y si ya desayunó con tortillas y frijoles, ya no los coma durante el mediodía o la noche. Y por si tiene la duda se lo aclaro de una vez:  Si no se comió las tortillas y los frijoles en el desayuno, ya no se los podrá comer ni al medio día ni en la noche. Se tendrá que esperar hasta el siguiente día en el desayuno.

¿Puedo comerme unos tacos? – Por supuesto que sí, a menos que quiera renunciar a sus raíces prehispánicas. Puede ir a los tacos de su preferencia pero póngase reglas, por ejemplo:  Irá a los tacos siempre y cuando lo haga acompañado de su familia. Prohibido ir a los tacos solo o con amigos más gordos que usted. Y una idea más, imagine que usted puede comerse un millón de tacos en toda su vida, qué prefiere, echárselos todos en un par de años, o dosificarlos a lo largo de toda su vida. Bueno pues con esa lógica, no se exceda cuando el taquero le pregunte - ¿algo más, jefe? , -  Así podrá disfrutar de sus tacos favoritos por más tiempo.  

¿Puedo comerme una rebanada de pastel o unas donas? – Por supuesto que sí, es muy desagradable despreciar al cumpleañero. Es decir, sólo lo podrás hacer cuando estés celebrando el cumpleaños de alguien cercano, y por supuesto, siempre y cuando le haya hecho un buen regalo. Y si acompaña sus postres con café o té… por lógica, ya no le ponga azúcar.

¿Puedo comer pizza, hamburguesas, hot dogs, papitas, botana y todo tipo de fritangas? – También puedes, más deberás relacionar este tipo de comida con algún convivio con amigos o en familia en donde se junten a ver una final de futbol o básquet bol, super bowl, serie mundial o algo por el estilo.  Pero dijimos “una final” no el partido de cada semana. Es decir, tendrás que relacionar este tipo de comida insana con algún deporte importante, no importa si lo practicas o no, lo importante es que este tipo de chatarra sea esporádica.

Y qué pasa si tengo que comer en la calle y no tengo tiempo ni presupuesto para comida saludable. Pues pienso que son pretextos.  Si no tienes más opción, come lo que puedas, pero compensa con una buena alimentación durante las próximas 24 horas.  Ahora que si todos los días tienes la misma excusa y nunca puedes escoger comida saludable, el problema no es la dieta, sino el poco interés de hacer algo importante por ti mismo.

¿Puedo comer dulces, golosinas, mazapán, chocolates, etc.?
Sólo cuando alguno niño te lo ofrezca sin que tú se lo hayas pedido, o cuando te pidan que lo compres para apoyar alguna noble causa. Verás qué pocos vas a comer.

¿Puedo comer papas fritas u horneadas con queso, mantequilla y crema?
Claro, siempre y cuando la combines con igual cantidad de comida de color verde y tomes más agua de la que normalmente tomas.

¿Puedo tomar refrescos o bebidas alcohólicas?
Claro que sí, pero por cada vaso de refresco o cualquier otra bebida industrializada o alcohólica que tomes, deberás tomar un vaso de agua del mismo tamaño antes.  

¿O sea que puedo comer de todo?
Pues si, pero siempre trata de evitar o al menos disminuir lo más que puedas los 3 polvos blancos: sal, azúcar y harina en todas sus presentaciones. Si es imposible hacerlo usa las medidas compensatorias.

¿Qué son las medidas compensatorias?
Nuestro organismo no soporta los excesos, así que por cada uno que tengas deberás autocensurarte comiendo sólo comida saludable las siguientes 24 horas.  Es decir, que si por algún motivo no pudiste aguantar las ganas de comerte media pizza tú sólo, o una bandeja de espagueti con camarones y crema, compensa durante las próximas 24 o 48 horas con comida saludable y sin abusar de las porciones.

También funciona cuando sabes que algún día tendrás un evento en el cual visualizas que vas a comer en exceso.  Prepara tu cuerpo para ese día, toma agua, no recargues tu estómago desde antes, y cuando llegue momento de la francachela, recuerda que es mejor comer con moderación pues siempre será preferible quedar con un poco de hambre, que harto de comer.

Ahora que si todo esto lo acompañas con una rutina de ejercicio… por lógica, los resultados serán mejores: cosas como preferir las escaleras tradicionales a las eléctricas, o a los elevadores no representan un gran esfuerzo y le dan a nuestro cuerpo la posibilidad de moverse más.


Hasta Don Quijote le dice a Sancho Panza en uno de sus capítulos: “Come poco y cena más poco, Sancho,  que en la oficina del estómago, es donde se negocia la salud del cuerpo” 

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domingo, 19 de junio de 2016

Mi superhéroe favorito…

Entre los superhéroe de prestigio, pocos recuerdo que tenga descendencia…
Sólo viene a mi mente Mr. Increíble quien se distinguía por ser el guía de una familia entera de personas con poderes especiales. Bueno, pues él es mi superhéroe favorito.
Reconozco que a veces quisiera tener la vista especial de Superman, para poder leer lo que hay detrás de esas miradas que me lanzan mis hijos y saber lo que piensan.
También por momentos quisiera tener la elasticidad del Hombre Araña para poder seguirles el ritmo a mis pequeños cuando me piden que juegue con ellos.
Por momentos quisiera tener la velocidad de Flash para llegar a casa con ellos cuando estoy atorado en la oficina o en el tráfico de la ciudad.
Y por qué no decirlo, con frecuencia quisiera tener la fuerza de Hulk, para poder controlar mi carácter y mi temperamento cuando la paciencia se me agota, y los angelitos insisten en ponerme a prueba.
Y ni qué decir de tener el martillo de Thor o el escudo del Capitán América para usarlo cuando me hacen sacar mis más bellos sentimientos haciéndome enojar.
A veces también quisiera tener todos los recursos que tiene Tony Stark, es decir Ironman, para... (Bueno, es obvio).
Pero la verdad es que no tengo ninguno de esos poderes. De todos ellos lo más parecido que tengo de un superhéroe es la panza de Mr. Increíble. y no me da mucho orgullo reconocerlo. Ah pero hay algo más…, también como él tengo a la familia por la cual; como muchos papás, hago todo lo que hago.
Que bueno que Batman o Supermán o cualquiera de ellos tengan súper poderes, la verdad es que sin ellos, los pobres no serían nada. Yo estoy seguro de que si supieran lo que es la fuerza del amor filial, reenfocarían sus caminos y en vez de andar salvando al planeta, se avocarían a tener hijos.
Feliz Día a todos los papás, especialmente a los que, no se han conformado con tener hijos, sino que se preocupan cada día por darles lo mejor de si mismo.

jueves, 16 de junio de 2016

"10 AÑOS no son nada... son todo" LA LLEGADA DEL SEGUNDO HIJO (Capítulo XXXIII)

Querido Pablo, por algún motivo involuntario me brinqué este capítulo que debió haber ido seguido del que se intitula, “El Segundo Embarazo” pues se refiere precisamente al momento en que nace el segundo hijo, es decir, el hermanito del primogénito.
Cada vez que un nuevo miembro llega a la familia, es como si a un balancín se le colgara un pendiente nuevo, el móvil que guardaba perfecto equilibrio se desbalancea y tarda un rato en encontrar nuevamente su punto de reposo.
¿Te preguntarás qué pasa con los padres cuando esto ocurre? Te contaré, querido hijo. Por un lado los papás tenemos al hijo mayor demandando toda la atención del mundo; pues siente que su reinado está llegando a su fin, y por otro lado tenemos a la mamá en su segunda experiencia gestacional que ya sabe lo que le espera, y que cada vez se siente más cansada e incómoda de llevar en su vientre al anhelado hermanito, a quien ya no está segura si prefiere verlo nacer o seguirlo cuidando adentro.
Es típico que los padres durante todo el embarazo hacemos nuestro mejor esfuerzo por explicarle a nuestro primer hijo que va a tener un hermano y que eso es bueno. El primogénito, (dependiendo de la edad que tenga) por un lado estará contento de tener alguien con quien jugar, pues en su mente asume que le va a llegar un hermano del mismo tamaño que él y por lo tanto será divertido, pero por otro intuye que la atención de los padres se va a dividir, y por si las dudas los va poniendo a prueba durante los últimos meses demandándoles en extremo su atención y haciéndoles espectaculares berrinche en los sitios más inesperados, como para que vayan viendo de lo que se va a tratar…
Es obvio, a nadie le gusta sentirse desplazado, y menos por sus propios padres. y eso es precisamente lo que siente el hijo mayor conforme se va acercando la fecha del nacimiento del que a estas alturas ya adquirió el calificativo de innombrable…
Finalmente llega el día, para empezar al hermano mayor lo manda a casa de alguna tía, de los abuelos o con algún compadre para que lo cuide mientras toda la familia (menos él) se van al hospital a recibir con bombo y platillo al nuevo miembro.
Nace el hermano y generalmente ese día y el siguiente, mamá no duerme en casa. ¿Cómo pretendemos que el hijo mayor no se sienta desplazado, si tiene argumentos suficientes para sentirse incluso sustituido?
Bueno, pues no hay receta capaz de aliviar semejante desplazo, salvo que al hermano mayor, le hagamos valer su primogenitura y lo hagamos partícipe de todo lo que tiene que ver con el recién llegado. Una vez que las condiciones de salud y cuidados lo permitan, debemos llevarlo a que conozca a su hermano menor, (no se sorprendan si acaso le parece poco interesante), permitirle que lo digiera, que lo vea, eventualmente que lo cargue, que lo arrulle, que ayude a bañarlo, etc. Todo el tiempo sin correr riesgos y hasta donde sea posible.
Los padres, por su parte, también tendrán que acostumbrarse al recién llegado, y será muy útil recordar que en la etapa, los bebés no demandan tanto tiempo, pues a esa edad no juegan, ni interactuan con los mayores, no hacen gracias, ni piden que los lleves a pasear, casi casi, son de ornato. Ahí los pones y allí se quedan. En circunstancias normales los recién nacidos sólo comen, duermen y exigen que los mantengamos limpios. Por lo tanto, todo el tiempo sobrante, no duden que deberán emplearlo en brindarle atención y cuidados a nuestro hijo mayor.
Es importante que el hijo mayor perciba que la llegada del hermano fue para mejorar la armonía familiar y no a empeorarla, pero es importante que esa mejoría sea palpable para él, porque si solamente es palpable para los pares, no habrá poder humano que justifique la presencia del hermano menor en la mente del hijo mayor. Es decir, que aunque no lo diga, puede llegar a sentir que la vida era mejor cuando nada más eran tres.
En la dinámica familiar, es muy recomendable solidarizarnos y tratar de empatizar con el más débil. Entendiendo por empatizar, como el acto de comprender los sentimientos de la otra persona, y no la tan llevada y traída frase de “ponernos en sus zapatos” eso además de ser imposible, no suele servir de mucho. Lo que en verdad ayuda a la relación familiar es comprender los sentimiento de los demás y en este particular caso, los de nuestro primer hijo, pues será (incluso más que el recién llegado bebé) quien requiera mayor apoyo emocional y por qué no decirlo, mayor cariño de sus padres. Así entenderá que con la llegada del hermanito, hasta él salió ganando.

miércoles, 8 de junio de 2016

El Día Más Feliz de mi Vida

Hace un par de semanas, fui con mi esposa y mis hijos a dar un paseo en bicicleta en el parque metropolitano de nuestra ciudad. El total del recorrido me costó $ 25.00 por cada bicicleta y fue suficiente para dejarnos a todos con la lengua de fuera.

Cuando terminamos el recorrido, mientras nos reponíamos del cansancio disfrutando unas paletas de hielo, mi hijo de 8 años me dice: 
- Papá, este es el día más feliz de mi vida.
-       -   ¡Que bueno!, hijo – lo dije con una sonrisa sorprendido por aquella declaración que en principio me pareció exagerada - qué gusto me da que te estés divirtiendo, yo también estoy muy contento. – terminé de decirle mientras lo abrazaba.

Luego pensé,  ¿Con qué poco esfuerzo se puede lograr tanta felicidad en un niño?, a tal grado que sienta que un paseo en bicicleta con su familia es suficiente para hacer de ese día el día más feliz de su vida. Seguro se debe a que es un niño y con su corta edad, no sabe lo que dice…, reconozco que llegué a tener  ese arrogante sentimiento.

A pesar de que el comentario duró poco, la verdad es que tardé mucho rato en poder quitarme de la mente eso de “el día más feliz de mi vida”.  El tema lo seguí pensando un par de días más, y llegué a la conclusión de que para mí, aquel domingo también fue el día más feliz de mi vida. Y todo por una sencilla razón.  Es verdad que en la vida, he pasado por momentos felices, como cuando nacieron mis hijos, o el día de mi boda,  mi graduación,  o cuando recibí un reconocimiento, etc. es cierto, todos esos días me sentí feliz, y quizá fueron los más felices de mi vida hasta ese entonces.  Pero también es cierto que el domingo aquel, no lo cambio por ninguno de los días anteriores, pues salir con mi familia a dar un paseo en bicicleta, donde puedo ver a mis hijos y a mi esposa sanos y divertidos, no requiere nada más para que yo pueda decretar que también para mí, aquel domingo, ha sido el día más feliz de mi vida.

Quizá jamás he hecho nada tan relevante como para declararlo como el día más feliz de mi vida, o tal vez la vida me ha dado un hijo filósofo, pero no creo, es más probable que mi soberbia de adulto me haya hecho creer que lo sé todo, cuando en realidad sobre las cosas importantes, a veces uno no sabe nada y por lo mismo no valora uno lo que tiene. Esta experiencia me hizo ver que la vida me ha dado tanto a cambio de tan poco… que más me vale sentirme agradecido y evitar volver a juzgar a mis hijos sin antes recordar que los niños y los borrachos siempre dicen la verdad.

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jueves, 2 de junio de 2016

"10 AÑOS no son nada... son todo" LA CONVIVENCIA CON NIÑOS DE 7 A 10 AÑOS. (CAPÍTULO XXXII)

"10 AÑOS no son nada... son todo"
LA CONVIVENCIA CON NIÑOS DE 7 A 10 AÑOS.
(CAPÍTULO XXXII)
Cuando los hijos llegan a los 7 años o más, la interacción con ellos puede llegar a ser fascinante. En esta etapa los niños pueden razonan las cosas que les decimos de un modo muy similar a como lo hacemos los adultos, salvo que siguen conservando una buena parte de su inocencia, y que evidentemente hay muchos temas de los cuales todavía no están bien enterados pero; también hay que decirlo, ya empiezan a sospechar de todo. Por lo mismo, será de suma importancia que nuestros canales de comunicación con ellos sean directos y libres de toda interferencia.
Es importante entender que nuestros hijos tendrán ganas de charlar de ciertos temas aunque nosotros no queramos, y si nosotros no estamos atentos a sus señales de información, ellos buscarán a alguien con quien hablar de lo que a ellos les interesa.
Recuerdo un festival de globos, donde nos tocó presenciar cómo fueron liberados simultáneamente más de cien globos de helio, todos rojos y con un cordel colgando. Ante aquel espectáculo, inocentemente le dije a mi hija, - ¿Ya viste?, hija, parecen cerezas voladoras – a lo que tajantemente me contestó - Claro que no, papá, parecen espermatozoides. – dejándome por supuesto con la boca y los ojos bien abiertos.
Esos destellos de conversación son alertas que nos dejan claro cómo piensan y como se sienten.
Difícil edad suele ser de los 7 a los 10 años, pues aquí comienzan a distinguirse de otros niños más pequeños y comienzan a entender que a pesar de que siguen siendo niños, no son iguales que los que tienen 3, 4 o 5 años. Así que comenzarán a ver que en algunos juegos ya no caben, o ya no les es permitido entrar.
Por supuesto que ya también han cambiado los gustos de sus programas de televisión y la música que escuchan.
En esta edad debemos ser muy cuidadosos, pues a pesar de que muchos comentarios parecen comentarios de adulto, sus mentes todavía no lo son, así que debemos cuidar muy bien nuestro lenguaje, nuestras bromas, chistes y comentarios en general cuando estemos con ellos. En ellos la malicia, la doble intención, el albur, o la picardía todavía no está presente. Además así como hay temas que empiezan a preguntar, habrá muchísimos otros que todavía no comprenden, por lo cual debemos ser nosotros quienes nos pongamos a la altura de ellos en cuanto a nivel de conversación, y no esperar que ellos se pongan a nuestra altura, pues lo único que conseguiremos será abrir más la distancia entre ellos y nosotros.
¿Alguna vez nos hemos preguntado, qué pasa por la mente de nuestros hijos cuando están a punto de dejar de ser niños para convertirse en adolescentes? ¿y alguna vez nos hemos tomado la molestia de preguntárselos? Pero no como un interrogatorio, pues estarán de acuerdo en que a nadie nos gusta sentirnos interrogados. Sino más bien como un acercamiento para que ellos sientan la confianza de podernos compartir lo que piensan.
Para ello, necesitamos ser nosotros quienes demos el primer paso involucrando a los hijos en nuestra vida diaria, en nuestros sentimiento, en nuestras decisiones, en nuestro día a día. Que no sólo seamos el proveedor o el chofer que los lleva y los trae a sus actividades, o el genio de la lámpara que les concede sus deseos y el verdugo que les cumple sus castigos, eso no tiene ni chiste ni mérito. El reto es involucrarlos en nuestra vida pero de verdad, en nuestras conversaciones, en nuestras actividades, en nuestras reflexiones, compartirles lo que sentimos y lo que pensamos y el por qué hacemos las cosas de cierta manera, o por qué es importante tener prioridades en la vida, así ellos verán que somos seres humanos con defectos y virtudes, que los podemos entender y orientar si nos dicen las cosas, y con nuestro ejemplo para ellos será más fácil aprender a compartirnos lo que sienten y lo que piensan.
Existe otra característica típica de esta edad, aquí es cuando llega el momento en que tus hijos comienzan a saber más que tú sobre algunos temas, y te darás cuenta de cómo son capaces de resolver situaciones sin tu ayuda, y realizar algunas actividades incluso mejor que tú. Es importante comprender que nuestros hijos se empiezan a hacer grandes, y que como tal merecen ser tratados. Así como en ellos ya no son aceptables los berrinches o las rabietas, en nosotros tampoco será funcionales los regaños y las nalgadas como cuando tenían 3 años. Habrá que aprender a acercarnos a ellos, sin juzgarlos ni echarles la culpa de sus reacciones. Sin estarlos vigilando ni hacer que se sientan acosados o que los queremos seguir controlando en todo. Aquí llega el momento en que vamos a ver qué tan bien hemos hecho nuestro trabajo como padres, y qué tanto hemos sido capaces de enseñarles a respetar a los demás, a hacerlos responsables de sus cosas y de sus obligaciones incluso sin nuestra supervisión.
Nuestra tarea como padres, es bien sabido que jamás termina, pero constantemente está sufriendo ligeros ajustes, pues nuestro rol para con ellos va cambiando conforme van creciendo. No olvidemos que en esta relación los adultos somos los padres, y no seamos injustos ni soberbios al pretender que nuestros hijos son los que viven en el error y que nosotros siempre tenemos la razón. Una relación sana entre padres e hijos depende de ambos, pero definitivamente los adultos tenemos una mayor responsabilidad y se supone que mayor control en el éxito de dicha relación.
Así como ellos irán aprendiendo a ser buenos hijos, también nosotros iremos aprendiendo a ser buenos padres. Más si algo puedo recomendar en pro de esa relación sana y fuerte, es que les demos a nuestros hijos, lo mismo que queramos recibir de ellos: ¿Quieres que te respeten?, respétalos. ¿Quieres que te demuestren su cariño?, demuéstraselos tú primero. ¿Quieres que hablen bien de ti cuando no estés?, habla bien de ellos siempre.
Quizá nuestros discursos los recuerden por un tiempo, pero la forma como los tratemos y como los hagamos sentir, la van a recordar toda la vida.


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domingo, 1 de mayo de 2016

"10 AÑOS no son nada... son todo" REGAÑOS Y SANCIONES (CAPÍTULO XXXI)

       Iba manejando acompañado por mi hijo Pablo; de 8 años. Como habíamos trabajado durante algunas horas, le presté mi teléfono para que se entretuviera mientras llegábamos a nuestro próximo destino. Para hacer más ameno el rato me atreví a preguntarle:

 - Pablo, ¿Qué calificación me pondrías como papá?  – Ah… - pensó rápido -  nueve punto ocho – me contestó sin vacilar desde el asiento trasero y continuó jugando como si nada.
- ¿9.8?  - Le pregunté sorprendido por la rapidez de su respuesta, más que por la calificación en sí (que honestamente sobrepasa por mucho los  promedios de todo mi historial académico).
- Si, - me contestó  -  porque a veces regañas.
- De acuerdo – le contesté, - pero ¿No crees que los regaños algunas veces son necesarios?
- Si, claro – me dice todavía jugando el nivel diez mil de Angry Birds - Pero no es necesario gritar, es mejor si sólo nos dices con palabras las cosas que no debemos hacer y ya. 
- Bien, eso lo entiendo, ¿Pero qué pasa si te digo que “algo” no lo debes hacer, y resulta que sí lo vuelves a hacer una y otra vez? ¿Qué me recomiendas que haga en esos casos?
- Ah, es muy fácil – me contesta haciendo una pausa en el teléfono,  y a continuación me da una de las mejores lecciones que he recibido en esto de la paternidad: – La primera vez, se deben decir las cosas con amor, la segunda vez, con firmeza y hasta la tercera se deben decir con enojo.

Yo casi me tengo que estacionar para digerir aquello. No sólo para entender lo que me estaba diciendo, sino tratando de dilucidar de dónde había sacado aquel método. 

- ¿Y dónde aprendiste eso? – le pregunté. 
-  Ah pues así nos lo enseñó Miss Miyi.

Sirva la presente para hacerle un reconocimiento a Miss Miyi, (su maestra de 2° grado de primaria)  que por conducto de mi pequeño me ha impartido una excelente lección. 

Como padre de un par de pequeños, estoy seguro de que todos hemos experimentado el no saber qué hacer a la hora de tener que reprenderlos. Recuerdo que cuando mis hijos estaban muy chiquitos, nos explicaron eso de que la sanción debía durar “medido en minutos” los mismos años que tuviera el infractor. Es decir, si la travesura la hacía un niño de 3 años, lo podías mandar al rincón durante 3 minutos.  Claro que esa regla caduca a los pocos años, pues resultaría ridícula que a un niño de 8 años, totalmente consciente de sus travesuras,  le impongas una sanción de 8 minutos, por decir lo menos, se va a cagar de risa. 

Para esos casos, aprendí que cuando los niños son totalmente conscientes de sus actos debemos enseñarles la tercera Ley de Newton, en su variable adaptada para padres e hijos, que dice: “A toda infracción corresponde una consecuencia igual pero en sentido contrario”. Es decir: si lo rompes lo arreglas o lo pagas, si lo ensucias lo limpias, si lo tiraste lo recoges,  si le pegaste le pides perdón.  O sea que la consecuencia tiene que estar directamente relacionada con la falta que cometieron. 

Nada tienen que ver los castigos ni las reprensiones que son más producto de la desesperación y la impotencia de no saber qué hacer. Por ejemplo: Quebraste un adorno de la sala, entonces castigado una semana sin ver televisión.  Rayaste las paredes entonces no hay bicicleta durante un mes…

Tener un hijo, es algo muy sencillo, pero ser buenos padres es una tarea compleja que implica saber hacer bien muchas cosas. Sin embargo sostengo que en la actualidad, quienes somos padres disponemos de muchas herramientas que en generaciones anteriores no había, como el acceso a la información sin precedentes; ahora contamos con libros, documentales, programas de televisión, conferencias, teoría y acceso a mucha gente que nos puede enseñar a ser mejores padres. Pero tenemos que estar dispuestos a aprender, para poder captar todo aquello que tenemos al alcance como el ejemplo de Miss Miyi, que sin querer queriendo, nos ha dado una lección que al menos yo, difícilmente voy a olvidar.

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domingo, 10 de abril de 2016

"10 AÑOS no son nada... son todo" CONTINUACIÓN La Convivencia Diaria con Niños de 4 a 6 Años (Capítulo XXX)

QUÉ COSAS NO RECOMIENDO CON LOS NIÑOS. Hacerles bromas, comentarios o chistes que ellos no puedan entender. Si no tenemos la disposición de explicárselos, será mejor no utilizarlos en nuestras pláticas con ellos, pues aunque el comentario pueda ser divertido para nosotros, lo único que conseguiremos será abrir más la brecha en nuestra comunicación con ellos, pues los haremos sentir que no están a la altura de nuestra plática. Comentarios como: – Cuando estés más grande lo entenderás… - acusan demasiada soberbia en una relación donde debiera prevalecer el amor.
Con respecto a las bromas, es un aprendizaje en el cual también nos corresponde enseñarle a los niños dónde sí y dónde no. Con quién sí y con quién no. Hasta dónde sí y a partir de dónde, mejor ya no. Parece mentira, pero incluso hay adultos que no saben ni siquiera lo más elemental al respecto de las bromas, como aquello que dice: “El que se ríe se lleva, y el que se lleva se aguanta” , o “No hagas a los demás lo que no te gustaría que te hicieran a ti”, pero como las bromas son parte de la vida, es mejor saber hacerlas y saber aguantarlas. Al respecto recomiendo que sólo se hagan bromas donde se diviertan tanto el bromista como para el bromeado. Ya que si sólo se va a divertir el bromista, terminará alguno de los dos pagando las consecuencias y pasándolo mal.
Es común que algunos niños en esta etapa sean conscientes de peligros que antes no les preocupaban, por ejemplo, la oscuridad, o la fobia a ciertos animales. Nunca debemos burlarnos de ningún miedo que sienta nuestro hijo, ni tratar de remediarlo con el tradicional – No seas miedoso, no pasa nada - para decirle eso, sería mejor no decirle nada. Recomiendo hablar con ellos lo más serenamente posible. Tratar de saber de dónde proviene su miedo y cómo es que éste se introdujo en su mente. Para contrarrestar dichas creencias, recomiendo un acompañamiento en el proceso de superación del miedo o de la fobia, sin que aquello parezca un interrogatorio del cual el niño se deba sentir avergonzado o culpable.
Por ejemplo: - ¿Le tienes miedo a la oscuridad? – cuando yo tenía tu edad, también sentía miedo, hasta que descubrí algunas cosas increíbles, ¿ya te diste cuenta que gracias a la oscuridad se pueden ver mejor las estrellas y los planetas? y también gracias a la oscuridad de la noche, podemos escuchar a los grillos mucho mejor que durante el día, y si conocieras las luciérnagas seguro estarías de acuerdo conmigo que la oscuridad es maravillosa…
En esta etapa de crecimiento los niños descubrirán que pueden tener mascotas (en caso de que todavía no las tengan) y solicitarán tener una en casa. A mí me pasó con mis hijos, quienes desde temprana edad me pedían que les comprara un perrito. Situación a la cual no me negué, pero sí condicioné a que ciertas conductas cambiaran – No voy a andar limpiando popó de niños y popó de perros. Nuestra mascota llegará el día que ambos dejen de utilizar pañales y de hacerse pipí en las camas. - A veces los padres tenemos nuestras mañas para lo que nos conviene.
Es verdad que en esta etapa, de los 4 a los 6 años, los niños ya pueden pasar largos ratos divirtiéndose solos o con sus juguetes, o con sus hermanos, o con sus amigos, y por lo mismo es fácil que los padres aprovechemos estos espacios para descansar o hacer algunas actividades personales. Sin embargo los niños siempre apreciarán que los involucremos en tareas en las cuales sientan que nos están ayudando. Es decir, si vamos a poner la mesa, ellos ya pueden colaborar acomodando los cubiertos o las servilletas, si vamos a preparar un sándwich por ejemplo, a ellos les encantará embarrar la mayonesa en el pan. O si vamos a limpiar algo, ellos pueden limpiar junto con nosotros… es decir, debemos involucrarlos en las actividades que nosotros hacemos para que se sientan tomados en cuenta, y que su labor es importante para nosotros.
Ojo, no lo van a hacer bien, y tampoco lo van a hacer como si lo hubiéramos hecho nosotros, incluso en algunos casos implicará un doble trabajo nuestro, pues ellos harán la tarea a su manera, y nosotros tendremos que arreglarla posteriormente, eso debemos tenerlo en cuenta, sin embargo, no se trata de hacer una evaluación de la tarea, o de ponerlos a prueba, sino de ponernos a prueba nosotros en nuestra capacidad para involucrar a nuestros hijos en la cotidianidad de la familia. Es decir, el chiste consiste en que exista una verdadera convivencia con ellos, y no sólo la coincidencia de estar cohabitando bajo el mismo techo.