domingo, 13 de septiembre de 2020

Partiendo de Casa (poema 2003)

Es toda mi vida entera
la que por mis ojos pasa,
cuando pienso que está acerca
el día que me iré de casa.
De la casa de mis padres,
la que por años llevara
grabada en mi corazón,
en mi conciencia y mi alma;
como el mejor territorio
donde el cuerpo descansara
y mi mente desafiante
todos los sueños soñara.
El adobe de sus muros
historias enteras guarda;
quién pudiera revivirlas
por volver a disfrutarlas.
Aquí tuve la fortuna
de que mi vida empezara;
cuando llegué tuve suerte,
mis hermanos me esperaban
para enseñarme la vida
y aprender cómo gozarla.
Y qué decir de mis padres
que con afán inculcaban
“Lo primero es la familia,
y lo segundo, la casa.”
Cuesta trabajo imponerse;
se adelanta la nostalgia
al sentarme en la oficina,
al dormir en la recámara
y al comer en la cocina;
que es corazón de la casa.
El patio con los geranios,
el chabacano, la palma,
el panal de las abejas
y en cada Semana Santa
las jardineras de flores
las azucenas llenaban.
Mas ha llegado el momento,
una nueva vida aguarda;
no me avergüenza decirlo,
de mis ojos brotan lágrimas
que prueba son de alegrías
y de experiencias pasadas,
donde mi casa fue el punto
y ahora duele dejarla.
Pero aquí he sido testigo
de que la historia no acaba.
Los padres ya son abuelos
y los abuelos aguardan
la llegada de los hijos
y de los nietos que abrazan
cuando llegan en tropel
a la mejor de las casas.
Y qué decir de las fiestas,
las navidades y tantas
sobre-mesas los domingos
después de una carne asada.
Mil hojas puedo escribirle,
cien poemas no alcanzaran
para expresar mi cariño
por vivirla y disfrutarla.
Algún día contaré
a mis hijos y a mi amada,
todos aquellos momentos
y recuerdos de mi infancia,
también de mi juventud
y total toda mi estancia
que pasa entera en segundos
y viene a ensalzarme el alma.
Hoy veo que soy cosecha
de una semilla sembrada,
llegado está mi momento
y debo partir de casa.

El Torito

En las calles del pueblo
un tambor resuena a lo lejos.
Se acerca.
Un látigo restalla y se abre paso
Le sigue un silencio
Y luego el tambor…
Ratata tán, tan tán
Ratata tán, tan tán
Es una danza que viene.
La gente se vuelve con dirección al barullo
El tambor ya no parece tan lejano
Veo al que lo carga y lo resuena
Es un hombre, serio y hambriento
A su lado danzan otros más pequeños
Llevan máscaras de animales y demonios que grotescamente sonríen
El tambor ensordece con su ratata tán, tan tán.
Tras las máscaras, niños hambrientos ocultan su vergüenza y su cansancio
Hay también una mujer
Todos piden dinero, excepto el hombre del tambor,
Él sólo marca el ritmo al que debe marchar la vida.
No se detienen ni ellos ni nadie.
Todos siguen su camino.
¿Quién es ella?
¿A quién le importa la mujer que se oculta en una máscara de muñeca sonriente y chapeada?
¿Quién es él?
El que no lleva máscara
El que sostiene la mirada con cualquiera sin bajar la cara
O quizá no la sostiene, sólo lleva su vista en el horizonte,
Como ausente, como si fuera otro el que lleva el tambor y el cuerpo.
Y el tambor se aleja
Y todos con él.
En la plaza del pueblo
Un tambor resuena a lo lejos
Y se aleja poco a poco
Con su ratata tán, tan tán.
Que aturde, pero casi nadie oye,
Que asombra, pero casi nadie ve.