domingo, 25 de junio de 2017

No me gusta el término “FACILITADOR”

No me gusta el término “Facilitador” cuando se usa para referirse a un maestro, instructor o entrenador de un grupo de personas.  

Me estorba el término, porque se auto define como alguien capaz de hacer que lo difícil se vuelva fácil… eso podrá estar bien en algunos ámbitos, pero no creo que al hablar de educación sea algo que nadie deba ofrecer ni mucho menos otros debamos esperar. 

A mí me gustaría que los maestros de mis hijos, hicieran lo humanamente posible por enseñarles todo lo que deben aprender, que pudieran ser su compañía en todo el proceso de aprendizaje; no importa cuánto tiempo les lleve ni qué tengan que hacer para lograrlo, pero sin facilitarles nada. Es decir, que me gustaría pensar que un maestro es un acompañante a lo largo de todo el camino, pero no un facilitador, pues no esperaría, ni mucho menos exigiría que el proceso de aprender fuera fácil. Podrá ser desafiante, interesante, cansado, por ocasiones tedioso, algunas veces incluso divertido, pero no fácil.

Todo proceso de educación o capacitación, supone que el alumno adquiera conocimientos y/o desarrolle habilidades que aumenten su competitividad. Muchas veces serán conocimientos o habilidades nuevas, y quizá algunas veces sólo se trate de recordar o reaprender algo por segunda vez. En cualquier caso, presupone un proceso de aprendizaje, entrenamiento y práctica. ¿De dónde sale la cándida idea de que aquello tiene que ser fácil, si todo proceso de aprendizaje implica esfuerzo y disciplina?

Es cierto que a veces la suerte, la fe, o quizá hasta el universo pareciera que conspiran en nuestro favor y nos benefician de manera inexplicable, habría que aprovechar esas oportunidades. A mí la vida me ha enseñado que es mejor creer en nuestro propio potencial, transformarlo en trabajo con dedicación y disciplina, y enfocarlo en aquello que se queremos lograr.

Yo estaré más agradecido con los maestros de mis hijos, si fungieran más como guías y compañeros en su proceso de aprendizaje que como facilitadores de todo aquello que les represente un reto, me encantaría que fueran ellos quienes los lleven a poner en práctica el inspirador pensamiento del General Venezolano Francisco de Miranda, quien nos dejó como parte de su legado que el tamaño de nuestro éxito, será del tamaño de nuestro esfuerzo.


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domingo, 18 de junio de 2017

Diálogos con mi hijo


Mi pequeño Pablo me preguntó:

-¿Qué te gustaba más, ser niño o ser adulto?
- Me gustaba más ser niño cuando era niño, pero ahora me gusta más ser adulto.
- ¿Por qué?
- Porque todas las etapas de la vida son bonitas, siempre y cuando las sepas disfrutar.

Si cuando eres niño te la pasas deseando ser adulto, estarás perdiendo el tiempo, porque desearlo no te convierte en adulto, ni te podrás divertir como si lo fueras. Así que más te conviene aprender a disfrutar la vida como niño mientras lo seas.

También funciona igual cuando eres mayor. A mí de nada me serviría querer volver a ser niño, porque eso no va a suceder. Así que prefiero disfrutar la vida de acuerdo a la edad que tengo, porque de todas formas esa tengo.

Así como hay  niños y adolescentes que les encantaría ser mayores, también hay adultos que darían todo lo que tienen por volver a ser jóvenes y hasta niños.  Tal vez dejaron cosas pendientes por hacer en aquellas etapas, o quizá no quieren aceptar que la vida avanza y que es mejor avanzar junto con ella.  No lo sé.

Tu por ahora diviértete como niño, cuando crezcas aprende a disfrutar la vida como joven y luego como adulto. En esos pequeños secretos, la vida esconde sus mejores tesoros y te los da como si fuera una gran recompensa.

-          -    ¿A ti ya te la dio?
-          -    Por supuesto que ya
-          -   ¿Cuándo?
-  Cuando me convertí en papá.

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miércoles, 14 de junio de 2017

La Comunicación, ese eterno problema

Cuando estudié en la universidad, teníamos una serie de materias que formaban parte del llamado “Tronco común”, y  no era otra cosa que un grupo de materias de curso obligatorio independientemente de la carrera que escogieras. Ahí estaban “Redacción en Español”, “Redacción Avanzada” y “Expresión Oral”.

¡Ah cómo se quejaban muchos compañeros de aquellas clases!, y no me remonto a la época de prepa o secundaria donde existían sus equivalentes, porque ahí los intereses eran otros, pero ya en la universidad, cuando se supone que estás adquiriendo herramientas que te van a servir toda la vida, había una terrible resistencia contra esas 3 materias, especialmente con las 2 primeras que implicaban aprender a redactar.

En su momento estas materias no me quitaron el sueño, y aunque quizá no eran tan divertidas como las específicas de mi profesión, digamos que hubo otras que sí me hicieron sufrir. Años más tarde, y siendo parte de una empresa, me doy cuenta de lo importante que fueron aquellas 3 materias, pues en casi toda mi experiencia laboral he visto que el problemas más recurrentes y constante en toda organización es la mala comunicación entre sus colaboradores, y entre éstos y los clientes y proveedores. Eso no significa que no haya comunicación, sino que la que existe, suele ser de muy mala calidad.

¿A qué se debe?,  seguramente a múltiples factores. Aunque a cada rato me vienen a la mente algunos compañeros que argumentaban  -  ¿Para qué quiero saber redacción y ortografía, si yo voy a tener una secretaria para que haga eso? – comentario más misógino y pendejo no podían haber dicho…  y me pregunto yo: ¿Por qué pensaban aquellos angelitos, que “alguien” iba a hacer por ellos, lo que ni ellos mismos estaban dispuestos a hacer? 

Ahora  más que nunca, lo que nos sobran son aparatos para comunicarnos, tenemos medios que en nuestra juventud ni siquiera imaginamos, pero los problemas de comunicación continúan.  ¿A qué se debe? Pues a que el principal problema sigue estando en las  personas, y no en los aparatos. En esa incapacidad de saber transmitir ideas con claridad, llamándole a las cosas por su nombre y entendiendo que la responsabilidad de que un mensaje se comprenda radica en quien lo emite, y no en quien lo escucha.  Para decirlo más claro: Si este texto no se entiende, será debido a una incapacidad  de quien lo suscribe, y jamás se debe responsabilizar de su comprensión a quien solamente lo lea.

Otro problema común, consiste en que nos cuesta trabajo distinguir una idea central de una idea periférica:
-         -  ¿Cómo sucedió el accidente?
-    -  Íbamos llegando al restaurante… ya vez que era cumpleaños de mi tía, la hermana mayor de mi mamá, la que vive en Mérida… Cuando escuchamos un ruido… haz de cuenta como si se hubiera caído algo muy pesado… y volteamos hacia la ventana y vimos el auto con las llantas para arriba…

O revolvamos hechos con suposiciones, y todavía las mezclamos con un poquito de nuestras propias opiniones.
-      -     ¿Por qué no pudieron entregar el paquete?
  - Pues llegamos a la oficina, y otra vez estaba cerrada, a mí se me hace que fue porque salieron temprano a comer…. Ya vez que con ellos siempre es lo mismo… ya vez cómo son… a mí por eso no me gusta ir ahí, yo prefiero para la próxima…

Y por si lo anterior fuera poco, a veces también evadimos nuestra responsabilidad culpando a otros de nuestras incapacidades:

-         -  ¿Qué pasó con el reporte que te pedí?
-     -  ¿El reporte?... lo que pasó fue  “de que”… ya ve que se enfermó la secretaria… y que quedó de mandarme unos datos… y pues ya se los pedí pero yo creo que no ha visto mi correo porque como no vino… pero yo creo que mañana ya va a venir, así que si quiere se lo hago para mañana…

Problemas de comunicación, existen por montones y de ejemplos pudiéramos hacer varios tomos.  
Pero la realidad es que aprender a comunicarnos es una habilidad que se puede aprender sin importar la edad que tengamos o el rol que nos toque jugar dentro de una organización. 

Dejemos de inventar excusas y hagámonos responsables de los mensajes que emitimos. Si todos fuéramos más conscientes de la importancia de este tema y del quebranto que puede causar en una empresa cuando este recurso no se cuidad, tendríamos  más cuidado en la forma de expresarnos, sobre todo desarrollaríamos la costumbre de asegurar la comprensión de nuestros mensajes. Si lográramos hacer eso, nuestro trabajo y por consiguiente nuestra vida personal se verán rápidamente recompensados.