martes, 25 de septiembre de 2018

O ME MANTENGO AL DÍA, O PROFUNDIZO


Despierto y siento que me pongo en contacto con el mundo. Corrijo, con mí mundo. Hasta ahora todo marcha bien. Me levanto y el frio escala por la planta de los pies, un atisbo a través de la ventana y ahí está, atento a nuestra cita el brumoso amanecer, siempre llegando antes que yo.

Después el baño y la idea de un aromático café que me tomaré más tarde. Quisiera prolongar este momento, pero ahora, me es imperativo entrar en contacto con el resto del mundo, cierro los ojos, me concentro, respiro hondo y me lanzo por el tobogán de la información.

Tomo el smartphone o cualquier aparto similar y apenas me identifica, los titulares llenan el espacio compitiendo por robar mi atención, fecha y hora se hace a un lado como pasando a segundo término. 

Luego viene el clima y el pronóstico por si seguimos vivos los próximos días, luego las notificaciones de todo aquello que no es urgente, pero conviene estar al tanto. Después los mensajes colectivos y personalizados.

Enciendo la radio o la televisión, los locutores me piden que me quede con ellos durante las próximas horas. Ahora los titulares además se infiltran por mi oído, me prometen que más tarde abordarán cada tema con más calma y en compañía de un experto, ahora lo importante es estar informado. 

En un momento de lucidez, me apeno al ver que me estoy llenado de noticias internacionales pero desconozco si mi familia ha amanecido con bien.

Ahora los comerciales son quienes robar mi atención, me invitan a comprar y a pensar que son los mejores, me dicen que con ellos podré solucionar un problema que no tengo. O que quizá si tengo y me dejan pensando.

Luego me dan el resultado de los juegos de anoche y las fechas de los próximos partidos, con sus pronósticos, estadísticas y las más recientes declaraciones. Luego el acontecer político que es como una repetición del siglo pasado con un nuevo reparto de actores y de activos. 

Ahora vienen los espectáculos con toda su carga de morbo y frivolidad. Y para esta hora ya estás atendiendo pendientes laborales, de clientes y proveedores, citas en persona, llamadas y  correos. 

Ahora lo urgente se revuelve con lo importante y todo ello con lo trivial.

¡Basta! No sé ustedes, pero yo renuncio al exceso de información.  O me mantengo al día o profundizo en lo que me interesa. Y la verdad prefiero ensayarme en lo segundo que convertirme en depositario de toda la basura informativa que me quieran echar.

Cada vez valoro más el silencio y el tiempo dedicado a la reflexión. Me declaro a dieta de información chatarra.  Renuncio a dejar mi tiempo en las redes sociales viendo vidas ajenas y en los titulares de los periódicos con noticias que no son de mi interés. Perdón si no le doy un “like” a sus publicaciones, la verdad es que hace tiempo que no me detengo a verlas.

Profundizar en lo que nos importa, es ir más allá del primero y segundo pensamiento, es consultar algo más que un twiter, es contener el primer impulso y pensar dos veces antes de hablar o actuar, es investigar más allá de Wikipedia y Google, es también reflexionar, preguntar, debatir, argumentar, entrevistarse con quien sabe más que uno, y sobre todo, es estar dispuesto a aprender.

Digamos que me place más leer un libro, que pasar la vida viendo portadas.

4 ESCENARIOS PARA MÉXICO.

Después de un largo período de descanso, para ustedes de mí, por supuesto.  Me reporto para hacer algunos comentarios.

Con 7 meses transcurridos de este pintoresco 2018. Puedo ver que después de un intenso primer semestre que llenó de especulaciones a la opinión pública y de rabia y pasión a muchísima gente, el mes de julio transcurrió sin pena ni gloria, pero sobre todo, sin revueltas ni sobresaltos a consecuencia de los resultados electorales.  Digamos que el ejercicio de democracia del que muchos millones fuimos parte el 1 de julio, dejó tranquilos a la mayoría y resignados a los demás.

Debo reconocer que producto de la votación, los próximos 6 años seremos gobernados por alguien que jamás ha sido Santo de mi devoción. Sin embargo, debo decir también, que desde que tengo edad para votar, es la tercera vez que me pasa lo mismo.

Sin embargo, aún con los cambios que se avecinan en el entorno; no sé ustedes, pero yo debo seguir trabajando para mantener a mi familia. Así que espero que nuestro próximo presidente, efectivamente genere las condiciones para que nuestro país sea cada vez más seguro y con mejores oportunidades para todos.

Aquí pueden suceder 4 escenarios. El primero, que las condiciones generales del país mejoren, lo cual sería muy bueno, pues nos permitiría a cada uno seguir haciendo lo que hacemos pero dentro de un entorno más favorable. Créanme que es lo que más deseo y si eso sucede, seré el primero en reconocerlo, pues lejos de pretender ser un crítico ácido, esperando la pifia o el error del adversario para  decir “se los dije”, me considero un simple observador del momento, atento a lo que venga, y esperando que lo que venga sea lo mejor para todos.

El segundo: Que las condiciones del país empeoren, y que el gobierno gaste 6 años buscando chivos expiatorios para fincarles responsabilidades y cobrar venganza al estilo de la vieja escuela política, (ni tan vieja), “si no eres de los míos, estás contra mí” y mejor te meto en la cárcel lo que dure le sexenio para que no andes haciendo travesuras. Este caso sería terrible, pues se agravarían las condiciones de seguridad, corrupción, economía, desempleo, educación, delincuencia, etc. Y por si eso fuera poco, se generaría un desencanto en el 53% de la población votante que nos llevaría a una depresión colectiva o a una guerra civil. (Y 2 sexenios seguidos con desencantos presidenciales se me hace que no los aguantamos).

El tercer escenario: Que las condiciones del entorno nacional permanezcan igual a como están ahora.  Y si esto ocurre, como en el escenario anterior, seguramente habrá oradores que exalten los motivos y pretextos que justifiquen el por qué las cosas están igual que antes, sin que sea culpa del gobierno en turno. Debates de unos y otros al por mayor; haciéndoles el caldo gordo a los medios de comunicación, mientras los nuevos militantes de Morena (o sea casi todos), se terminan de dar cuenta que no es lo mismo estar en campaña que estar gobernando, echarán de menos los aplausos y recordarán su viejos tiempos engrosando las filas del PRI al son de “Aquí todo sigue igual, como cuando estabas tú”.

Trabajemos por un México más fuerte y más competitivo. Hagamos que nuestro país comience a trazar una nueva historia, pero que sea una historia de trabajo y de orgullo. Donde el esfuerzo se transforme en bienestar para nuestras familias y nos sintamos libres de ejercer nuestro oficio en un país seguro y confiable, con instituciones fuertes y transparentes donde la corrupción sea cosa del pasado, de un pasado que nos avergüence y nos obligue a mirar en otra dirección.

No son quimeras, es una realidad a la que podremos aspirar, cuando seamos conscientes de que los problemas de nuestro país no radican sólo en tener un gobierno sin valores, si queremos convertirnos en una mejor sociedad, todos debemos responsabilizarnos de nuestro propio actuar.

Casi lo olvidaba, el cuarto escenario… aquel donde las condiciones se mejoren para unos y se empeoren para otros… sólo que ahora, la variable será conocer quiénes son los “unos” y quiénes son los “otros”... es otra forma de decir: “lo mismo de siempre”.