miércoles, 22 de junio de 2016

La Dieta de la Lógica

Aclaro que no soy médico, ni nutriólogo, ni nada por el estilo, las recomendaciones aquí vertidas las he probado personalmente y puedo decir que a mí me funcionan cuando me apego a ellas. Si por el contrario usted es de las personas que hacen dietas pero las rompe a cada rato, olvídelo, no habrá dieta que le ayude a llegar al peso o estado de salud que quiere.

Aquí se vale comer de todo, en esta dieta todos los alimentos están permitidos, lo único que debe poner atención es en la cantidad de lo que ingiere y la periodicidad con que lo hace. Comencemos 
con los ejemplos.

¿Puedo comer frutas? – Si, pero como tienen mucha azúcar, no pretenda comerse una papaya entera un día y dejar de comer fruta el resto de la semana.  Coma fruta todos los días pero no se exceda, digamos, el equivalente a 2 tazas máximo y sólo por las mañanas y preferentemente acompañadas por ejemplo de yogurt, almendras, nueces, etc.

¿Puedo comer verduras? – Si, todas las que guste, y mientras sean tomates o verduras de color verde,  puede comer todas las que quiera a la hora que quiera. Con las de otros colores, modérese al igual que con los aderezos. Pruebe las verduras solas o con limón y chile, verá que también saben bien.  Y si no hay más remedio que usar aderezo, pues por lógica, póngale lo menos que pueda.

¿Puedo comer proteínas como carne de res, cerdo, pollo o pescado? - Claro, además son necesarios para que tener energía, pero siempre será preferible las carnes blancas que las rosas o las rojas. Y si es de los que le gusta la grasa pegada al hueso y los tacos de tuétano, por lógica evítelos o literalmente hágalo lo que dice el dicho: “Una vez al año, no hacen daño”. Pero sólo una vez al año, relaciónelos con su cumpleaños o con el cumpleaños de algún compadre de esos que les encanta prender el asador.

¿Puedo comer pan, tortilla y frijoles?  - Si, pero sólo por las mañanas, y por lógica, no se pase de 2.  Y si ya desayunó con tortillas y frijoles, ya no los coma durante el mediodía o la noche. Y por si tiene la duda se lo aclaro de una vez:  Si no se comió las tortillas y los frijoles en el desayuno, ya no se los podrá comer ni al medio día ni en la noche. Se tendrá que esperar hasta el siguiente día en el desayuno.

¿Puedo comerme unos tacos? – Por supuesto que sí, a menos que quiera renunciar a sus raíces prehispánicas. Puede ir a los tacos de su preferencia pero póngase reglas, por ejemplo:  Irá a los tacos siempre y cuando lo haga acompañado de su familia. Prohibido ir a los tacos solo o con amigos más gordos que usted. Y una idea más, imagine que usted puede comerse un millón de tacos en toda su vida, qué prefiere, echárselos todos en un par de años, o dosificarlos a lo largo de toda su vida. Bueno pues con esa lógica, no se exceda cuando el taquero le pregunte - ¿algo más, jefe? , -  Así podrá disfrutar de sus tacos favoritos por más tiempo.  

¿Puedo comerme una rebanada de pastel o unas donas? – Por supuesto que sí, es muy desagradable despreciar al cumpleañero. Es decir, sólo lo podrás hacer cuando estés celebrando el cumpleaños de alguien cercano, y por supuesto, siempre y cuando le haya hecho un buen regalo. Y si acompaña sus postres con café o té… por lógica, ya no le ponga azúcar.

¿Puedo comer pizza, hamburguesas, hot dogs, papitas, botana y todo tipo de fritangas? – También puedes, más deberás relacionar este tipo de comida con algún convivio con amigos o en familia en donde se junten a ver una final de futbol o básquet bol, super bowl, serie mundial o algo por el estilo.  Pero dijimos “una final” no el partido de cada semana. Es decir, tendrás que relacionar este tipo de comida insana con algún deporte importante, no importa si lo practicas o no, lo importante es que este tipo de chatarra sea esporádica.

Y qué pasa si tengo que comer en la calle y no tengo tiempo ni presupuesto para comida saludable. Pues pienso que son pretextos.  Si no tienes más opción, come lo que puedas, pero compensa con una buena alimentación durante las próximas 24 horas.  Ahora que si todos los días tienes la misma excusa y nunca puedes escoger comida saludable, el problema no es la dieta, sino el poco interés de hacer algo importante por ti mismo.

¿Puedo comer dulces, golosinas, mazapán, chocolates, etc.?
Sólo cuando alguno niño te lo ofrezca sin que tú se lo hayas pedido, o cuando te pidan que lo compres para apoyar alguna noble causa. Verás qué pocos vas a comer.

¿Puedo comer papas fritas u horneadas con queso, mantequilla y crema?
Claro, siempre y cuando la combines con igual cantidad de comida de color verde y tomes más agua de la que normalmente tomas.

¿Puedo tomar refrescos o bebidas alcohólicas?
Claro que sí, pero por cada vaso de refresco o cualquier otra bebida industrializada o alcohólica que tomes, deberás tomar un vaso de agua del mismo tamaño antes.  

¿O sea que puedo comer de todo?
Pues si, pero siempre trata de evitar o al menos disminuir lo más que puedas los 3 polvos blancos: sal, azúcar y harina en todas sus presentaciones. Si es imposible hacerlo usa las medidas compensatorias.

¿Qué son las medidas compensatorias?
Nuestro organismo no soporta los excesos, así que por cada uno que tengas deberás autocensurarte comiendo sólo comida saludable las siguientes 24 horas.  Es decir, que si por algún motivo no pudiste aguantar las ganas de comerte media pizza tú sólo, o una bandeja de espagueti con camarones y crema, compensa durante las próximas 24 o 48 horas con comida saludable y sin abusar de las porciones.

También funciona cuando sabes que algún día tendrás un evento en el cual visualizas que vas a comer en exceso.  Prepara tu cuerpo para ese día, toma agua, no recargues tu estómago desde antes, y cuando llegue momento de la francachela, recuerda que es mejor comer con moderación pues siempre será preferible quedar con un poco de hambre, que harto de comer.

Ahora que si todo esto lo acompañas con una rutina de ejercicio… por lógica, los resultados serán mejores: cosas como preferir las escaleras tradicionales a las eléctricas, o a los elevadores no representan un gran esfuerzo y le dan a nuestro cuerpo la posibilidad de moverse más.


Hasta Don Quijote le dice a Sancho Panza en uno de sus capítulos: “Come poco y cena más poco, Sancho,  que en la oficina del estómago, es donde se negocia la salud del cuerpo” 

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domingo, 19 de junio de 2016

Mi superhéroe favorito…

Entre los superhéroe de prestigio, pocos recuerdo que tenga descendencia…
Sólo viene a mi mente Mr. Increíble quien se distinguía por ser el guía de una familia entera de personas con poderes especiales. Bueno, pues él es mi superhéroe favorito.
Reconozco que a veces quisiera tener la vista especial de Superman, para poder leer lo que hay detrás de esas miradas que me lanzan mis hijos y saber lo que piensan.
También por momentos quisiera tener la elasticidad del Hombre Araña para poder seguirles el ritmo a mis pequeños cuando me piden que juegue con ellos.
Por momentos quisiera tener la velocidad de Flash para llegar a casa con ellos cuando estoy atorado en la oficina o en el tráfico de la ciudad.
Y por qué no decirlo, con frecuencia quisiera tener la fuerza de Hulk, para poder controlar mi carácter y mi temperamento cuando la paciencia se me agota, y los angelitos insisten en ponerme a prueba.
Y ni qué decir de tener el martillo de Thor o el escudo del Capitán América para usarlo cuando me hacen sacar mis más bellos sentimientos haciéndome enojar.
A veces también quisiera tener todos los recursos que tiene Tony Stark, es decir Ironman, para... (Bueno, es obvio).
Pero la verdad es que no tengo ninguno de esos poderes. De todos ellos lo más parecido que tengo de un superhéroe es la panza de Mr. Increíble. y no me da mucho orgullo reconocerlo. Ah pero hay algo más…, también como él tengo a la familia por la cual; como muchos papás, hago todo lo que hago.
Que bueno que Batman o Supermán o cualquiera de ellos tengan súper poderes, la verdad es que sin ellos, los pobres no serían nada. Yo estoy seguro de que si supieran lo que es la fuerza del amor filial, reenfocarían sus caminos y en vez de andar salvando al planeta, se avocarían a tener hijos.
Feliz Día a todos los papás, especialmente a los que, no se han conformado con tener hijos, sino que se preocupan cada día por darles lo mejor de si mismo.

jueves, 16 de junio de 2016

"10 AÑOS no son nada... son todo" LA LLEGADA DEL SEGUNDO HIJO (Capítulo XXXIII)

Querido Pablo, por algún motivo involuntario me brinqué este capítulo que debió haber ido seguido del que se intitula, “El Segundo Embarazo” pues se refiere precisamente al momento en que nace el segundo hijo, es decir, el hermanito del primogénito.
Cada vez que un nuevo miembro llega a la familia, es como si a un balancín se le colgara un pendiente nuevo, el móvil que guardaba perfecto equilibrio se desbalancea y tarda un rato en encontrar nuevamente su punto de reposo.
¿Te preguntarás qué pasa con los padres cuando esto ocurre? Te contaré, querido hijo. Por un lado los papás tenemos al hijo mayor demandando toda la atención del mundo; pues siente que su reinado está llegando a su fin, y por otro lado tenemos a la mamá en su segunda experiencia gestacional que ya sabe lo que le espera, y que cada vez se siente más cansada e incómoda de llevar en su vientre al anhelado hermanito, a quien ya no está segura si prefiere verlo nacer o seguirlo cuidando adentro.
Es típico que los padres durante todo el embarazo hacemos nuestro mejor esfuerzo por explicarle a nuestro primer hijo que va a tener un hermano y que eso es bueno. El primogénito, (dependiendo de la edad que tenga) por un lado estará contento de tener alguien con quien jugar, pues en su mente asume que le va a llegar un hermano del mismo tamaño que él y por lo tanto será divertido, pero por otro intuye que la atención de los padres se va a dividir, y por si las dudas los va poniendo a prueba durante los últimos meses demandándoles en extremo su atención y haciéndoles espectaculares berrinche en los sitios más inesperados, como para que vayan viendo de lo que se va a tratar…
Es obvio, a nadie le gusta sentirse desplazado, y menos por sus propios padres. y eso es precisamente lo que siente el hijo mayor conforme se va acercando la fecha del nacimiento del que a estas alturas ya adquirió el calificativo de innombrable…
Finalmente llega el día, para empezar al hermano mayor lo manda a casa de alguna tía, de los abuelos o con algún compadre para que lo cuide mientras toda la familia (menos él) se van al hospital a recibir con bombo y platillo al nuevo miembro.
Nace el hermano y generalmente ese día y el siguiente, mamá no duerme en casa. ¿Cómo pretendemos que el hijo mayor no se sienta desplazado, si tiene argumentos suficientes para sentirse incluso sustituido?
Bueno, pues no hay receta capaz de aliviar semejante desplazo, salvo que al hermano mayor, le hagamos valer su primogenitura y lo hagamos partícipe de todo lo que tiene que ver con el recién llegado. Una vez que las condiciones de salud y cuidados lo permitan, debemos llevarlo a que conozca a su hermano menor, (no se sorprendan si acaso le parece poco interesante), permitirle que lo digiera, que lo vea, eventualmente que lo cargue, que lo arrulle, que ayude a bañarlo, etc. Todo el tiempo sin correr riesgos y hasta donde sea posible.
Los padres, por su parte, también tendrán que acostumbrarse al recién llegado, y será muy útil recordar que en la etapa, los bebés no demandan tanto tiempo, pues a esa edad no juegan, ni interactuan con los mayores, no hacen gracias, ni piden que los lleves a pasear, casi casi, son de ornato. Ahí los pones y allí se quedan. En circunstancias normales los recién nacidos sólo comen, duermen y exigen que los mantengamos limpios. Por lo tanto, todo el tiempo sobrante, no duden que deberán emplearlo en brindarle atención y cuidados a nuestro hijo mayor.
Es importante que el hijo mayor perciba que la llegada del hermano fue para mejorar la armonía familiar y no a empeorarla, pero es importante que esa mejoría sea palpable para él, porque si solamente es palpable para los pares, no habrá poder humano que justifique la presencia del hermano menor en la mente del hijo mayor. Es decir, que aunque no lo diga, puede llegar a sentir que la vida era mejor cuando nada más eran tres.
En la dinámica familiar, es muy recomendable solidarizarnos y tratar de empatizar con el más débil. Entendiendo por empatizar, como el acto de comprender los sentimientos de la otra persona, y no la tan llevada y traída frase de “ponernos en sus zapatos” eso además de ser imposible, no suele servir de mucho. Lo que en verdad ayuda a la relación familiar es comprender los sentimiento de los demás y en este particular caso, los de nuestro primer hijo, pues será (incluso más que el recién llegado bebé) quien requiera mayor apoyo emocional y por qué no decirlo, mayor cariño de sus padres. Así entenderá que con la llegada del hermanito, hasta él salió ganando.

miércoles, 8 de junio de 2016

El Día Más Feliz de mi Vida

Hace un par de semanas, fui con mi esposa y mis hijos a dar un paseo en bicicleta en el parque metropolitano de nuestra ciudad. El total del recorrido me costó $ 25.00 por cada bicicleta y fue suficiente para dejarnos a todos con la lengua de fuera.

Cuando terminamos el recorrido, mientras nos reponíamos del cansancio disfrutando unas paletas de hielo, mi hijo de 8 años me dice: 
- Papá, este es el día más feliz de mi vida.
-       -   ¡Que bueno!, hijo – lo dije con una sonrisa sorprendido por aquella declaración que en principio me pareció exagerada - qué gusto me da que te estés divirtiendo, yo también estoy muy contento. – terminé de decirle mientras lo abrazaba.

Luego pensé,  ¿Con qué poco esfuerzo se puede lograr tanta felicidad en un niño?, a tal grado que sienta que un paseo en bicicleta con su familia es suficiente para hacer de ese día el día más feliz de su vida. Seguro se debe a que es un niño y con su corta edad, no sabe lo que dice…, reconozco que llegué a tener  ese arrogante sentimiento.

A pesar de que el comentario duró poco, la verdad es que tardé mucho rato en poder quitarme de la mente eso de “el día más feliz de mi vida”.  El tema lo seguí pensando un par de días más, y llegué a la conclusión de que para mí, aquel domingo también fue el día más feliz de mi vida. Y todo por una sencilla razón.  Es verdad que en la vida, he pasado por momentos felices, como cuando nacieron mis hijos, o el día de mi boda,  mi graduación,  o cuando recibí un reconocimiento, etc. es cierto, todos esos días me sentí feliz, y quizá fueron los más felices de mi vida hasta ese entonces.  Pero también es cierto que el domingo aquel, no lo cambio por ninguno de los días anteriores, pues salir con mi familia a dar un paseo en bicicleta, donde puedo ver a mis hijos y a mi esposa sanos y divertidos, no requiere nada más para que yo pueda decretar que también para mí, aquel domingo, ha sido el día más feliz de mi vida.

Quizá jamás he hecho nada tan relevante como para declararlo como el día más feliz de mi vida, o tal vez la vida me ha dado un hijo filósofo, pero no creo, es más probable que mi soberbia de adulto me haya hecho creer que lo sé todo, cuando en realidad sobre las cosas importantes, a veces uno no sabe nada y por lo mismo no valora uno lo que tiene. Esta experiencia me hizo ver que la vida me ha dado tanto a cambio de tan poco… que más me vale sentirme agradecido y evitar volver a juzgar a mis hijos sin antes recordar que los niños y los borrachos siempre dicen la verdad.

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jueves, 2 de junio de 2016

"10 AÑOS no son nada... son todo" LA CONVIVENCIA CON NIÑOS DE 7 A 10 AÑOS. (CAPÍTULO XXXII)

"10 AÑOS no son nada... son todo"
LA CONVIVENCIA CON NIÑOS DE 7 A 10 AÑOS.
(CAPÍTULO XXXII)
Cuando los hijos llegan a los 7 años o más, la interacción con ellos puede llegar a ser fascinante. En esta etapa los niños pueden razonan las cosas que les decimos de un modo muy similar a como lo hacemos los adultos, salvo que siguen conservando una buena parte de su inocencia, y que evidentemente hay muchos temas de los cuales todavía no están bien enterados pero; también hay que decirlo, ya empiezan a sospechar de todo. Por lo mismo, será de suma importancia que nuestros canales de comunicación con ellos sean directos y libres de toda interferencia.
Es importante entender que nuestros hijos tendrán ganas de charlar de ciertos temas aunque nosotros no queramos, y si nosotros no estamos atentos a sus señales de información, ellos buscarán a alguien con quien hablar de lo que a ellos les interesa.
Recuerdo un festival de globos, donde nos tocó presenciar cómo fueron liberados simultáneamente más de cien globos de helio, todos rojos y con un cordel colgando. Ante aquel espectáculo, inocentemente le dije a mi hija, - ¿Ya viste?, hija, parecen cerezas voladoras – a lo que tajantemente me contestó - Claro que no, papá, parecen espermatozoides. – dejándome por supuesto con la boca y los ojos bien abiertos.
Esos destellos de conversación son alertas que nos dejan claro cómo piensan y como se sienten.
Difícil edad suele ser de los 7 a los 10 años, pues aquí comienzan a distinguirse de otros niños más pequeños y comienzan a entender que a pesar de que siguen siendo niños, no son iguales que los que tienen 3, 4 o 5 años. Así que comenzarán a ver que en algunos juegos ya no caben, o ya no les es permitido entrar.
Por supuesto que ya también han cambiado los gustos de sus programas de televisión y la música que escuchan.
En esta edad debemos ser muy cuidadosos, pues a pesar de que muchos comentarios parecen comentarios de adulto, sus mentes todavía no lo son, así que debemos cuidar muy bien nuestro lenguaje, nuestras bromas, chistes y comentarios en general cuando estemos con ellos. En ellos la malicia, la doble intención, el albur, o la picardía todavía no está presente. Además así como hay temas que empiezan a preguntar, habrá muchísimos otros que todavía no comprenden, por lo cual debemos ser nosotros quienes nos pongamos a la altura de ellos en cuanto a nivel de conversación, y no esperar que ellos se pongan a nuestra altura, pues lo único que conseguiremos será abrir más la distancia entre ellos y nosotros.
¿Alguna vez nos hemos preguntado, qué pasa por la mente de nuestros hijos cuando están a punto de dejar de ser niños para convertirse en adolescentes? ¿y alguna vez nos hemos tomado la molestia de preguntárselos? Pero no como un interrogatorio, pues estarán de acuerdo en que a nadie nos gusta sentirnos interrogados. Sino más bien como un acercamiento para que ellos sientan la confianza de podernos compartir lo que piensan.
Para ello, necesitamos ser nosotros quienes demos el primer paso involucrando a los hijos en nuestra vida diaria, en nuestros sentimiento, en nuestras decisiones, en nuestro día a día. Que no sólo seamos el proveedor o el chofer que los lleva y los trae a sus actividades, o el genio de la lámpara que les concede sus deseos y el verdugo que les cumple sus castigos, eso no tiene ni chiste ni mérito. El reto es involucrarlos en nuestra vida pero de verdad, en nuestras conversaciones, en nuestras actividades, en nuestras reflexiones, compartirles lo que sentimos y lo que pensamos y el por qué hacemos las cosas de cierta manera, o por qué es importante tener prioridades en la vida, así ellos verán que somos seres humanos con defectos y virtudes, que los podemos entender y orientar si nos dicen las cosas, y con nuestro ejemplo para ellos será más fácil aprender a compartirnos lo que sienten y lo que piensan.
Existe otra característica típica de esta edad, aquí es cuando llega el momento en que tus hijos comienzan a saber más que tú sobre algunos temas, y te darás cuenta de cómo son capaces de resolver situaciones sin tu ayuda, y realizar algunas actividades incluso mejor que tú. Es importante comprender que nuestros hijos se empiezan a hacer grandes, y que como tal merecen ser tratados. Así como en ellos ya no son aceptables los berrinches o las rabietas, en nosotros tampoco será funcionales los regaños y las nalgadas como cuando tenían 3 años. Habrá que aprender a acercarnos a ellos, sin juzgarlos ni echarles la culpa de sus reacciones. Sin estarlos vigilando ni hacer que se sientan acosados o que los queremos seguir controlando en todo. Aquí llega el momento en que vamos a ver qué tan bien hemos hecho nuestro trabajo como padres, y qué tanto hemos sido capaces de enseñarles a respetar a los demás, a hacerlos responsables de sus cosas y de sus obligaciones incluso sin nuestra supervisión.
Nuestra tarea como padres, es bien sabido que jamás termina, pero constantemente está sufriendo ligeros ajustes, pues nuestro rol para con ellos va cambiando conforme van creciendo. No olvidemos que en esta relación los adultos somos los padres, y no seamos injustos ni soberbios al pretender que nuestros hijos son los que viven en el error y que nosotros siempre tenemos la razón. Una relación sana entre padres e hijos depende de ambos, pero definitivamente los adultos tenemos una mayor responsabilidad y se supone que mayor control en el éxito de dicha relación.
Así como ellos irán aprendiendo a ser buenos hijos, también nosotros iremos aprendiendo a ser buenos padres. Más si algo puedo recomendar en pro de esa relación sana y fuerte, es que les demos a nuestros hijos, lo mismo que queramos recibir de ellos: ¿Quieres que te respeten?, respétalos. ¿Quieres que te demuestren su cariño?, demuéstraselos tú primero. ¿Quieres que hablen bien de ti cuando no estés?, habla bien de ellos siempre.
Quizá nuestros discursos los recuerden por un tiempo, pero la forma como los tratemos y como los hagamos sentir, la van a recordar toda la vida.


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