miércoles, 26 de octubre de 2011

Reseña campirana




Reseña Campirana

A 185 km de Guadalajara, viajando por la libre a Puerto Vallarta, se encuentra el pueblo de Mascota, Jalisco.  120km de curvas que obligan al conductor a no desviar la vista de la carretera.  Esto significa a que el contenido del itacate se debe consumir antes de pasar Ameca, porque después de este punto, comer y conducir equivale a jugarse el pellejo.

Cruzamos el pueblo y tomamos “una veredita alegre… ” En un santiamén estábamos instalados en la hacienda donde pasaríamos el fin de semana. Desde nuestra llegada hasta nuestra partida fuimos atendidos por Alonso, Martha y Vero, tres amables trabajadores del lugar que hacían de todo. Desde ensillar un caballo hasta preparar un machacado con huevo, o llevarte toallas extras a la habitación. Gente trabajadora y sencilla a más no poder.

Lo primero que me sorprendió al llegar, fue que éramos los únicos huéspedes en la hacienda, después llegaron varias parejas de jóvenes en busca de aventuras extremas. Yo les propuse rentarles a mis hijos durante todo el día, pero me dijeron que no era para tanto. El caso fue que al principio,  además de los tres trabajadores y nosotros, en el lugar solo había vacas y caballos sueltos y pastando a la orilla de nuestro cuarto.

Desde cualquier lugar contemplábamos parcelas alrededor y montañas en el horizonte, el color verde predominaba en el paisaje, la bruma se sentía en el ambiente y de las montañas veíamos descender la niebla sobre la torre de la iglesia  y los tejados del pueblo.

De la cocina me llegó el aroma del café de olla recién hecho, pedí uno y me trajeron una jarra, y después otra. Me suministraron café durante todo el fin de semana. Hace tres días que llegamos a Guadalajara y todavía estoy meando café´. Qué razón tenía el ranchero cuando dijo “el problema no es lo diurético, sino lo que te hace ir a mear”

Anocheció y con la oscuridad algo llamó nuestra atención en el jardín: -¡Luciérnagas! – mis hijos no las conocían y yo tenía más de 20 años de no ver una.  Pasamos un buen rato contemplando el espectáculo fluorescente. Yo con eso me hubiera dado por bien servido, sin embargo, el fin de semana nos deparaba más sorpresas.

Camino a nuestro cuarto, un ratón cruzó frente a nosotros:

-          ¿Ya vio? – le dije a Martha que seguía afanando en la cocina -  Hay un ratón en el hotel.

Martha volteó a verme con un poco de ternura y me dijo:

-          No se le olvide que estamos en el campo, hay muchísimos no se preocupe no hacen nada.

Esa noche me dormí pensando en la cantidad de animales que podían estar pernoctando con nosotros en la habitación. Ahora no estoy seguro si en verdad disfrutaría un safari en Africa, o si un fin de semana en Mascota pudiera ser suficiente.

Desperté pasadas las 7 de la mañana con un plan en mente. Mis hijos sabían que las vacas daban  leche, pero no sabían por dónde, así que no pensaba desaprovechar esta oportunidad.

-          Es hora de ir al establo, arriba todos.

Gilda contestó parafraseando a  Juan Gabriel:

-          “Pero qué necesidad, ¿Para qué tanto problema?” 

-          No hay tiempo que perder, esposa mía,  hoy vamos a desayunar con leche bronca.

Llegamos al establo cuando faltaban cuatro vacas de ordeñar. Vimos todo el proceso y fue entonces cuando mi hija Gaby tuvo una gran idea.

-          Papá, ¿Por qué no compramos una vaca para tenerla en la casa? y así cuando queramos leche nada más la ordeñamos y listo.

Le dije que lo iba a pensar, pero que por lo pronto seguiríamos con el método del galón en el refri. Al principio no estuvo muy de acuerdo, pero luego entendió que un establo no es lo mismo que un cubo de luz.

Dejamos a las vacas y nos fuimos a desayunar. Esta fue otra de mis partes favoritas:

-¿Qué tiene de desayunar, Marthita?

- Le hago lo que quiera, señor 

Gilda me lanzó su mirada de: “ No seas mal pensado concéntrate en la comida”.

-Pues no me decido si machaca con huevo o chilaquiles con frijoles.

- Pues si quiere le preparo las dos cosas y se las sirvo juntas.

- Bueeeeeno, ¿A quién le dan pan que llore?

Para bajar la comida montamos a caballo, (quien bajó la comida fue el caballo, claro está)  mis hijos  me trajeron del trote al galope por más de una hora. Ellos sentaditos en la silla, mientras el que escribe, en ancas. (Recordé al filósofo de Güemes, que decía, “Si dos van en un caballo, a fuerza uno va atrás) Ya sabrán que al día siguiente, me dolía desde las corvas hasta la nuca. Probé, “Voltarén” “Icyhot” y “ultra benque” siendo este último el más recomendable para dolores musculares. También recomiendo  complementar el tratamiento con una pastilla de “diclofenaco” antes de dormir y reposo, mucho reposo, no por gusto sino porque no te queda de otra. Al menos en mi caso, a los dos días me dolían hasta las pestañas.

La segunda noche hicimos una actividad de las más irresponsables que he hecho en mi vida. Soltamos un globo de Cantoya. Se trata de un globo hecho con papel de china, que se eleva con el mismo principio de un globos aerostáticos, usando aire caliente en su interior que se conserva gracias a una llama que arde en la base del globo al momento de elevarse. (Quienes han visto la película de Rapunzel “Enredados” saben de lo que estoy hablando).

El caso es que yo veía  cómo el globo se elevaba llevando esa llama en la base y rezaba para que no fuera a caer en una parcela vecina. De haber sucedido hubiera habido elotes asados para dar de comer a todo el pueblo.  Por otra parte, no me gustaba la idea de imaginarme a un camión de bomberos atravesando 120 km de curvas  mientras mi  familia  y yo escapábamos de un linchamiento  en sentido contrario.

Afortunadamente el globo subió por el aire hasta que se apagó y su luz se extinguió a muchos metros de altura sin ocasionar ningún problema.

Al día siguiente, regresamos a la ciudad sin mácula ni pecado, pero eso sí, bien comidos, bien servidos y al menos yo, repleto de café de olla.

Durante el fin de semana la convivencia familiar fue estrecha y cálida, platicamos, reímos cantamos, comimos y jugamos, sobre todo jugamos juegos de mesa. Cabe señalar que mi hijo de tres años nos ganó casi todas las partidas, que bueno que no apostamos.  A su corta edad se está volviendo un profesional del dominó. Sin embargo, cuídense de jugar con él porque cuando la suerte le es adversa, en cuanto se sabe perdido,  se torna muy serio y  te dice:

 - En este juego no se vale perder.

No sé si la suerte de mi hijo es producto del azar o si lo estoy entrenando en el arte de la irresponsable y la diversión. Quizá algún día, se anime a soltar su propio globo de Cantoya, y entonces sí, va a arder Troya.  




miércoles, 19 de octubre de 2011

Odisea Panamericana

Con un ambiente de júbilo y una ciudad rayando en el caos comenzaron los juegos panamericanos.

Puedo jurar que mi inexperiencia deportiva se puso de manifiesto al no dimensionar el tamaño del evento del cual sería testigo por vivir en la ciudad sede.  Más me ocupaba saber por cuáles calles podía transitar y cuales seguían en reparación a causa de la manita de gato que le estaban dando a la Perla de Occidente.  Más me divertía viendo cómo se construía el estadio de atletismo, la alberca y las canchas de tenis, mientras en el periódico los políticos se daban hasta con la cubeta por tratar de colgarse la medallita y echarle tierra al de enfrente.
Total que por andar procurando el pan de cada día y tener la mente en todo menos en el deporte (Como decía Germán Dehesa, “yo soy más bien de pijama y pantufla”) me llegó la fecha de la inauguración y no compré boletos para nada.  Sin embargo se presentan a la sazón un par de paradojas: “Los boletos están carísimos, pero están agotados” y “Los boletos están agotados, pero las competencias se ven desairadas, hay butacas vacías en todos los estadios” Como dijo Michael Jackson “Aclárenme”

Resulta que los precios oscilaban desde veinte pesos hasta varios miles de pesos. Pero se comenzaron a vender desde abril o mayo cuando los estadios no tenían ni licencia de construcción (No me extrañaría que algunos todavía no la tuvieran, pero de la corrupción hablamos luego).  Y claro, las personas más pendientes del tema fueron las que los apañaron desde los primeros días, mientras uno andaba papando moscas.
¿Qué por qué se ven los estadios medio vacíos? Se debe a que se repartieron una buena cantidad de cortesías a personas “importantes” que a la fecha no recuerdan dónde los guardaron o que simplemente no les interesa asistir. 

Ahora tenemos instalaciones nuevas que fueron terminadas “justo en la rayita” y eventos que inician luciendo butacas vacías. A mucha gente local también se le durmió el gallo, y no es excusa, pero entiendo la desconfianza de aquellos que pensaron ¿Cómo voy a comprar boletos con tanta anticipación en un estadio que no existe? Bueno, pues ahí está el resultado. Los que no tenemos boleto los vemos en la tele, y los que si compraron ven las competencias parados, porque las graderías tienen un letrero que dice “No se siente, pintura fresca”
No obstante las paradojas, confiando en mi intuición hicimos un par de esfuerzos: Salí con mi pandilla conformada por mi mujer y mis dos vástagos en busca de boletos.  Llegamos a las instalaciones de la alberca panamericana y la regordeta de la taquilla nos dijo:

-          ¡Uy no!, joven, ya no hay boletos...

-          ¿Y entonces porqué está abierta la taquilla? ¿Es taquilla, o es tiendita?

-          Pues para las finales ya no hay ni de natación, ni de clavados, ni de nado sincronizado, ya nada más tengo poquitos de las eliminatorias de waterpolo

-          ¡En serio! – le dije – yo siempre soñé con ser waterpolista. Véndame cuatro.

Mi mujer se me quedó viendo con cara de “A ti ni te gusta nadar, no mientas delante de nuestros hijos, ni le estés coqueteando a la gordita” (es increíble todo lo que se puede leer en la mirada de una mujer) (especialmente en la mirada de tú propia mujer).
Confiado en mi buena suerte, unos días después volví a convocar a mi pandilla y les dije, ahora vamos por los de gimnasia, de una vez conocemos el estadio.

Pues si lo conocimos, pero por afuera.  El primer desafío fue encontrar estacionamiento, pues los “viene viene” tienen acaparada la zona y más que tarifa, parece que cobran predial.
Llegamos al estadio y la fila en la taquilla pasaba de treinta personas. El sol caía a plomo sobre el pavimento, me acordé de mis suegros que viven en Monclova y pensé “Esto durará poco”.  Eran las doce del día, y desde allá alguien  dijo: “Que van a abrir hasta las dos”, para mi esperar dos horas es como hacerle antesala a cualquier político de mediano prestigio. Así que pensé “Si me aguanto dos horas para ver a un funcionario, que no las aguante para ver a las gimnastas, fácil.”

Desplegué una sombrilla color vino tinto que me hace ver muy varonil y dije, - De aquí soy – mi mujer y mis hijos se instalaron en un local de mariscos de los tantos que han proliferado en la zona y desde ahí vieron como me cocinaba a fuego lento. La fila siguió creciendo hasta llegar a la equina, parecíamos formados para el programa de “piso firme” y apenas eran las doce y media.
Dieron las dos de la tarde y otra regordeta salió de la taquilla, (ya conozco el perfil de las taquilleras) a puros gritos nos dijo que le quedaban cuatro boletos de volibol, tres de tiro con arco y ocho de equitación.  Yo pensé, “Si no lo resuelve como la multiplicación de los panes, a esta también la van a crucificar” comenzó el griterío y los empujones. – Hasta aquí llegué – dije mientras tomaba a mis hijos y a mi mujer de la mano y nos fuimos juntos a comer a la sombrita.  

Como  en muchos casos la cultura nacional aflora aunque uno no quiera, aquí algunas notas. Dos costosas bicicletas de ciclistas colombianos que participarían en la justa, fueron robadas dentro de la villa panamericana.
Los participantes del Tae Kwan Do, tuvieron que competir en “tatamis usados” (los tatamis son las colchonetas donde pelean) porque los nuevos se quedaron atorados en la aduana de Manzanillo.  Tristemente nos gana la burocracia.  

Los participantes en bádminton de la selección nacional, tuvieron que jugar con playeras polo verdes, porque sus uniformes no llegaron a tiempo.  (Lo bueno fue que Fábricas de Francia estaba abierta).  Lo trágico fue que para cuando llegaron los uniformes, nuestros connacionales ya habían sido descalificados sin derecho a estrenar uniformes  en la siguiente ronda. Ahora nadie sabe qué hacer con los uniformes nuevos.
Los Panamericanos son las olimpiadas de América. Con todo y sus avatares, me da gusto que México y en particular Guadalajara sean sede  de un evento de proyección mundial. Todos quisiéramos que las cosas fueran perfectas cuando tenemos visitas en casa, pero no siempre es así, estoy seguro de que unos pequeños detalles no pueden opacar tanta belleza que envuelve a nuestro bello país.  

miércoles, 12 de octubre de 2011

No Tolero la Intolerancia

No Tolero la Intolerancia

Aprendí desde pequeño que mis derechos terminan donde comienzan los tuyos.  Aprendí que es conveniente ser tolerante ante las circunstancias y ante los demás,  ya que todos somos diferentes y el mundo no está hecho a la medida de nadie en particular. Por lo mismo resulta más fácil adaptarte al mundo, que vivir esperanzado a que el mundo y la gente se adapten a ti.
Sin embargo y a pesar de esto, cada vez me resulta más difícil encontrar destellos de tolerancia a mi alrededor, dando cabida de manera frecuente a ese nocivo concepto bien llamado intolerancia, que según recuerdo, años ah, recurríamos a él sólo para denostar actitudes de repudio generalizado como la delincuencia, la violencia, la falta de respeto,  la corrupción, el desorden, etc. Ante eso sí que éramos y seguimos siendo intolerantes.  Pero la intolerancia modelo la que vemos en el siglo XXI ¿De dónde salió?, ¿Quién la parió?

Entiendo que alguien pueda ser intolerante a la lactosa, a la carne de puerco o a los mariscos, pero ¿ser intolerante a los demás porque diferimos en la forma de pensar, en las creencias, en los gustos o en las actitudes?. Reflexionemos si este síntoma es igual que siempre o ya se está pasando de la raya.
La prensa internacional narra dos sucesos recientes:

El primero sucede en Irán, donde una actriz local la condenan a prisión y a 90 latigazos por protagonizar una película donde se critican las políticas de la república Islámica.  (En la  novela “La Catedral del Mar” de Ildefonso Falcones, castigan a una esclava a latigazos, pero eso sucede en el siglo XIV no en el XXI).

En Francia otra mujer es arrestada por llevar el rostro cubierto con un burka, tal como lo manda la religión Islámica. Esto debido a que una nueva ley local lo prohíbe y lo condena.
En mi país no se tolera que la selección de futbol pierda un partido, porque ya es motivo de vergüenza y deshonra. Ni pensar que uno de ellos anote un autogol, pues eso tampoco se tolera y sería motivo suficiente para enviarlo al paredón. 

Tampoco se tolera que un militante de un partido político alabe las iniciativas y los programas  puestos en marcha por el partido contrario  y mucho menos que piense que la bancada de enfrente pueda tener una buena idea,  porque ese tipo de libertad de pensamiento es vista como falta de lealtad a la borregada de la cual forma parte y eso no se puede tolerar. 
En Guadalajara, donde los Juegos Panamericanos finalmente son, la ciudadanía no tolera el tráfico en las avenidas, las obras de pavimentación y remozamiento de camellones tardíos por toda la ciudad, ni el derroche de inversión en publicidad con motivo de la celebración. Tampoco se tolera que los precios de la inauguración sean tan caros y que paradójicamente los boletos estén agotados.

En cualquier calle se puede ver a un señor intolerante a la forma de manejar de una señora,  o a la misma señora que no tolera la forma de manejar de otra señora.  También hay gente que no tolera que le limpien el parabrisas mientras el semáforo está en rojo, o que el de adelante no avance si la luz verde encendió hace más de un segundo.
En el supermercado, es fácil ver a gente intolerante a la lentitud con la que cobran las cajeras, o a ver que existen treinta cajas pero sólo están abiertas cuatro. Ni qué decir si al cliente adelante de uno se le ocurre pagar con vales de despensa o regresa un artículo, entonces hay que esperar a que aparezca el supervisor de las cajeras y perder nuestro valioso tiempo, eso definitivamente no se puede tolerar. También somos intolerantes a que el producto que buscamos esté agotado, a que la fruta esté magullada o a que el aguacate no baje de cincuenta pesos el kilo.

En el restaurante, he visto como somos intolerantes a que me traigan una limonada con hielo cuando la pedí sin hielo. A que me traigan la sopa caliente cuando la pedí hirviendo, o a que la cuenta traiga un error (en mí contra claro está, porque si es a mi favor, a cualquiera se le disculpa).
En cualquier lado, escucho la intolerancia a las personas diferentes a uno mismo, que si por gordos, que si por chaparros, que si por chilangos, que si por foráneo (palabra muy de Monterrey), que si porque estudiaron tal profesión, que si porque no estudiaron, que porque son de tal partido, que porque no son de ninguno.

En mi casa, no tolero ver un libro tirado en el piso, un foco encendido que nadie está usando, o un plato con restos de comida con destino a la basura (por eso ya casi soy talla 38).
La intolerancia nos tensa y nos cansa.  Como si trajéramos un filtro en nuestros ojos, que sólo nos permite ver aquello que nos molesta. La intolerancia, no es otra cosa que el vacío que ha dejado la tolerancia, esa preciosa virtud que nos permite comprender antes que exigir ser comprendidos y que nos hace escuchar antes que pedir ser escuchados.


miércoles, 5 de octubre de 2011

De Toros, Toreros y Diputados…

A mí me encanta la fiesta brava, lo declaro de una vez. Sin embargo ayer me reprendió un orgulloso tapatío diciéndome:

- Estoy muy molesto con los diputados de tu tierra.

- Ah chinga´o,  ¿y eso por qué? – le contesté

                - Es que quieren prohibir las corridas de toros.

- ¿Qué quééé?, pues me uno a su molestia, no faltaba más.

¡Háganme el “fabron cabor… “! Donde y de qué manera me vine a enterar de tal iniciativa. 
Barcelona, celebró el pasado 25 de septiembre su última corrida de toros. La fiesta brava, quedó prohibida en toda la región de Cataluña. (Eso no me sorprende pues los catalanes se han querido independizar del resto de España desde antes de que saliera el primer disco de “Enrique y Ana” y ya no hallan de qué forma manifestarlo). Lo que sí me sorprende es que los toros no se habían enfriado cuando un legislador dijo “de aquí soy” y descongeló una iniciativa que, según los diarios, estaba presentada en Coahuila desde el año pasado.  Yo más bien diría que  “No pueden ver nada, porque todo se les antoja” o “Ven burro y se les ofrece viaje”
Me pregunto: ¿Qué no habrá en el Congreso de mi desértico estado, temas de mayor relevancia y beneficio a la comunidad sobre los cuales sea importante legislar? Me imagino que no, porque si los hubiera, los egregios legisladores seguramente estarían ocupados en ellos.
A mí me gustan los toros y punto. Sin el apasionamiento de decir que el toro de lidia nació para pelear y morir en la arena, en mi caso tampoco es para tanto.  A mí sólo me gusta la fiesta, la fiesta completa, llegar temprano a la plaza y escuchar los pasodobles en los puestos alrededor. Me gusta tomarme una cerveza en el primer tendido y escuchar a la banda tocando “Cielo Andaluz” a las cuatro de la tarde indicando que es hora de partir plaza.  Me gusta ver a diestros con sus cuadrillas, me gusta ver Manolas llevando claveles o luciendo un mantón.
Me gusta el toreo de a pie, con capote y con muleta, me gusta la suerte de varas y las banderillas, me gusta el toreo al alimón y el toreo a caballo.  Me gusta que un caballo se llame Cagancho, que al rojo de un traje de luces se le llame “grana” y al morado, “obispo”.
Me gusta gritar “ooole”, arrastrando la “o” y no “olé”, con acento en la “e” como se grita en España (Gabriel Zaid, lo explica muy bien en su libro “Cómo leer poesía” donde dice que la nuestra es una palabra nueva gracias a la creación de un nuevo modo de torear, lento, sensual, prolongado, como una eyaculación retenida, que fue surgiendo en México y cuajó por el arte de Silverio Pérez). Me gusta ver a la gente ondeando pañuelos blancos pidiendo orejas y rabos para el matador y me gusta ver al juez de plaza soportando toda clase de gritos que surgen  generalmente de la raza de sol.
Me gusta el “Soliloquio de un Toro Viejo” de Andrés Z. Barba, y me gusta Javier Solís cantando “La Suite Española” de Agustín Lara, disfruto tocar las castañuelas al ritmo de “Españolerías” y de “España Cañi”. Me gusta el chiste del becerro que le dice al toro viejo: - Mira abuelo, en aquella pradera se ven muchas vacas, ¿Qué tal si corremos y nos cogemos una?  Y el toro viejo le contesta:   -¿Qué tal si mejor caminamos y nos las cogemos a todas?
Me es difícil explicar la relación que existe entre el placer humano y el sufrimiento animal (creo que está relacionado con el dicho “ojos que no ven, corazón que no siente”).  Sin embargo esa relación la veo en los toros, en las peleas de gallos, en las charreadas, en las carreras de caballos, y con más frecuencia en la cocina mexicana, pues también hay que matar para después saborear una jugosa arrachera, un cabrito (que figurativamente hablando “es como un bebé que muere degollado” pero que sabe delicioso), y lo mismo digo de un pollo rostizado, de un pescado zarandeado, de unos charales, unos chapulines o unos gusanos de maguey, que mueren para nuestro deleite en una sartén con aceite hirviendo.
Pretendo dar ejemplos de cómo el placer humano está íntimamente ligado al sufrimiento animal en muchas actividades, no sólo en los toros. Sin embargo, no quiero ahondar más, no sea que alguien los tome como ideas para nuevas iniciativas de ley. Me arrepentiré de lo dicho si el día de mañana uno de los numerosos adalides legislativos despierta en su curul, empeñado en prohibir una parte de nuestra gastronomía nacional.
Qué bueno que se legisle en México sobre temas diversos, eso lo aplaudo. A mí me encantaría que los temas se pusieran en orden de importancia. Qué tal legislar sobre cómo mejorar la calidad de la educación, el combate a la corrupción, a la impunidad, al nepotismo, como incentivar la inversión y la generación de empleos, cómo facilitar la creación de nuevas empresas.  
En fin, hay gente pa´todo.