domingo, 9 de octubre de 2016

El Carácter, ese intangible, tan tangible…

El carácter es eso que tenemos los seres humanos, que no sabemos dónde empieza, ni dónde acaba, pero que se vuelve especialmente notorio cuando nos falta o cuando lo sacamos en dosis excesivas.
En ocasiones decimos ¡Qué buen carácter tiene, fulano!; refiriéndonos a alguien que acabamos de conocer, cuando lo único que hicimos fue pasar un rato con una persona que nos hizo sentir bien. Tampoco es muy justo acusar de “mal carácter”, a quien por algún motivo vemos “haciendo un pancho” envuelto en cólera, ya que tampoco sabemos (como decía mi abuela) la cruz que viene cargando, o qué lo ha llevado a reaccionar de tal manera ante esa situación.

El comportamiento del ser humano es completamente impredecible. Esta bendita condición de libertad de la que muchos gozamos, nos permite ser buenos o malos como el que más, lo mismo  generosos que avaros, compasivos que crueles, y tan solidarios como individualistas según sea nuestro libre proceder.

¿Quién puede decir que conoce el carácter de otra persona con apenas conocerla, si muchas veces no somos conscientes ni siquiera del nuestro?, porque el carácter es algo que cambia con el tiempo, que se modifica. Se moldea en el mejor de los casos, o se forja de golpe ante una situación determinada.

Ahora bien, tener buen carácter cuando la mar está en calma, ¿Qué chiste tiene?, tener buen carácter con los demás en un ambiente de cordialidad no es una prueba de fuego, ni siquiera un desafío mediano, es apenas elemental educación.  Buen carácter tampoco implica estar siempre de buen humor.  Buen carácter significa que somos capaces de comportarnos y responder con justicia, temple y serenidad y agregaría que hasta optimismo ante las circunstancias que la vida nos presenta.

Un buen carácter se demuestra en las buenas y en las malas, en los momentos de tensión y en las fiestas, en la tempestad y en el sarao, y preferentemente con todas las personas por igual, para evitar ser candil de unos y oscuridad de otros. Digamos que lo mejor de nuestro carácter, es ese intangible que hace que los demás valoren nuestra compañía, por tener la capacidad de saber estar acorde a la ocasión sin perder el control.

¿Cómo se manifiesta la falta de carácter? Acaso con debilidad que nos hace rendirnos antes de intentarlo, acaso con miedo que nos hace huir de lo que nos causa escozor, o con gritos de desesperación ante aquello que nos asusta y que da como resultado más tensión en el ambiente. 

¿Y cómo se manifiesta el exceso de carácter? ¿En verdad existe el exceso de carácter?, ¿O qué es eso que surge de nosotros, que hace que la gente diga “Es una persona de mucho carácter”?, ¿No será como decir que es una persona con un carácter de la pésimo?,  ¿O que se trata de una persona con un carácter tan débil que no es capaz ni de controlarse a sí mismo? 

A mí me gusta pensar en el carácter como una herramienta interna de la que puedo echar mano en cada momento del día, útil tanto en la soledad como en la interacción con los demás. Una fuerza interior que nos ayuda a mantener el control ante cualquier situación, que nos permite pensar con lucidez y tomar decisiones razonadas y no emocionales, o como aquello que nos aflora en forma de disciplina y nos levanta cuando nuestro cuerpo y nuestra mente piden un descanso.


Qué difícil resulta el autodominio, qué complejo es mantener la serenidad cuando las cosas no van bien. Ahí es donde se suele poner a prueba nuestro carácter. Sin embargo que esperanzador resulta saber que una parte de nosotros siempre podrá ser mejor y que la vida cada día nos seguirá poniendo retos para seguirlo trabajando, de nosotros depende querer hacerlo  e intentarlo siempre será un buen principio.