jueves, 29 de marzo de 2012

El sembrador, cosecha lo que sembró

Apenas comenzaba a rasurarme cuando mi hija de seis años entró al baño:
- Papá, ¿te puedo hacer una pregunta?
- Si
- ¿Verdad que cuando alguien hace una promesa la tiene que cumplir?
Me quedé pasmado con el rastrillo en la mano tratando de imaginar qué pensamientos había  a las siete y cuarto de la mañana  en la mente de mi pequeña,  que la llevasen a lanzarme una pregunta de semejante calibre
-          Por supuesto, hija, cuando alguien hace una promesa, debe de cumplirla.
-          Ya sabía, papá, gracias. – lo dijo mostrando una sonrisa chimuela y haciendo mutis.  
¿Cómo es que ya lo sabía?, ¿Cuándo  lo aprendió?,  ¿Qué fue lo que la hizo dudar?  De una cosa si estaba seguro, mi hija entendía el concepto de “Promesa”, entendía también lo que significa  “Cumplir” y por supuesto, entendía  la relación que existe entre ambos conceptos.
Esta simple diálogo con mi hija, me hizo considerar  que por momentos se nos olvida que en nuestra cotidiana forma de vivir, vamos sembrando semillas en todos los campos a nuestro alrededor, donde con el tiempo vemos que los frutos que nos da la vida, no son, sino el resultado de aquello que sembramos tiempo atrás.
Un psicólogo hace tiempo, en una reunión de padres de familia nos explicaba que la inocencia, es esa condición que existe en los niños, que les hace creer  todo aquello que les decimos.  Muy cuidadosos debemos ser los padres en esta etapa de su vida, ya que nuestras palabras, pero sobre todo nuestros actos quedan insertos en su mente como semillas en la tierra  que algún día veremos  germinar.  Se imaginan el peso tan grande que tiene en un niño, las palabras y actos de papá  y de mamá en virtud de lo que estas figuras representan para él, y de lo frágil que es a su corta edad su estructura emocional y mental.
“Vivimos en la era del pensamiento débil” dice David Noel Ramírez Padilla en uno de sus libros.  Una  era en la que queremos todos los mensajes masticados, que no nos demande tener que pensarlos ni meditarlos, que no sea necesario procesar o decodificar aquello que nos quieren decir.  Sin embargo, devaluamos la importancia de meditar temas  que dan sentido a nuestra vida y preferimos navegar cual navíos al garete en vez de definir un destino y navegar en esa dirección.
Hace unos días estuvo de visita en nuestro país, el Papa Benedicto XVI, su recibimiento se dio en un ambiente de júbilo y esperanza.  Para mí la incógnita no era lo que el Papa iba a recibir de los mexicanos, eso era fácil de adivinar:  Miles de personas esperando para verlo, vallas humanas de varios kilómetros por donde iba a pasar, porras, gritos, bailables y canciones, serenatas con mariachi, mañanitas para despertarlo y obsequios propios de la cultura mexicana. Todo eso hubo hasta para llevar.
Sin embargo lo que a mí me interesaba, era conocer lo que el Papa traía para nosotros. Cuáles eran los mensajes que nos iba a dar al pueblo de México y cómo iba a reaccionar el pueblo ante aquellos mensajes.  
Las palabras del Papa fueron sencillas y a la vez profundas, claras y concisas pero cargadas de esencia que enaltecen al ser humano.
El Papa dijo ser un peregrino de la fe, la esperanza y la caridad.
Nos habló de no atemorizarnos ante la maldad.   
Nos dijo que había que vivir  la esperanza en Dios con una convicción profunda, convirtiéndola en una actitud de corazón, en un compromiso concreto de caminar juntos hacia un camino mejor.
Nos pidió que dejemos que el amor de Cristo cambie nuestro corazón, para que entonces nosotros podamos cambiar al mundo.
Nos habló del  secreto de la auténtica felicidad, ese en el que nos aliamos todos los hombres y que es el anhelo presente en el corazón de todos los pueblos, la paz.
Nos habló de que la maldad no se combate con maldad.
Nos pidió que cada uno nos transformemos en sembrador y mensajero de la paz.
Nos recordó que no hay edad para amar y para servir
Nos  invitó a rezar en casa, para experimentarán la alegría de hablar con Dios en familia
Estas y más frases como estas, son frases de las cuales se puede reflexionar, profundizar, compartir y escuchar otros puntos de vista, y ser fuente inspiradora que no tienen más fin que sembrar semillas en el corazón de quienes lo escuchamos.
Pareciera que el Papa con sus mensajes va lanzando las semillas al vuelo sobre un campo de cultivo. Así lo dijo un buen amigo, y la imagen se quedo grabada en mi pensamiento.
En la misa dominical, el Papa nos habló de que la semilla para dar fruto primero tiene que morir para luego renacer a la vida.  Es fácil poder decir cuántas semillas tiene una fruta, pero cuando la semilla muere y vuelve a nacer, nadie puede decir cuántas frutas saldrán de aquella semilla germinada.
Todos somos sembradores, todos tenemos campos de cultivo a nuestro alrededor, lo que crezca en ellos, será el resultado de nuestra siembra y nuestro cuidado.   Quizá con un poco más de conciencia y disponibilidad para escuchar y reflexionar los mensajes que nos llegan de gente como él, algún día  sentiremos la satisfacción de haber sembrado la semilla correcta, esa que nos hará decir lo que Amado Nervo sabiamente escribió : “Cuando sembré rosales, coseché siempre rosas…”

jueves, 22 de marzo de 2012

La paella entre amigos, una velada inolvidable


El primer paso para preparar una paella es descorchar una botella de vino tinto y dejarla respirar.
Recientemente celebramos entre amigos el gusto inconmensurable de querernos tanto, y teniendo como sede nuestra humilde casa decidimos cocinar una paella. Platillo más ceremonioso y espectacular pocas veces se puede degustar. 
El sábado comienza la faena con una obligada visita al mercado de la ciudad, donde obtendremos las costillas de cerdo, los muslos de pollo y los vegetales que a temprana hora suelen lucir frescos, firmes y brillantes.  Pimientos rojos y verdes, cebolla y chícharo son ingredientes fundamentales en este condumio; lo mismo el ajo que el azafrán, penetrantes sabores que aportan lo mejor de sí, para llenar de sensaciones indecibles al más experimentado paladar.
Después la vuelta obligada al mercado del mar. El mejor sitio para adquirir los camarones, calamares, almejas, mejillones, y todo aquello con lo que uno quiera personalizar el guiso.
Ya en casa con los ingredientes a la mano, una copa de tinto bien servida y los amigos que desde temprano van llegando, cada uno con sendas botellas provenientes de diversas regiones vinícolas, es el preámbulo perfecto para iniciar el proceso de elaboración. No sin antes hacer sonar en el ambiente una variedad de música española que va de los churumbeles a la zarzuela, de Plácido Domingo a la Suite Española de Agustín Lara y de vez en vez para consentir a la dueña de la casa, de un éxito de Mecano a una balada de Miguel Bosé.
Mi esposa y yo compartimos el gusto por la cocina,  y bien sabemos que a la hora de preparar los alimentos no hay nada mejor que  un cuchillo profesional bien afilado. Sin embargo, mi linda esposa; que todo lo sabe y todo lo ve, posee uno de los secretos mejor guardados en el territorio nacional, sobre el método más seguro para afilar cuchillos sin que exista la menor posibilidad de resultar herido; sobre todo cuando la ingesta de debidas alcohólicas ha comenzado.  Secreto que estoy dispuesto a revelar so pena de que mi esposa me expulse de la cocina para siempre, o lo que sería peor, que se salga ella y me deje dentro.  Pues bien, el mentado secreto para afilar cuchillos sin correr peligro es el siguiente: “que lo afile otro” y con ese principio en mente me instruyó a que pusiera las herramientas al punto.
Pareciera poca cosa eso de afilar el cuchillo, pero valga decir; para quienes desconozcan el proceso de elaboración de la paella, que para preparar este guiso, es necesario picar todos los ingredientes antes de comenzar a cocinar.
-          ¿También hay que picar el arroz? – me preguntó uno de mis amigos poco asiduo a la cocina.
-          No, mi amigo, el arroz no.
-          ¿Qué no vez que ya viene picado? – dijo el otro para rematar el comentario.
-          Si es cierto, no me había fijado ¡Salud!
Otro secreto importantísimo en la elaboración de una buena paella, se lo debo a mi hermano, quien a base de empeño y dedicación, se ha vuelto prominente organizador de paellas familiares.
-          Dime, hermanote, ¿Cuál es el secreto de una buena paella?
-          El secreto de una buena paella es: que la paguen entre todos
-          Ya en serio
-          Está bien, el secreto es que la paellera esté perfectamente horizontal, para que la cocción sea uniforme. Pero de todas formas lo otro también ayuda.
Pues con todas estas consideraciones, y con la segunda botella descorchada, le echamos la bendición al cazo, y comenzamos a freír calamares, carne de cerdo y muslitos de pollo.  El aceite chisporroteaba por en cima de la paellera y casi alcanzaba a quemarme los brazos mientras bullía sonoramente. Luego llegaron la cebolla y el ajo a inundar de aromas nuestra cocina. La sal y la pimienta no se hicieron esperar, los pimientos se fueron friendo poco a poco y en un rato aquellos ingredientes estaban salteados e integrados.
Aparte hicimos un caldo de pollo y otro de camarón, donde aproveché para cocinar las almejas que una vez abiertas reservé para incorporar casi al final del proceso. Y ya para esta parte la segunda botella estaba casi expirando.
Cuando sendos caldos estuvieron listos y en hervor, los vertí dentro de la paellera con todo y su porción de azafrán. Con este caldo puse el arroz a cocer junto con casi todos los ingredientes y como es costumbre, tapamos la paellera con un paño húmedo a fin de lograr una cocción perfecta.
Minutos antes de que el arroz estuviera en su punto, agregamos los camarones, las almejas y mejillones y los chícharos para que se cocinaran con los últimos vapores emanados del fondo del recipiente, dando con ello los toques finales a la presentación del platillo.
Para esta hora la tercera o la cuarta botella de tinto estaba a la mitad y con vísperas a sucumbir. Honestamente lo mismo daba, ya  la casa entera olía a España. A cada pieza de zarzuela me daba por salir  a buscar  las castañuelas. Los vapores del tinto me hacían imposible distinguiera a Juan Lejido de Miguel Bosé.  Y La Verbena de la Paloma, igual me daba oírla con Plácido Domingo que con  Ana Torroja.
Pusimos la paella al centro de la mesa.  Juan Ruiz de Alarcón la habría descrito como la mesa que aparece en “La Verdad Sospechosa” “A lo italiano vistosa, a lo español opulenta...”.  Y la caterva de locos sentados en corro éramos como una representación del brindis del bohemio en un sábado por la tarde.
Como anfitrión de la casa convoqué a los convocados y poniéndome de pie (haciendo un esfuerzo por conservar la vertical) copa en mano les dije: Brindo por el gusto de ser  y de estar hoy aquí con ustedes.  ¡Salud!
Otro se levantó y al estilo de "Aguirre y Fierro" diría que estaba: “…Desbordante de risa y de contento, nos inundó en la luz de una mirada, sacudió su melena alborotada (es un decir, porque el susodicho está más pelón que peludo) y dijo así con inspirado acento:” ¡Brindo por la paella, que se ve que está con madre! Y comámosla porque si no, se enfría.
Otro quiso seguir el poema y dijo: “Solo faltaba un brindis, el de Arturo”
Y un tercero le contestó: “Pero como aquí nadie se llama Arturo, comamos.”
¡Qué tarde tan espléndida! Qué reunión tan entrañable, comimos y bebimos magníficas viandas, pero sobre todo, compartimos el placer de vivir y de convivir. Declamamos a Benitez Carrasco, a Juan de Dios Peza, a Antonio Machado, a Miguel Hernández hasta fragmentos del Tenorio de Zorrilla parecían hacernos sentir en la Hostería del Laurél.
Luego de muchas horas, la paella se terminó y la reunión también, todo fue un éxito, creo que los principales ingredientes no fueron los del guiso, sino los de la fiesta, es decir,  los amigos y la familia. Quiera Dios que no pase mucho tiempo sin volver a tener otra velada como esa. Mientras tanto, sirva la presente para evitar el olvido.
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miércoles, 14 de marzo de 2012

A los toros en familia


Domingo por la tarde, en lo alto brilla el sol, la plaza ya está llena, por ver al matador… Así comienza una canción de las menos conocidas de Cri-crí.  Y con esa canción en mente, nos hicimos presentes el pasado domingo en la plaza “Nuevo Progreso” de Guadalajara, a presenciar una corrida de toros.  
La fiesta brava es un acontecimiento polémico que a mí siempre me ha gustado. Mi papá diría: “Puede más el vicio que la razón”, y tiene razón,  lo cierto es que el gusto lo heredé de él y hasta la fecha lo disfruto cada vez que piso una plaza.

Con el propósito de saber si mis hijos disfrutarían de aquel espectáculo, en un par de ocasiones les había mostrado videos de corridas de toros y siempre la curiosidad los había mantenido atentos.

Pues bien, la semana pasada llegué a casa y junté a mis hijos y a mi esposa para darles el notición:  - “¿Qué creen? El domingo los voy a llevar a los toros” -  (y enmudeció el palenque).  Los tres abrieron los ojos más de lo normal y no supieron qué decir. - ¿Qué acaso no están contentos?

En eso mi hija de seis años visiblemente preocupada me dijo:

-          Papá, pero yo todavía no se torear – como suplicando que mejor los llevara al cine o a comer un helado.
Le expliqué que ninguno de nosotros iba a torear y que solamente iríamos a ver  cómo toreaban los toreros.  A pesar de que la explicación para mí era obvia, mi niña después de la explicación en verdad, respiró aliviada. 

Llegamos a la plaza y en los alrededores el ambiente ya estaba en su punto: Tortas, tacos y fritangas de todo tipo se ofrecían en venta, así como sombreros, capotes, puros y botas para vino, todo esto al tiempo que la gente caminaba, sonreía, saludaba, fumaba y se disponía a disfrutar de una emocionante tarde.
Entramos a la plaza y ocupamos nuestras localidades, ya para entonces traíamos nueces garapiñadas, cacahuates, gomitas y refrescos, agua de jamáica, papitas, etcétera.

-          ¿Y si un toro vuela y nos cuerna? – preguntó mi hija sintiéndose más vulnerable que ante la pantalla del televisor.

-          Pues si un toro vuela, será un milagro, y no te preocupes por las cornadas, porque aquí estoy yo que soy tu padre, y de algo te he de servir. Mejor escucha qué bonito toca la banda – que al ritmo de un regordete director, ya dejaba escuchar los primeros acordes de “España cañí”

Salió el primero de la tarde y comenzaron los problemas, todo fue que lo puyaran por el morrillo para que la sangre le brotara como un verdadero manantial
Mi linda esposa, que todo lo sabe y todo lo ve, volteó a verme con ojos de pistola y me preguntó

-          ¿Estás consciente de lo que nos trajiste a ver?

La verdad, yo si estaba consciente,  pero no tuve palabras que decir, así que solamente tragaba saliva.
Mi hijo de cuatro años inmediatamente detectó la emergencia:

-          Papá, al toro le está saliendo sangre, que le pongan un curita…

Mi hija por más que quería no podía cerrar ni los ojos ni la boca y mi esposa finalmente me dijo:

-          A ver ahora cómo arreglas esto. Te quiero escuchar dándoles una explicación convincente.

Definitivamente no había manera. Comimos cacahuates y nueces hasta que pasó el tercio de banderillas y llegamos a la faena, todavía el diestro no había dado cinco muletazos cuando ya estaba de nuca sobre la arena. En un inesperado cabezazo del animal el pobre torero estaba con los pies en el aire y hasta la fecha me imagino que no supo ni qué le pasó. 

Mi hija ante el percance decretó lo que yo ya suponía: 

-          Papá, mejor ya no quiero ser torera, ya se me quitaron las ganas.

-          Me parece muy bien hijita, a mi también se me quitaron desde que tenía tu edad.

Apenas salió el segundo toro cuando mi linda esposa sugirió:

-          Creo que es mejor que me vaya con los niños, esto es demasiado fuerte.

-          Pues como ustedes quieran, - les dije - si quieren vean uno más y ya… Niños, ¿se quieren ir?

-          Nooo…  -  contestaron a coro

-          “Puede más el vicio que la razón” bien lo dice mi padre.

Apenas dije eso cuando salieron los picadores en sus aletargados jamelgos. No se habían  puesto todavía en posición cuando el toro ya había prendido a uno de ellos  mandándolo de bruces a la arena con todo y caballo.

-          ¿Quién quiere papitas y refresco? -  Fue lo único que se me ocurrió al momento.

-          Yooo, - gritaron entusiasmados mis hijos.

Y comiendo golosinas y tomando refresco se entretuvieron durante toda la corrida.

Realmente la tarde fue divertida, aunque taurinamente dejó mucho que desear. El matador accidentado no volvió ni por sus tiliches, así que la tarde continuó en la modalidad de mano a mano.

El cuarto de la tarde, apenas salió al ruedo, clavó los cuernos en la arena y con el impulso que llevaba, dio una voltereta que lo hizo caer de espalda para expectación de todos.

Otro toro arremetió contra uno de los picadores de tal forma que caballo y picador se fueron de lado hasta que el primero rodó por encima del segundo. Ese picador debe haber amanecido con dolores musculares hasta en las pestañas.  Afortunadamente y para tranquilidad del respetable, el recientemente apachurrado se levantó por su propio pie, se aupó de nuevo y salió del redondel montado sobre el  que le había pasado por encima. Ignoro si se recuperó o si quedó como para ponerlo en un álbum, lo que si estoy seguro es  que un aplastón de esos, no se tiene todos los días.

La corrida en realidad no fue tan buena. Solo uno de los diestros  logró conjuntar suerte, temple, técnica, valor y mucha pasión. La gente lo ovacionamos y en honor a la verdad salió de la plaza bien aplaudido y con una oreja en la mano. A los otros dos, a más del percance que sufrió uno de ellos, pareciera que les faltó un poco de suerte y otro tanto de entrega, motivo por el cual alguien de entre el público sugirió que las orejas se las cortaran al torero y se las dieran al toro. 

Como es costumbre, la raza de sol no dejó apurar al director de la banda, pidiéndole que no dejara de tocar, y al grito de: “Tócale pinche gordo”, la banda correspondía con alegres pasodobles. Mismos que una vez terminados eran aplaudidos y agradecidos nuevamente por la turba con un sonoro: “Gracias gordo”.

Al Señor Juez, máxima autoridad en el recinto, también le dieron hasta “pa´llevar”, aplausos por sus buenos juicios y mentadas de madre por sus malas decisiones, fueron como en todas las corridas, la sal y la pimienta que manaba de las graderías.

Al terminar el sexto y último toro de la tarde mi hija me preguntó:

-          ¿En verdad este es el último?

-          Sí, mi amor.

-          Gracias a Dios, - exclamó mientras exhalaba un prolongado suspiro.  

Salí de la plaza contento de haber vivido esa experiencia con mi familia, creo que fue debut y despedida, y no me queda duda de que a la próxima me van a mandar solo. Sin embargo, ya les expliqué que lo que ahí se vivió es parte de nuestras fiestas, costumbres y tradiciones.

Finalmente pienso que lo valioso es conocer el mundo a través de experiencias propias que con el tiempo adquiere un valor incalculable, y al final del día es lo único que permanece en nuestra memoria.  

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Gracias a Miguel Hernández, por la corrección ortográfica de la semana pasada. Saludos.

miércoles, 7 de marzo de 2012

El día de la mujer

Pocas cosas suceden diferentes el día de la mujer, al resto de los días.
Laura, por ejemplo, es una mujer que vive en una colonia a las orillas de la ciudad. Allí, no hay servicio de agua potable ni de drenaje, la electricidad fue una promesa de campaña del actual presidente y apenas parece que están por asignarle recursos.  
La casa en donde viven ella, su esposo y su hija de seis años, la tiene que compartir con su mamá, su cuñada y un sobrinito de cuatro años. Solo cuentan con dos habitaciones con piso de tierra y un pequeño patio donde duerme un perro.
Isabel en cambio, tiene su casa en Residencial Lomas de San Fernando. Sus amigas le dicen Nena y cuando se reúnen, suelen platicar de sus planes para vacacionar en el extranjero toda vez que en México ya no se puede ir a ningún lado. Acostumbra asistir diariamente al gimnasio para mantenerse en forma, y aunque de vez en cuando se consiente con antojos gastronómicos, está convencida de que no hay nada como consumir productos orgánicos.
Hoy es día de la mujer, sin embargo Laura no puede darse el lujo de quedarse en casa a celebrar, hay que levantarse antes de que salga el sol, prepararle el lonche al marido, caminar seis cuadras hasta la calle por donde pasa el camión que la llevará hasta el centro de la ciudad, cambiar de ruta y después caminar otras dos cuadras hasta su trabajo. Piensa que si esta vez llega tarde, le van a descontar el día, porque ya sería la tercera vez en lo que va de la semana. A su lado hay más gente esperando el camión, entre ellos uno que siempre le ha inspirado desconfianza por su forma de mirarla.
En el Gimnasio, por su parte, después de treinta minutos en la caminadora y una rutina para pecho y espalda, Isabel está exhausta y no quiere pensar en otra cosa que un buen baño y un masaje. Su Iphone le recuerda que debe estar a tiempo en el desayuno con las amigas de la universidad con las que después de 25 años se sigue juntando cada mes y suspira incómoda tan solo de pensar que tendrá que soportar la plática sosa y frívola de Telma  quien de seguro se la pasará hablando de su nueva cirugía.  
Ya en su trabajo, y gracias a que corrió las dos últimas cuadras, Laura checó antes de que le marcaran retardo, y aunque se sintió aliviada por salvar su jornada laboral completa, tuvo que soportar la mirada lasciva que le dirigió el vigilante en turno cuando la vio llegar.
Laura se fue directamente a la bodega del aseo a sacar sus cosas. Trabaja como afanadora en una oficina de gobierno, tiene que limpiar los baños de hombres y mujeres de los tres pisos, primero  en la mañana cuando llega y después la tarde antes de retirarse.  Está convencida de que una buena actitud, hace que el trabajo se vuelva más sencillo, amable y llevadero. Lleva dos años con este puesto, y eso le ha permitido hacer amistad con muchas personas que trabajan en el mismo edificio.

Cuando salió del gimnasio para ir al restaurante,  Isabel se dirigió directamente al valet parking. Se quitó los guantes y los lentes, tomó su bolso y bajo del auto luciendo radiante. Tres de sus ex compañeras ya la esperaba, y al verla se desvivieron en halagos hacia su nuevo corte de cabello que la hacía ver más joven y delgada.
Laura está cansada lavando el último de los baños de hombres, en ese momento, si saber que dentro del baño había una mujer, entro apurado a desahogar una necesidad de primer grado y la encuentro recarga en la pared tomando un respiro mientras sus manos se apoyan en el trapeador:
-          Perdón, - le digo – no sabía que estaba aquí, ¿puedo pasar?
-          Pásale amigo, no hay pedo, ya voy de salida – me contesta sonriendo reanudando sus actividades, cargando el trapeador con una mano y una bolsa de basura en la otra.
-          Usted siempre anda muy sonriente, Laura.
-          Pues no hay por qué andar triste, compañero, habiendo salud y trabajo, hay que dar gracias a Dios, además hoy es día de la mujer y una tiene que verse bonita – me dice orgullosa de su condición mientras sale del baño.
-          Pues muchas felicidades, que pase muy buen día.
-          Gracias, amigo - alcanzó a decir cuando ya la puerta se cerraba dejándome solo en aquel baño perfectamente aseado.
Isabel terminó el desayuno con sus amigas después del mediodía y se despide apresurada pues debe llegar a la comida que organiza el club de damas de la vela perpetua para conmemorar el día de la mujer, donde ella será la encargada de decir unas palaras inspiradoras sobre el verdadero sentido de ser mujer. Llegó al salón, y el comité de recepción ya la estaba esperando, había flores en todas las mesas y un pequeño detalle como recuerdo para cada una de las invitadas.
Por la tarde, Isabel va de regreso a su casa a bordo de su camioneta saboreando las lisonjas y recordando los aplausos por su intervención. En la avenida principal, la luz del semáforo se torna roja al tiempo de que una mujer intenta cruzar la calle. Isabel abruptamente detiene su vehículo mientras se pregunta cómo es posible que haya gente que se atraviese de esa manera. Por el frente de su camioneta pasa caminando Laura apurada para tomar el autobús que la lleve de regreso a su colonia. Todavía asustada por el rechinido de las llantas al enfrenar, Laura se pregunta cómo es posible que haya gente que maneje de esa forma. Por un instante Isabel y Laura cruzan sus miradas, no se conocen, sin embargo ambas se van preguntando cómo será la vida de aquella otra mujer.  Por un momento se odian y se disculpan. Al fin y al cabo si hoy es día de la mujer,  también es su día.
Felicidades a todas las mujeres, y un beso a las tres que han marcado mi vida: Mi madre, mi esposa y mi hija.