jueves, 29 de marzo de 2012

El sembrador, cosecha lo que sembró

Apenas comenzaba a rasurarme cuando mi hija de seis años entró al baño:
- Papá, ¿te puedo hacer una pregunta?
- Si
- ¿Verdad que cuando alguien hace una promesa la tiene que cumplir?
Me quedé pasmado con el rastrillo en la mano tratando de imaginar qué pensamientos había  a las siete y cuarto de la mañana  en la mente de mi pequeña,  que la llevasen a lanzarme una pregunta de semejante calibre
-          Por supuesto, hija, cuando alguien hace una promesa, debe de cumplirla.
-          Ya sabía, papá, gracias. – lo dijo mostrando una sonrisa chimuela y haciendo mutis.  
¿Cómo es que ya lo sabía?, ¿Cuándo  lo aprendió?,  ¿Qué fue lo que la hizo dudar?  De una cosa si estaba seguro, mi hija entendía el concepto de “Promesa”, entendía también lo que significa  “Cumplir” y por supuesto, entendía  la relación que existe entre ambos conceptos.
Esta simple diálogo con mi hija, me hizo considerar  que por momentos se nos olvida que en nuestra cotidiana forma de vivir, vamos sembrando semillas en todos los campos a nuestro alrededor, donde con el tiempo vemos que los frutos que nos da la vida, no son, sino el resultado de aquello que sembramos tiempo atrás.
Un psicólogo hace tiempo, en una reunión de padres de familia nos explicaba que la inocencia, es esa condición que existe en los niños, que les hace creer  todo aquello que les decimos.  Muy cuidadosos debemos ser los padres en esta etapa de su vida, ya que nuestras palabras, pero sobre todo nuestros actos quedan insertos en su mente como semillas en la tierra  que algún día veremos  germinar.  Se imaginan el peso tan grande que tiene en un niño, las palabras y actos de papá  y de mamá en virtud de lo que estas figuras representan para él, y de lo frágil que es a su corta edad su estructura emocional y mental.
“Vivimos en la era del pensamiento débil” dice David Noel Ramírez Padilla en uno de sus libros.  Una  era en la que queremos todos los mensajes masticados, que no nos demande tener que pensarlos ni meditarlos, que no sea necesario procesar o decodificar aquello que nos quieren decir.  Sin embargo, devaluamos la importancia de meditar temas  que dan sentido a nuestra vida y preferimos navegar cual navíos al garete en vez de definir un destino y navegar en esa dirección.
Hace unos días estuvo de visita en nuestro país, el Papa Benedicto XVI, su recibimiento se dio en un ambiente de júbilo y esperanza.  Para mí la incógnita no era lo que el Papa iba a recibir de los mexicanos, eso era fácil de adivinar:  Miles de personas esperando para verlo, vallas humanas de varios kilómetros por donde iba a pasar, porras, gritos, bailables y canciones, serenatas con mariachi, mañanitas para despertarlo y obsequios propios de la cultura mexicana. Todo eso hubo hasta para llevar.
Sin embargo lo que a mí me interesaba, era conocer lo que el Papa traía para nosotros. Cuáles eran los mensajes que nos iba a dar al pueblo de México y cómo iba a reaccionar el pueblo ante aquellos mensajes.  
Las palabras del Papa fueron sencillas y a la vez profundas, claras y concisas pero cargadas de esencia que enaltecen al ser humano.
El Papa dijo ser un peregrino de la fe, la esperanza y la caridad.
Nos habló de no atemorizarnos ante la maldad.   
Nos dijo que había que vivir  la esperanza en Dios con una convicción profunda, convirtiéndola en una actitud de corazón, en un compromiso concreto de caminar juntos hacia un camino mejor.
Nos pidió que dejemos que el amor de Cristo cambie nuestro corazón, para que entonces nosotros podamos cambiar al mundo.
Nos habló del  secreto de la auténtica felicidad, ese en el que nos aliamos todos los hombres y que es el anhelo presente en el corazón de todos los pueblos, la paz.
Nos habló de que la maldad no se combate con maldad.
Nos pidió que cada uno nos transformemos en sembrador y mensajero de la paz.
Nos recordó que no hay edad para amar y para servir
Nos  invitó a rezar en casa, para experimentarán la alegría de hablar con Dios en familia
Estas y más frases como estas, son frases de las cuales se puede reflexionar, profundizar, compartir y escuchar otros puntos de vista, y ser fuente inspiradora que no tienen más fin que sembrar semillas en el corazón de quienes lo escuchamos.
Pareciera que el Papa con sus mensajes va lanzando las semillas al vuelo sobre un campo de cultivo. Así lo dijo un buen amigo, y la imagen se quedo grabada en mi pensamiento.
En la misa dominical, el Papa nos habló de que la semilla para dar fruto primero tiene que morir para luego renacer a la vida.  Es fácil poder decir cuántas semillas tiene una fruta, pero cuando la semilla muere y vuelve a nacer, nadie puede decir cuántas frutas saldrán de aquella semilla germinada.
Todos somos sembradores, todos tenemos campos de cultivo a nuestro alrededor, lo que crezca en ellos, será el resultado de nuestra siembra y nuestro cuidado.   Quizá con un poco más de conciencia y disponibilidad para escuchar y reflexionar los mensajes que nos llegan de gente como él, algún día  sentiremos la satisfacción de haber sembrado la semilla correcta, esa que nos hará decir lo que Amado Nervo sabiamente escribió : “Cuando sembré rosales, coseché siempre rosas…”

No hay comentarios: