jueves, 22 de marzo de 2012

La paella entre amigos, una velada inolvidable


El primer paso para preparar una paella es descorchar una botella de vino tinto y dejarla respirar.
Recientemente celebramos entre amigos el gusto inconmensurable de querernos tanto, y teniendo como sede nuestra humilde casa decidimos cocinar una paella. Platillo más ceremonioso y espectacular pocas veces se puede degustar. 
El sábado comienza la faena con una obligada visita al mercado de la ciudad, donde obtendremos las costillas de cerdo, los muslos de pollo y los vegetales que a temprana hora suelen lucir frescos, firmes y brillantes.  Pimientos rojos y verdes, cebolla y chícharo son ingredientes fundamentales en este condumio; lo mismo el ajo que el azafrán, penetrantes sabores que aportan lo mejor de sí, para llenar de sensaciones indecibles al más experimentado paladar.
Después la vuelta obligada al mercado del mar. El mejor sitio para adquirir los camarones, calamares, almejas, mejillones, y todo aquello con lo que uno quiera personalizar el guiso.
Ya en casa con los ingredientes a la mano, una copa de tinto bien servida y los amigos que desde temprano van llegando, cada uno con sendas botellas provenientes de diversas regiones vinícolas, es el preámbulo perfecto para iniciar el proceso de elaboración. No sin antes hacer sonar en el ambiente una variedad de música española que va de los churumbeles a la zarzuela, de Plácido Domingo a la Suite Española de Agustín Lara y de vez en vez para consentir a la dueña de la casa, de un éxito de Mecano a una balada de Miguel Bosé.
Mi esposa y yo compartimos el gusto por la cocina,  y bien sabemos que a la hora de preparar los alimentos no hay nada mejor que  un cuchillo profesional bien afilado. Sin embargo, mi linda esposa; que todo lo sabe y todo lo ve, posee uno de los secretos mejor guardados en el territorio nacional, sobre el método más seguro para afilar cuchillos sin que exista la menor posibilidad de resultar herido; sobre todo cuando la ingesta de debidas alcohólicas ha comenzado.  Secreto que estoy dispuesto a revelar so pena de que mi esposa me expulse de la cocina para siempre, o lo que sería peor, que se salga ella y me deje dentro.  Pues bien, el mentado secreto para afilar cuchillos sin correr peligro es el siguiente: “que lo afile otro” y con ese principio en mente me instruyó a que pusiera las herramientas al punto.
Pareciera poca cosa eso de afilar el cuchillo, pero valga decir; para quienes desconozcan el proceso de elaboración de la paella, que para preparar este guiso, es necesario picar todos los ingredientes antes de comenzar a cocinar.
-          ¿También hay que picar el arroz? – me preguntó uno de mis amigos poco asiduo a la cocina.
-          No, mi amigo, el arroz no.
-          ¿Qué no vez que ya viene picado? – dijo el otro para rematar el comentario.
-          Si es cierto, no me había fijado ¡Salud!
Otro secreto importantísimo en la elaboración de una buena paella, se lo debo a mi hermano, quien a base de empeño y dedicación, se ha vuelto prominente organizador de paellas familiares.
-          Dime, hermanote, ¿Cuál es el secreto de una buena paella?
-          El secreto de una buena paella es: que la paguen entre todos
-          Ya en serio
-          Está bien, el secreto es que la paellera esté perfectamente horizontal, para que la cocción sea uniforme. Pero de todas formas lo otro también ayuda.
Pues con todas estas consideraciones, y con la segunda botella descorchada, le echamos la bendición al cazo, y comenzamos a freír calamares, carne de cerdo y muslitos de pollo.  El aceite chisporroteaba por en cima de la paellera y casi alcanzaba a quemarme los brazos mientras bullía sonoramente. Luego llegaron la cebolla y el ajo a inundar de aromas nuestra cocina. La sal y la pimienta no se hicieron esperar, los pimientos se fueron friendo poco a poco y en un rato aquellos ingredientes estaban salteados e integrados.
Aparte hicimos un caldo de pollo y otro de camarón, donde aproveché para cocinar las almejas que una vez abiertas reservé para incorporar casi al final del proceso. Y ya para esta parte la segunda botella estaba casi expirando.
Cuando sendos caldos estuvieron listos y en hervor, los vertí dentro de la paellera con todo y su porción de azafrán. Con este caldo puse el arroz a cocer junto con casi todos los ingredientes y como es costumbre, tapamos la paellera con un paño húmedo a fin de lograr una cocción perfecta.
Minutos antes de que el arroz estuviera en su punto, agregamos los camarones, las almejas y mejillones y los chícharos para que se cocinaran con los últimos vapores emanados del fondo del recipiente, dando con ello los toques finales a la presentación del platillo.
Para esta hora la tercera o la cuarta botella de tinto estaba a la mitad y con vísperas a sucumbir. Honestamente lo mismo daba, ya  la casa entera olía a España. A cada pieza de zarzuela me daba por salir  a buscar  las castañuelas. Los vapores del tinto me hacían imposible distinguiera a Juan Lejido de Miguel Bosé.  Y La Verbena de la Paloma, igual me daba oírla con Plácido Domingo que con  Ana Torroja.
Pusimos la paella al centro de la mesa.  Juan Ruiz de Alarcón la habría descrito como la mesa que aparece en “La Verdad Sospechosa” “A lo italiano vistosa, a lo español opulenta...”.  Y la caterva de locos sentados en corro éramos como una representación del brindis del bohemio en un sábado por la tarde.
Como anfitrión de la casa convoqué a los convocados y poniéndome de pie (haciendo un esfuerzo por conservar la vertical) copa en mano les dije: Brindo por el gusto de ser  y de estar hoy aquí con ustedes.  ¡Salud!
Otro se levantó y al estilo de "Aguirre y Fierro" diría que estaba: “…Desbordante de risa y de contento, nos inundó en la luz de una mirada, sacudió su melena alborotada (es un decir, porque el susodicho está más pelón que peludo) y dijo así con inspirado acento:” ¡Brindo por la paella, que se ve que está con madre! Y comámosla porque si no, se enfría.
Otro quiso seguir el poema y dijo: “Solo faltaba un brindis, el de Arturo”
Y un tercero le contestó: “Pero como aquí nadie se llama Arturo, comamos.”
¡Qué tarde tan espléndida! Qué reunión tan entrañable, comimos y bebimos magníficas viandas, pero sobre todo, compartimos el placer de vivir y de convivir. Declamamos a Benitez Carrasco, a Juan de Dios Peza, a Antonio Machado, a Miguel Hernández hasta fragmentos del Tenorio de Zorrilla parecían hacernos sentir en la Hostería del Laurél.
Luego de muchas horas, la paella se terminó y la reunión también, todo fue un éxito, creo que los principales ingredientes no fueron los del guiso, sino los de la fiesta, es decir,  los amigos y la familia. Quiera Dios que no pase mucho tiempo sin volver a tener otra velada como esa. Mientras tanto, sirva la presente para evitar el olvido.
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2 comentarios:

Conchita Garza dijo...

Relatas de tal manera, que me hace transportarme, y hasta me parece oírte declamar.
¿La receta de la paella es tal cual la describes?, ¿la cantidad de ingredientes es al gusto?
Saludos.

José-Ángel Zubiaur Carreño dijo...

Primeramente deciros (decirles) que en Valencia de España se llama PAELLA a la gran sartén redonda donde se prepara el ARROZ EN PAELLA que, por antonomasia, se denomina "paella".
Segundo, la paella es de origen huertano y se hacía con verduras, pollo y conejo, que era lo que tenían los huertanos a la mano. Ahora bien, admite todo género de "tropiezos". Son muy sabrosas las llamadas paellas mixtas, de pollo, conejo y marisco. Me llamó la atención que en la huerta valenciana los comensales de edad solo comían el arroz y dejaban los "tropiezos" en el medio de la paella, con destino a los perros.
Tercero, el arroz ha de ser de la calidad "bomba", que he visto lo venden por lo menos en León.
Cuarto, la paella ha de estar en horizontal, pero jamás se tapa mientras se hace. Cuando el arroz está casi hecho se separa del fuego y se tapa con periódicos para que con sus propios vapores se termina de hacer. El grano ha de estar suelto.
Sobre los ingredientes, deciros (decirles) también que admite prácticamente todos, si bien ha de tenerse cuidado en el hecho de que los vegetales y el pescado añaden agua al guiso, por lo que es difícil controlar el punto del arroz, que es el ingrediente principal que ha de estar gustoso.
Acerca de las especias, admite muy bien un toque de romero, de pimentón y de azafrán (o colorante para paellas), pero mal el laurel, la nuez moscada, es decir, todo aquello que no comen los conejos de monte.
Por último, hay un dicho valenciano que dice que la paella ha de estar bien llorada, es decir hecha con un fuego de leña, preferentemente de naranjo.
No os bebáis el vino antes, porque no apreciaréis el platillo. En España se canta después de comer.