El primer paso para preparar una
paella es descorchar una botella de vino tinto y dejarla respirar.
Recientemente celebramos entre amigos
el gusto inconmensurable de querernos tanto, y teniendo como sede nuestra
humilde casa decidimos cocinar una paella. Platillo más ceremonioso y
espectacular pocas veces se puede degustar.
El sábado comienza la faena con
una obligada visita al mercado de la ciudad, donde obtendremos las costillas de
cerdo, los muslos de pollo y los vegetales que a temprana hora suelen lucir
frescos, firmes y brillantes. Pimientos
rojos y verdes, cebolla y chícharo son ingredientes fundamentales en este
condumio; lo mismo el ajo que el azafrán, penetrantes sabores que aportan lo
mejor de sí, para llenar de sensaciones indecibles al más experimentado
paladar.
Después la vuelta obligada al
mercado del mar. El mejor sitio para adquirir los camarones, calamares,
almejas, mejillones, y todo aquello con lo que uno quiera personalizar el
guiso.
Ya en casa con los ingredientes a
la mano, una copa de tinto bien servida y los amigos que desde temprano van
llegando, cada uno con sendas botellas provenientes de diversas regiones
vinícolas, es el preámbulo perfecto para iniciar el proceso de elaboración. No sin
antes hacer sonar en el ambiente una variedad de música española que va de los
churumbeles a la zarzuela, de Plácido Domingo a la Suite Española de Agustín
Lara y de vez en vez para consentir a la dueña de la casa, de un éxito de
Mecano a una balada de Miguel Bosé.
Mi esposa y yo compartimos el
gusto por la cocina, y bien sabemos que a
la hora de preparar los alimentos no hay nada mejor que un cuchillo profesional bien afilado. Sin
embargo, mi linda esposa; que todo lo sabe y todo lo ve, posee uno de los
secretos mejor guardados en el territorio nacional, sobre el método más seguro
para afilar cuchillos sin que exista la menor posibilidad de resultar herido;
sobre todo cuando la ingesta de debidas alcohólicas ha comenzado. Secreto que estoy dispuesto a revelar so pena
de que mi esposa me expulse de la cocina para siempre, o lo que sería peor, que
se salga ella y me deje dentro. Pues
bien, el mentado secreto para afilar cuchillos sin correr peligro es el
siguiente: “que lo afile otro” y con ese principio en mente me instruyó a que
pusiera las herramientas al punto.
Pareciera poca cosa eso de afilar
el cuchillo, pero valga decir; para quienes desconozcan el proceso de
elaboración de la paella, que para preparar este guiso, es necesario picar
todos los ingredientes antes de comenzar a cocinar.
-
¿También hay que picar el arroz? – me preguntó
uno de mis amigos poco asiduo a la cocina.
-
No, mi amigo, el arroz no.
-
¿Qué no vez que ya viene picado? – dijo el otro
para rematar el comentario.
-
Si es cierto, no me había fijado ¡Salud!
Otro secreto importantísimo en la
elaboración de una buena paella, se lo debo a mi hermano, quien a base de
empeño y dedicación, se ha vuelto prominente organizador de paellas familiares.
-
Dime, hermanote, ¿Cuál es el secreto de una
buena paella?
-
El secreto de una buena paella es: que la paguen
entre todos
-
Ya en serio
-
Está bien, el secreto es que la paellera esté
perfectamente horizontal, para que la cocción sea uniforme. Pero de todas
formas lo otro también ayuda.
Pues con todas estas
consideraciones, y con la segunda botella descorchada, le echamos la bendición al
cazo, y comenzamos a freír calamares, carne de cerdo y muslitos de pollo. El aceite chisporroteaba por en cima de la
paellera y casi alcanzaba a quemarme los brazos mientras bullía sonoramente. Luego
llegaron la cebolla y el ajo a inundar de aromas nuestra cocina. La sal y la
pimienta no se hicieron esperar, los pimientos se fueron friendo poco a poco y
en un rato aquellos ingredientes estaban salteados e integrados.
Aparte hicimos un caldo de pollo
y otro de camarón, donde aproveché para cocinar las almejas que una vez
abiertas reservé para incorporar casi al final del proceso. Y ya para esta
parte la segunda botella estaba casi expirando.
Cuando sendos caldos estuvieron
listos y en hervor, los vertí dentro de la paellera con todo y su porción de
azafrán. Con este caldo puse el arroz a cocer junto con casi todos los
ingredientes y como es costumbre, tapamos la paellera con un paño húmedo a fin
de lograr una cocción perfecta.
Minutos antes de que el arroz
estuviera en su punto, agregamos los camarones, las almejas y mejillones y los
chícharos para que se cocinaran con los últimos vapores emanados del fondo del
recipiente, dando con ello los toques finales a la presentación del platillo.
Para esta hora la tercera o la
cuarta botella de tinto estaba a la mitad y con vísperas a sucumbir.
Honestamente lo mismo daba, ya la casa
entera olía a España. A cada pieza de zarzuela me daba por salir a buscar las castañuelas. Los vapores del tinto me
hacían imposible distinguiera a Juan Lejido de Miguel Bosé. Y La Verbena de la Paloma, igual me daba oírla
con Plácido Domingo que con Ana Torroja.
Pusimos la paella al centro de la
mesa. Juan Ruiz de Alarcón la habría descrito
como la mesa que aparece en “La Verdad Sospechosa” “A lo italiano vistosa, a lo
español opulenta...”. Y la caterva de locos
sentados en corro éramos como una representación del brindis del bohemio en un
sábado por la tarde.
Como anfitrión de la casa
convoqué a los convocados y poniéndome de pie (haciendo un esfuerzo por
conservar la vertical) copa en mano les dije: Brindo por el gusto de ser y de estar hoy aquí con ustedes. ¡Salud!
Otro se levantó y al estilo de "Aguirre y Fierro" diría que estaba: “…Desbordante de risa y de contento, nos inundó en la
luz de una mirada, sacudió su melena alborotada (es un decir, porque el susodicho está más pelón que peludo) y dijo así con
inspirado acento:” ¡Brindo por la paella, que se ve que está con madre! Y comámosla
porque si no, se enfría.
Otro quiso seguir el poema y
dijo: “Solo faltaba un brindis, el de Arturo”
Y un tercero le contestó: “Pero
como aquí nadie se llama Arturo, comamos.”
¡Qué tarde tan espléndida! Qué
reunión tan entrañable, comimos y bebimos magníficas viandas, pero sobre todo, compartimos
el placer de vivir y de convivir. Declamamos a Benitez Carrasco, a Juan de Dios
Peza, a Antonio Machado, a Miguel Hernández hasta fragmentos del Tenorio de
Zorrilla parecían hacernos sentir en la Hostería del Laurél.
Luego de muchas horas, la paella
se terminó y la reunión también, todo fue un éxito, creo que los principales
ingredientes no fueron los del guiso, sino los de la fiesta, es decir, los amigos y la familia. Quiera Dios que no
pase mucho tiempo sin volver a tener otra velada como esa. Mientras tanto,
sirva la presente para evitar el olvido.
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y en facebook, en: El Cuaderno de Manuel
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2 comentarios:
Relatas de tal manera, que me hace transportarme, y hasta me parece oírte declamar.
¿La receta de la paella es tal cual la describes?, ¿la cantidad de ingredientes es al gusto?
Saludos.
Primeramente deciros (decirles) que en Valencia de España se llama PAELLA a la gran sartén redonda donde se prepara el ARROZ EN PAELLA que, por antonomasia, se denomina "paella".
Segundo, la paella es de origen huertano y se hacía con verduras, pollo y conejo, que era lo que tenían los huertanos a la mano. Ahora bien, admite todo género de "tropiezos". Son muy sabrosas las llamadas paellas mixtas, de pollo, conejo y marisco. Me llamó la atención que en la huerta valenciana los comensales de edad solo comían el arroz y dejaban los "tropiezos" en el medio de la paella, con destino a los perros.
Tercero, el arroz ha de ser de la calidad "bomba", que he visto lo venden por lo menos en León.
Cuarto, la paella ha de estar en horizontal, pero jamás se tapa mientras se hace. Cuando el arroz está casi hecho se separa del fuego y se tapa con periódicos para que con sus propios vapores se termina de hacer. El grano ha de estar suelto.
Sobre los ingredientes, deciros (decirles) también que admite prácticamente todos, si bien ha de tenerse cuidado en el hecho de que los vegetales y el pescado añaden agua al guiso, por lo que es difícil controlar el punto del arroz, que es el ingrediente principal que ha de estar gustoso.
Acerca de las especias, admite muy bien un toque de romero, de pimentón y de azafrán (o colorante para paellas), pero mal el laurel, la nuez moscada, es decir, todo aquello que no comen los conejos de monte.
Por último, hay un dicho valenciano que dice que la paella ha de estar bien llorada, es decir hecha con un fuego de leña, preferentemente de naranjo.
No os bebáis el vino antes, porque no apreciaréis el platillo. En España se canta después de comer.
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