miércoles, 20 de diciembre de 2017

Ya Crecieron… (Texto prohibido para aquellos que dudan de la existencia de Santa Claus)

   Era el sábado anterior a la Navidad, mi esposa y yo nos levantamos temprano, con el plan en mente y la firme decisión de llevarlo a cabo esa misma mañana.

Nos fuimos a desayunar los cuatro: Mi esposa, mis dos hijos y yo
-          Llegó el momento de contarles algo – les dije a los niños mientras el mesero diligentemente nos serbia las bebidas - Seguramente han escuchado a algunos niños que dicen que Santa no existe... Seguramente ustedes mismos han dudado sobre su existencia.

-          ¡Nooo!, - Dijeron al unísono… como sintiéndose descubiertos de algo prohibido.

-          Como ustedes saben, la llegada de Santa, cada año a nuestra casa es muy emocionante.
 Bueno pues como ustedes ya están suficientemente grandes y han demostrado ser niños muy buenos, los vamos s invitar a que a partir de esta Navidad ustedes disfruten doblemente a Santa, no sólo recibiendo regalos sino además haciendo que otros niños también los reciban.

-          Ya sé a qué te refieres -  dijo mi hijo  - quieres que le llevemos juguetes a los niños de la casa hogar, ¿verdad?

-          Si, también, pero eso no es todo…
Para que Santa llegue a cada casa, es necesario que exista un papá o una mamá que le ayude a comprar los regalos, pues él no puede hacerlo sólo.  Y en las casas donde los niños no tienen papá o mamá, es todavía más importante ayudarlo. Así que vamos a ir a comprar regalos para los niños de la casa hogar y se los vamos a llevar para que Santa llegue también para ellos, es decir, a partir de este año, ustedes también formarán parte del equipo de trabajo de Santa… ¿ok?

Las caras de mis hijos no daban crédito a mis palabras y sus asombrados  ojos casi se les salen de las cuencas…

-          ¿O sea que Santa son ustedes? – dijo mi hija con un gesto de asombro en su cara que ni ella se creía…

-          Somos los que hacemos el trabajo sucio -  les dije -  o digamos que gracias a nosotros Santa ha podido llegado a nuestra casa todos estos años desde que tu naciste, haciéndolos  cada año muy pero muy felices a los dos.


Lo que parecía una explicación de lo más convincente se transformó sin que fuera nuestra intención, en un encontronazo de sentimientos que mis pequeños vástagos no supieron cómo digerir,  (luego nos dimos cuenta que lo que pasó por su mente, fue que al revelarles el modus operandi ya no habría regalos para ellos).

Pobres de mis hijos, sin más explicaciones ni palabras, iniciaron el rictus de todos conocido como “puchero” y sin más, soltaron el llanto en pleno restaurante mientras  mi linda esposa y yo intercambiábamos miradas como pensando  “fue idea tuya”.

El mesero llegó y prefirió seguir de largo  como interpretando que aquel no era el mejor momento para seguir tomando la orden. Mi mujer me miraba como diciendo “Ahora compones lo que desmadraste” y yo tragaba saliva imaginando que el resto de los comensales pensaban:  “Seguro se están divorciando y les acaban de dar la noticia a los pequeños… que poca... qué papás  tan insensibles … hubieran esperado a que pasara la navidad”.

Sin embargo, fiel a mis convicciones y tratando de salir lo mejor librado posible de aquel numerito,  con cara de sorprendido les pregunté  a mis hijos  por qué lloraban.  Mi hija entre sollozos nos dijo: -  Acaban de destrozar nuestra infancia.  (Para mis adentros no sabía si reír o ponerme a llorar ) y mi pequeño hijo con sus ojotes lagrimosos me reclamaba: - Yo apenas tengo nueve…  

-          A ver, a ver… - les dije, empezando por mi hija. - Tú estás a MESES de entrar en la secundaria,  y en tu última carta le pediste a Santa que te anexara el ticket de compra de los patines por si hubiera necesidad de cambiarlos…  así que no hay motivo para llorar.  Además has tenido una infancia bellísima todos estos años… “y larguísima” agregó mi esposa, acordándose de los desplantes de pubertad que se suele fletar con la pequeña giganta.

-          Y tú – Dirigiéndome a mi hijo - Que hace apenas unos días retabas al espíritu de la navidad bajo la amenaza de: “A ver si es cierto… le voy a hacer la carta un día antes…”, No me salgas con que apenas  tienes nueve…, además ya casi cumples 10.

Sin embargo, con aquella arenga lo único que ocasioné fue empeorar las cosas… - Bueno, ya, ya ya, ahora necesito que dejen de llorar, terminen de desayunen y nos acompañen a comprar los regalos…

-          ¿Cuáles regalos? - Dijeron todavía entre sollozos…
-          ¿Pues cómo cuáles? …los de navidad, los que “les va a traer Santa”…
-          ¿Para nosotros?
-          Si, y también para los niños de la casa hogar, es decir, que vamos a comprar los regalos para que Santa los traiga en Navidad.  Ahora conocerán las peripecias que tenemos que hacer los papás para conseguir lo que piden, y nos ayudarán a buscarlo para que Santa pueda hacer bien su trabajo, modestia aparte, como cada año, no se hagan.
-          ¿Qué?,  ¿O sea que nosotros vamos a escoger nuestros regalos?
-          ¡Claro!  Aunque les advierto que el dinero no alcanza para todo lo que suelen pedir, así que tendrán que escoger sólo lo que más les guste.

De haber sabido por ahí hubiéramos empezado… el rictus se transformó en mueca de incredulidad y poco a poco en sonrisa… y una hora después andaban como locos escogiendo y priorizando sus deseos.

Además pasaron el resto del día haciendo preguntas como: ¿Dónde guardábamos las cartas?, ¿Cuáles juguetes nos había costado más trabajo conseguir?, ¿Dónde habíamos comprado algunos?  y ¿Cómo le hacíamos para cargar con ellos hasta las casas de los abuelos?, donde generalmente pasábamos la Navidad.

El caso es que durante ese fin de semana mis hijos crecieron más de lo que tenían planeado, ayudaron y cooperaron mejor de lo que pensábamos, y aunque al principio el proceso fue emocionalmente doloroso, al final del día agradecieron que les hubiéramos contado todo.

Nuestros hijos ya crecieron… ahora como padres entramos en una nueva etapa en la cual seguiremos  aprendiendo nosotros de ellos y ellos de nosotros.  Es muy común que quienes tienen hijos mayores me recomienden que disfrute al máximo a mis hijos, porque crecen muy rápido. 

Ahora los comprendo mejor. Aunque debo decir con orgullo que siempre los he disfrutado mucho y que he aprendido a compartir con ellos y con mi esposa, desde lo más cotidiano hasta lo más emocionante. Creo que en gran parte la felicidad consiste en eso.

Lo que más me gusta y lo que menos me gusta de ser papá,  lo puedo resumir en una sola idea… “ver a mis hijos crecer”.  Ahora lo tengo comprobado, este fin de semana vivimos con ellos una experiencia extraordinaria, y tan solo el recordarlo me rehacer un nudo en la garganta.

Al final del día, les di un beso y los mandé a dormir.  Mi hija se despidió con una pícara sonrisa y haciéndome la señal de que me estaría vigilando.  Mi hijo también se fue a la cama feliz, aunque sus inquietos ojos me decían que en su mente había miles  de ideas todavía dando vueltas y vueltas.

-          ¿Qué te pasa? - le dije -  ya duérmete.
-          Papá, es que te tengo una última pregunta.
-          ¿A ver, qué más quieres saber?
-          ¿Qué me tienes que decir sobre el ratón de los dientes?
-          ¡Eh!… - le dije  con una ancha sonrisa – que te quiere mucho - y le apagué la luz.


 Feliz Navidad, querido lector. 
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