jueves, 30 de enero de 2014

Ya Tenemos Tele...

Habrán de saber que por más de 2 meses nos quedamos sin televisión.
La travesura corrió a cargo (como diría la morenita del Tepeyac) de “El más pequeño de mis hijos”.
Pero aquí el antecedente. En mi familia jamás le hemos rendido culto a la televisión. La costumbre la tomé de la casa de mis padres donde la tele siempre fue un motivo para reunir  a la familia y no; como sucede en muchas casas, para separarla. En casa de mis padres por más de 40 años hubo una sola tele, y esa tele estaba y sigue estando en el cuarto de tele.
Después llegó a casa la segunda, y fue porque me la gané en una rifa. Pero aun así, jamás tuvimos ni el ejemplo familiar, ni la intención de que la tele estuviera en una recámara, así que se fue a otra área común. El caso es que cuando queríamos ver la tele, no había otra opción más que llegar a un acuerdo para ver lo que la mayoría decidiera. Sin saberlo estábamos aprendiendo a negociar, a esperar cada quién su turno y algo todavía más importante, a ceder de buena manera.
Con casi diez años de casado, la tradición persiste en mi nueva familia, en nuestra casa tenemos una sola tele y se encuentra en la sala de tele.  El aparato no es exclusivo de nadie, es para uso y beneplácito de todos.
A principios de noviembre nuestra vida transcurría normal hasta que se presentó el desaguisado. Mi hijo dispuso echarse encima el mueble de la tele con todo y tele. Por fortuna el pequeño demonio salió ileso de lo que pudo ser un serio accidente, y aunque eso fue lo que en el fondo me hizo sentir aliviado, no se libró de un buen regaño.
-          ¿Por qué tumbaste la tele?
-          Es que estaba jugando a que era una escalera… y me subí.
Mi querido hijo en el pecado llevó la penitencia, porque honestamente, él era quien más la utilizaba.
-          Pues ahora nos vamos a quedar sin tele hasta el mes de enero – le dije determinante.
-          ¿Hasta enero? –  Preguntó abriendo sus grandes ojos.
-          Hasta enero.
Mi hija le lanzó una mirada a su hermano, como diciendo, ¡cómo no fui hija única! Y no le quedó más remedio que aguantarse.
Bueno, a poco más de dos meses de aquel fatídico día, debo decirles que estar sin tele no fue tan malo.
En principio los adultos fuimos objeto de burla de algunos amigos, puesto que prescindir del mentado artefacto hizo que más de uno pensara que finalmente iríamos por el tercer hijo, pero no ocurrió así.
Los niños volvieron a jugar con juegos que hace tiempo no sacaban, comenzaron a entretenerse con juegos como el gato, el  timbiriche y el ahorcado. Los enseñé a jugar baraja y cubilete, - Estás creando un par de monstruos - , me dijo mi linda esposa, y con el tiempo mi pequeño hijo se volvió experto en juegos de azar y damas chinas y mi niña en palillos chinos. Mi esposa en hacer arroz chino y yo en comérmelo.
Los niños también retomaron el gusto por dibujar y colorear, (¿qué más les quedaba?)  y lo que me pareció mejor, en 2 mes leyeron lo que no habían leído en los otros 10 meses del año. En fin, el ejercicio estimuló tanto nuestra creatividad, que un día terminamos entre los 4 pelando un kilo de nueces.
Pero al fin llegó enero y tuve que cumplir mi promesa. Finalmente fuimos a reponer la tele para beneplácito de todos. Obviamente el imprevisto económico a nadie le cae bien, pero el prescindir de la televisión por un tiempo, sirvió para varias cosas, y todas ellas apuntaron a fomentar la unidad y la convivencia familiar.
No les recomiendo ni le deseo a nadie que se deshaga de su tele en la forma como lo hicimos nosotros, (no es rentable) lo que si les recomiendo es que un buen día tomen la decisión de apagarla durante una semana, no les pasará nada trágico y con suerte, descubran alguna actividad para hacer en familia que los lleve a pasar un rato inesperadamente agradable.

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martes, 28 de enero de 2014

ME GUSTAN LAS GUAPAS

ME GUSTAN LAS GUAPAS 
(25 ENE 2014)

Me gustan las mujeres guapas porque se ven seguras de sí mismas. Y aunque algunas no destacan por ser bonitas, todas destacan por guapas. 
Pero, ¿Qué significa ser guapo o guapa? El diccionario dice que es alguien “bien parecido,” luego refiere también a las personas “animosas”, “resueltas” y hasta “galanes”. 
Yo me quedo más con lo de animosas y resueltas, es decir, aquellas que proyectan que se sienten bien consigo mismas. Aquellas que se saben llevar a sí mismas y se sienten orgullosas ante la vida.
Las guapas, no compiten con las bellas, con las que parecen muñequitas de pastel o modelos de televisión. Las guapas saben que están en otra dimensión, juegan en canchas distintas. Las guapas no compiten con nadie, no tienen necesidad de eso. Su interés no suele estar en competir, porque se saben únicas y lo son.
La mujer guapa se ve al espejo y se gusta, se sonríe, coquetea, y piensa en todo lo que es capaz de hacer. Usa ropa de la talla correcta y zapatos cómodos, no tiene el cuerpo perfecto pero al caminar, la energía que mana de su cuerpo es incluso más que la de una modelo en pasarela. La mujer guapa pisa con firmeza el suelo que camina, y no se detiene a pensar lo que otros piensan de ella; no suele tener tiempo ni cabeza para eso.
La mujer guapa, sabe que no tiene que ser talla siete, ni tener el cutis o las uñas perfectas para ser exitosa. La guapa sabe que el valor de una mujer, está en lo que sabe, en lo que siente, en lo que dice y en lo que hace. Suele ser trabajadora y multifacética, pero a pesar de tener una agenda llena, siempre está accesible a todo aquel que la requiera.
Una mujer guapa jamás pasará desapercibida, su presencia se siente, su ausencia se nota y su palabra se toma en cuenta.
Por supuesto que hay mujeres guapas que además son bellas, es un doble atractivo que a ningún hombre pasa inadvertido. Dejando claro que la belleza y la guapura son adjetivos distintos con encantos distintos.
La mujer guapa, tiene el control del tiempo, reconoce las oportunidades y se atreve. Siente mariposas en el estómago cuando se siente enamorada y juguetea con las manos para disimular su nerviosismo. Y aunque conoce sus debilidades, es capaz de poner nervioso a un hombre tan solo con la forma de mirarlo.
Y nosotros… encantados de que nos miren.


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miércoles, 1 de enero de 2014

Mi viejo cuaderno

Mi viejo cuaderno se ha terminado. Ahora lo pondré en el estante, satisfecho. Siempre fue foliado, así que nunca le pude desprender ni agregar hojas. Tampoco pude remplazar las hojas sucias o mal gastadas por otras nuevas. Lo conservo tal como era cuando llegó a mis manos, aunque por supuesto, ya no luce igual. Ahora cada página me cuenta una historia única. 

En mi viejo cuaderno están escritas muchas letras que me siento orgullosos de leer y de contar, ahí están los logros y los reconocimientos que recibí, ahí están las anécdotas que quisiera recordar por siempre, ahí las personas que recientemente conocí y aquellas a las que no quiero olvidar. Ahí están también las canciones que canté, los momentos que agradecí, las fotos que quedaron plasmadas y los garabatos que brotaron en un momento de inspiración creadora.

En mi viejo cuaderno, también están las páginas que quisiera esconder para siempre, las que ojalá nunca hubiera escrito, aquellas que guardan momentos tristes, las pérdidas, las cosas que no me gusta recordar ni enseñar a nadie.
Ahí están las historias en donde alguien salió lastimado, aquellas que me avergüenzan, las que guardan secretos y las que dejaron ver ante los demás aspectos poco amables de mi persona.

En mi viejo cuaderno, conviven lo mejor y lo peor de mí. Ahí están las hojas que quisiera enmarcar para exponerlas en algún museo y aquellas que preferiría verlas reducidas a cenizas. El sabio cuaderno les da a todas el mismo valor. Él sabe que la diferencia entre unas y otras, no provino de sus hojas, sino de mí.

Ahora tengo un cuaderno nuevo. Comenzaré a escribir en él, y sonrío ante un universo de posibilidades. Cada una de sus hojas me dará una oportunidad única. Así me gusta ver la vida, así los años, así los días. Oportunidades únicas, donde hacer la diferencia depende sólo de mí.