miércoles, 28 de diciembre de 2011

Deseos para ti, propósitos para mí.

Deseos para ti, propósitos para mí.
La última noche del año, siempre es motivo de celebración y de reflexión. Es común que la gente haga el recuento de sus acciones a lo largo de  todo el año (generalmente sólo se acuerdan de lo que les conviene), también solemos recordar los lugares que visitamos, con quienes nos encontramos y a quiénes tristemente tuvimos que despedir para siempre. La noche del año viejo, irremediablemente tiene un dejo de nostalgia.
Pero ¿A quién no le gusta estrenar un año nuevo? Tan pronto como un año termina comienza otro nuevecito. Es como un cuaderno en blanco, como una prenda anhelada sin estrenar. Tiene uno la oportunidad en las manos de hacer con ese nuevo año aquello que nos hará sentir mejores y ser más felices.
No voy a caer sin embargo, en la tentación de hacer lista de deseos para mi persona. Por esta ocasión, los deseos  los reservaré sólo para los demás, para mí pienso hacer una lista, pero de propósitos. Ya que los deseo no son más que las ganas de que algo suceda, en cambio el propósito, es el deseo, más las ganas de hacer algo al respecto para que las cosas sucedan y no solamente esperar. Tener un propósito, es estar dispuesto a ir por aquello que queremos.
Primero que nada, me hago el firme propósito de no desear cosas huecas ni subjetivas: Frases como “Te deseo lo mejor” (¿lo mejor de qué?, preguntaría yo) o la otra de “ya sabes lo que te deseo” (No, no lo sé, que fregados me deseas, mejor dímelo, porque si me lo imagino, quién sabe si salgas bien librado) o qué tal la frase “Mis mejores deseo para este año” (Gracias, ¿Pero cuáles son?, insisto) pues en cualquiera de las tres frases, no tengo la más remota idea de que es aquello que me están deseando.  Por eso alguien sabio, me recomendó que ante una situación de este tipo siempre conteste “Que aquello que me desees, Diosito te lo multiplique”.
Diferente es decirle a alguien: Te deseo salud, te deseo que tu familia se consolide en la unidad y en el amor, te deseo que en tu trabajo te sientas realizado como profesionista y que tu trabajo sea remunerado justamente, te deseo que en este año puedas leer los libros de tu agrado y que al paso de los años recuerdes algo de ellos (no como otros). Te deseo que este año tengas más tiempo para para compartir con tu familia y para disfrutar de tus pasatiempos favoritos. Te deseo que este año puedas hacer ese viaje que tanto has planeado, te deseo que este año termines tus estudios, consigas el trabajo que quieres, encuentres a la pareja que tanto anhelas, veas cumplir el sueño de tu nueva casa, etcétera.  Deseos concretos que hagan ver a la persona que recibe el deseo, que estás al pendiente de ella y que lo que le deseas es sincero y no una frase estandarizada para cubrir un protocolo.
“Eres el profundo deseo que te impulsa, como es tu deseo es tu voluntad, como es tu voluntad son tus actos y como son tus actos es tu destino.” Esta es una frase procede de un texto sagrado hindú que data de varios siglos antes del nacimiento de Cristo.  Y su contenido sigue siendo en nuestros días tan inspirador como cierto.
¿Y sobre la lista de propósitos? Bueno pues dicen que al decretarlos públicamente se convierten en compromisos y por tanto uno esta comprometido a cumplirlos o a quedar mal. Así que tenga cuidado con lo que decreta, pues siempre habrá a su lado alguien que le recuerde cuando no este haciendo la tarea correctamente.
Dijo un buen amigo, que lo bueno del 2011 es que ya se acabo, creo que en parte tiene razón, este año para mucha gente fue un año duro, difícil, triste, pero para muchos otros este año fue el año de la suerte, el de la felicidad plena, el de las alegrías, el del nacimiento esperado, el de la boda que parecía que nunca iba a llegar, para algunos fue el año del divorcio que te tenia sujeto a algo que ya no querías o el año en que finalmente te ganaste un reintegro en la lotería. En fin, este año fue como muchos tantos años, un año mas para todos aquellos que llegamos hasta el final, por eso vale la pena hacer el ejercicio y preguntarte  ¿Para mí el 2011 fue un buen año o un mal año? y ¿por qué?  Compártalo con su familia y vea que hermoso ejercicio de reflexión va a lograr. Quizá se entere de cosas que ni siquiera había imaginado. Además si tiene la dicha de escuchar las doce campanadas que anuncian el año nuevo, recuerde lo que sabiamente dijo el filosofo Nietzsche: “Todo lo que no nos mata, nos fortalece”

miércoles, 21 de diciembre de 2011

Los pastores a Belén, y nosotros a Saltillo...


Los pastores a Belén  y nosotros a Saltillo… pero todos a lo mismo.

La Navidad está en puerta.  En algunas personas la sensibilidad se nos pone a flor de piel. Es época de hacer reflexiones y pasar un rato en silencio escuchando nuestra voz interior.

Claro, siempre y cuando los niños ya se hayan dormido:  

-          Papá, explícame ¿Por qué hay un niñito Dios y un Diosito que está en el cielo y otro que está  lleno de sangre en una cruz en el buró de tu cuarto?… ¿Es el mismo o son muchos o qué?

-          Mira hija, Dios Padre, está en el cielo, desde allá nos ve y nos ha visto siempre, y hace muchos años,  se dio cuenta de que la gente a veces se portaba bien y a veces se portaba mal. Incluso había algunos que casi siempre se portaban mal.  Y pensó – si bajo a la tierra y me les aparezco a todos para decirles que se porten bien, algunos se van a asustar cuando me vean,  así que mejor les voy a mandar a un hijo mío, para que nazca como cualquier otro bebé, y cuando crezca se encargue de decirles a todos que se porten bien. Eso es lo que voy a hacer. 



Dios padre estaba muy emocionado con su idea de mandar un hijo al mundo, cuando se dio cuenta de que no podía mandar un bebé, sin antes tenerle lista a una familia para que lo cuidara mientras era pequeño.  Entonces, comenzó a buscar a la mejor de  todas las mujeres que había sobre la tierra, y encontró a una mujer que era la más buena de todas. Se llamaba María y tan buena era ella, que Dios Padre la escogió para que fuera la madre del nuevo bebé que les iba a mandar. 



Pero como Dios no podía bajar del cielo a buscar a María, le pidió a un ángel que le diera la noticia: El ángel  fue hasta donde estaba María, y después de saludarla  le dijo que era una mujer muy afortunada (Dios te salve María, llena eres de gracia) ya que por haber sido tan buena, Dios la había escogido para ser la madre de un niñito que se llamaría Jesús, (El señor, está  contigo,  bendita eres entre todas las mujeres).   María se puso muy contenta  y le dijo que le daba mucho gusto ser la Madre de aquel  niño, (Eh aquí la esclava del señor, hágase en mi según tu palabra).  Después María le preguntó al ángel que cómo iba a poder tener y cuidar al niño ella sola. El niño necesitaría de un papá y el ángel le dijo que no se preocupara por eso, (y bendito es el fruto de tu vientre)  el niño va a tener al mejor papá del mundo.



-          ¿Cómo tú? – me dijo mi hija abriendo sus grandes ojos.



Hice una pausa y tragué saliva para deshacer el nudo que se formó en mi garganta.



-          No hija, yo soy un papá como cualquier otro, el papá de Jesús era alguien muy especial. Se llamaba José y era carpintero. 

El ángel le dijo que debía cuidar y amar muchísimo a María porque en su pancita llevaba al hijo de Dios, y que cuando naciera se debería llamar Jesús.



José se puso tan contento que a partir de ese momento cuidó a María y la apoyo en todo lo que ella necesitaba.

Después de algunos meses llegó el momento en que Jesús tenía que nacer, y tanto José como María estaban muy preocupados porque no tenían una casa para que el niño naciera. Así que comenzaron a pedirle a la gente de la ciudad que les dieran permiso de quedarse en sus casas, pero nadie quiso dejarlos entrar…

-          ¿Por qué? – preguntó mi niña sintiendo pena por María

-          Porque nadie los conocía y además nadie les creía que el bebé que iban a tener era el hijo de Dios.

-          Yo si les hubiera creído y si los hubiera dejado entrar.

-          Si, hija porque tú todavía conservas una virtud que tienen todos los niños pero que con el tiempo los grandes la vamos perdiendo, se llama inocencia.

-          ¿Pero qué pasó después?

-          Pasó que José y María continuaron buscando por todo Belén algún lugar en dónde quedarse, hasta que encontraron un establo lleno de animales donde pudieron refugiarse.  Como hacía tanto frío, a José y a María no les importó meterse ahí, y en cuanto lo hicieron, miles de estrellas comenzaron a brillar en el cielo encima de aquel establo anunciando a todos los habitantes de Belén que estaba por nacer el niñito Jesús.

Por eso nosotros ponemos un pino lleno de foquitos encima del nacimiento, para que te puedas imaginar cómo se veía el cielo de Belén aquella noche.

Con tanto brillo sobre sus cabezas, los pastores se dirigieron hasta donde estaban las estrellas más brillantes y ¿qué crees que encontraron?

-          ¡Que el niñito Jesús ya había nacido!  (y el verbo se hizo carne…)

-          Así es, y todos fueron a estar cerquita de él para conocerlo y para darle calor, comida, cobijitas y para ayudar a María y a José en todo lo que podían. A partir de ese momento la familia de Jesús, José y María estuvo más unida que nunca y Dios padre desde el cielo les mandó bendiciones para que el amor nunca faltara en su hogar.

-          ¿Y vivieron felices para siempre?

-          No, para siempre no, porque eso solo sucede en los cuentos, y esto que te digo no es un cuento, esta fue una historia de verdad. 

-          ¿Y el niñito Jesús ya se murió?

-          Se murió en la tierra, pero vive en el cielo con su Papá, que es Dios Padre, y vive en tu corazón cada vez que te acuerdas de él.

-          Siempre me voy a acordar de él para que siempre viva con nosotros.

-          Ojalá que así sea, hija, ojalá que siempre tengas al niñito Jesús en tu corazón (… y habitó entre nosotros).


miércoles, 14 de diciembre de 2011

La Casa Huele a Buñuelos


La casa huele a buñuelos. Uno abre la puerta del hogar, y el inconfundible aroma de canela con manzana lo invade todo recordándonos que ya casi es navidad. “Huele a diciembre” suele ser una frase para evocar que el último mes del año tiene un saborcito especial que no tienen los otros meses.  Por fortuna, y en función de que nunca falta un mormado que dice “yo no huelo a nada”, el mes de diciembre no sólo se huele distinto a los demás, sino que también se ve y se escucha diferente.

La casa se llena de luces y adornos en tonos de rojo y dorado, las charolas con galletas y repostería comienzan a aparecer como por arte de magia,  la música de villancicos va abriéndose espacio entre las estaciones de radio y los programas de televisión, donde artistas nuevos y experimentados van sacando a la luz su más reciente versión de la navidad.

Todo esto ocurre mientras los papas y las mamás hacemos planes para decidir, donde y con quién vamos a pasar las fiestas, qué le vamos a regalar a nuestros seres queridos, qué le vamos a regalar a los no tan queridos, cómo vamos a exprimir el aguinaldo  y cómo le va a hacer Santa Claus para conseguir ese juguetito de moda que está agotado en toda la ciudad.

No están para saberlo, pero existen unas muñecas espantosas llamadas “Monster High”, que a las niñas de seis años les parecen encantadoras, particularmente una de ellas llamada Draculaura, cuyo nombre estriba en el supuesto de ser la hija de Drácula.

-          ¿A poco no está padrísima, Papá?

-          Si, hijita, sobre todo por los colmillos y ese sarcófago que tiene por cama

-          Se la voy a encargar a Santa Claus.

Cada vez que veía a la mentada Draculaura me acordaba de Germán Robles.  Mas sin sobreponerme a la idea de que tarde o temprano tendría que hacerme de una de aquellas monstruosas muñecas, como de costumbre suelo hacerlo, lo dejé para el último.

No saben lo humillante que resulta soportar la risilla burlona del empleado de la juguetería que te pregunta: - ¿A poco piensa que la va a encontrar? , está agotada desde el mes pasado.

En una de mis tantas e infructuosas búsquedas y estando ya desesperado tanto por haberme convirtiendo en la comidilla de los jugueteros, como por no conseguir la mentada muñeca,  vi como un tráiler de juguetes llegaba a Wallmart a fin de ser descargado en el acto. Rápidamente conminé a uno de los cargadores a que me buscara el preciado juguete y después de media hora me dijo:  - Pues están todas las demás muñecas, menos la Draculaura. 

Sumido en mi desesperación me puse a imaginar: si Ricardo III, quien fuera Rey de Inglaterra, inmortalizó la frase  “Mi reino por un caballo” ¿No podría  yo pasar a la historia acuñando una versión más moderna y más llegadora?  “Mi reino por una Draculaura”   y en esas estaba cuando mi señora (que todo lo sabe y todo lo ve) me llamó para decirme: - Habemus Draculaurus, ya la consiguió tu hermana en Saltillo.  Humo blanco al fin.



Así la vamos pasando los papás y las mamás, así se nos van los días y así se nos van los meses, pero el mes de diciembre, tiene la particularidad de que no se nos puede ir sin que nos invite a hacer un pequeño examen de conciencia.

El final de un año, siempre sirve para evaluar cómo nos fue y cómo vamos a iniciar con el siguiente. Qué esperamos de nosotros mismos, y qué esperamos también de los demás. Que nos vamos a proponer en lo personal, en lo familiar, en lo laboral y como sociedad.

Este año 2011, el mundo vivió sucesos que fueron desde fenómenos naturales que devastaron ciudades, hasta crisis económicas que tiene a países sumidos en la desesperación y la pobreza. La violencia se recrudeció en países como el nuestro, hasta el extremo llegar a ver atentados contra la población civil. Actos terroristas de gente que como dice Serrat “…no conocen ni a su padre cuando pierden el control, ni recuerdan que en el mundo hay niños”

Diciembre es un mes donde la sensibilidad se nos pone a flor de piel, donde se vale recordar a los que ya no están, pero sobre todo, debemos aprovechar a los que todavía estamos aquí, para decirnos cuánto nos queremos y cuánto nos necesitamos.

Diciembre es un mes para reunirnos en familia, no importa si somos muchos o pocos, lo verdadero e importante es recordar que como familia somos únicos e insustituibles. Algunos se nos adelantan en el camino de la vida, no son un misterio, son luceros en el firmamento que guían nuestros pasos y que poco a poco nos van acercando a Dios.

La casa huele a buñuelos, es un buen momento para pensar, es un buen momento para orar.

miércoles, 7 de diciembre de 2011

Creo más en Santa Claus que en los precandidatos

Querido Santa Claus, para que te des una idea, te informo que creo más en ti que en los precandidatos que quieren gobernar mi país. Por eso prefiero escribirte esta carta a ti, que escribir peticiones al congreso con la esperanza de que sean elevadas a iniciativa de ley.  

Te cuento que recientemente terminó la Feria Internacional del Libro en Guadalajara. Evento donde se dieron cita varios políticos de nuestro país y entre ellos, algunos de los precandidatos que aspiran a dormir en “Los Pinos” durante el próximo sexenio. No sé cuan cómodas sean las camas presidenciales, pero algo me hace pensar que los que duermen ahí, descansan poco.

Sin embargo, lo que más llamó mi atención no fue que asistieran  al evento, sino enterarme de que los aspirantes de marras, ahora también escriben libros. - ¡Dios mío! ¿En dónde se estudia para ser político y escritor al mismo tiempo?

Yo pensaba, querido Santa, que a los políticos solo les daba por publicar libros (diciendo que ellos los habían escrito, por supuesto) después de haber sido presidentes. Sin embargo estos cuates, ávidos de reflectores, están publicando “su propio libro” antes de sentarse en la silla. Me intriga pensar ¿Qué van a querer escribir después? ¿Una enciclopedia?

Yo me pregunto: ¿En dónde estaban estas mentes iluminadas que tienen, deja tu el talento, “El Tiempo” para escribir un libro y ser simultáneamente candidatos a la presidencia de un país? ¡Gente multifuncional, es lo que necesita México!

Aquí parafraseo a Gabriel Zaid, tomando un fragmento de su libro “Los Demasiados Libros” donde subraya: “Debería ser obligatorio para todo escritor, haber leído mil libros antes de pretender escribir uno.”  Zaid, desvela el aura de misterio que existe detrás de cada libro y le pregunta al escritor ¿Y tú para qué escribes?,  ¿Para tu público de lectores?, ¿Para el mercado?, ¿O para tu currículum? Y con ejemplos palpables, en reiteradas ocasiones hemos visto que por más que se quiera ocultar la verdad, ésta siempre sale a flote, como la espuma.

Durante muchos años, querido Santa,  la política de nuestro país ha estado manejada por políticos de muy baja ralea, que han manipulado escenarios y mentiras a su antojo y conveniencia. En la actualidad, seguimos siendo testigos de fraudes, abusos, excesos, corruptelas y más mentiras, que tienen por común denominador la falta de valores éticos y de compromiso con la ciudadanía.  Pero insisto, el problema no es la política, sino la forma de actuar de muchos políticos. Bastará leer “Política para Amador” de Fernando Savater, para entender claramente esta diferencia. No se ustedes, pero yo estoy cansado de escuchar discursos demagógicos y de ver como se llenan los auditorios de aplausos lisonjeros. Estoy cansado de la mercadotecnia y de que me quieran vender la imagen de un candidato como si fuera un artículo de consumo.  El resultado de tantos años así, es que tenemos una clase política tan devaluada, que cuesta trabajo creerle hasta cuando nos dice la verdad.  

Hay un principio que dice  “Si dos personas que trabajan juntas siempre están de acuerdo, es porque una de las dos no sirve para nada.” Este principio alude al hecho de que cada persona es única y por lo tanto merecedora de los tres derechos universales que debería tener todo ser humano: Derecho a sentir, derecho a pensar y derecho a expresar lo que siente y lo que piensa. Pues yo me pregunto: ¿Cómo hacen en las bancadas de las diferentes cámaras, para estar siempre de acuerdo entre sí, pero en contra de los demás? Me imagino un procedimiento así:

-          Todos los señores de corbata roja digan “que si” cuando los de corbata azul digan “que no” y viceversa.

-          ¿Y yo que digo licenciado?

-          ¿Pues de qué color es su corbata compañero?

-          Amarilla, creo.

-          Ah pues usted diga que “no” a todo, siempre.

-          Pues déjeme ver, porque no estoy de acuerdo.

-          Perfecto, compañero, ya me entendió.

Por todo lo anterior, querido Santa, y en virtud de que este año he sido un ciudadano más o menos bien portado, para esta navidad quiero pedirte lo siguiente:

Que les des a  los políticos que llevan las riendas de nuestro país, sabiduría y valor para que tomen las decisiones correctas, sin considerar los costos políticos que estas conlleven.  

Que los candidatos que aspiran a ser presidentes de México esgriman propuestas claras y firmes que nos lleven a tener un mejor país.

Que la paz vuelva a sentirse en las calles de todos los pueblos y de todas las ciudades de México.

Que la impunidad y la corrupción se vuelvan parte de la historia de nuestro México y no sigan siendo el modus operandi de miles de mexicanos.

Que la educación, el empleo, la economía, la seguridad y la salud sean parte medular del plan de trabajo del próximo presidente.

Y aunque quisiera alargar la lista, digamos que por ahora me basta con eso…

Entiendo querido Santa, que hay dos caminos para ver cumplidos mis deseos: Un camino políticamente viable y otro totalmente milagroso. El políticamente viable, consiste en que te apiades de mis peticiones y me las concedas el día de Navidad. El camino milagroso sería que los políticos de todas las bancadas se pusieran de acuerdo para trabajar juntos por el bien de nuestro hermoso país, pero entiendo que está cabrón.  

Mientras seguimos trabajando, veamos qué sucede primero.

miércoles, 30 de noviembre de 2011

La FIL de Guadalajara, ¿con niños o sin niños?

La Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara, abrió sus puertas el sábado pasado. Como gringos en “Black Friday”, se nos hacía tarde para entrar. Finalmente lo logramos y ahí estábamos,  debajo de un mismo techo con miles de libros esperando a sus lectores.  
Después de libros, gente era lo que más había. En aquel recinto expuesto de lado a lado, no cabía una editorial más. 
-          Si se me pierden – les dije a mis hijos - Escojan al papá que más les guste, porque de seguro que a mí no me vuelven a ver, y si quieren volver a venir a la FIL, escojan a uno que lleve libros.
-          Papá ¿podemos ir al área de niños? – preguntaron mis pequeñas pirañitas.
-          Ahorita vamos para allá, tengan paciencia.
Llegamos al primer stand, estiré la mano para tomar un ejemplar y mi hijo me preguntó:
-          Papá, ¿Ya podemos ir al área de niños?

Allí comprendí que pedir paciencia era más absurdo que pedirle peras a un olmo. Así que decidimos caminar hacia el área de talleres infantiles. Lo que sigo sin entender es por qué les pido paciencia si ni yo ni mi linda esposa nos caracterizamos por tenerla.  Total en diez  minutos ya estábamos en el área de niños.
-          ¿A cuál taller quieren entrar? – les pregunté.
-          Al de plastilina – dijo mi niño.
-          Al de colores – dijo mi niña.
-          Yo voy al baño – dijo mi esposa.
En un santiamén ya estábamos todos repartidos, el niño aquí,  la niña allá y mi señora haciendo fila… más allá.  - No se preocupe, - me dijeron los organizadores  - el taller dura entre cuarenta y cincuenta minutos, pero no se aleje demasiado por si se ofrece algo con los niños.
Mientras tanto yo como tránsito de crucero estuve parado en medio del corredor viendo para tres lados simultáneamente,  que no se saliera mi niño, que no se saliera mi niña y que no se tardara mi esposa.  Todo esto entre cientos de personas que cruzaban de un lado para otro. No tienen idea de lo  relajante que resultan estas dinámicas familiares.  El que ya se quería ir, era yo.
Libros, cuenta cuentos y talleres interactivos había para todas las edades, pasamos el resto de la tarde metidos en esta zona hasta que  los chicos se hastiaron. Comentaron  que estaban cansados y  que ya se querían ir, incluso  Pablo, “el más pequeño de mis hijos” elevó su petición a iniciativa de ley exigiendo que mejor lo cargara, con el respectivo rictus de cansancio en su rostro que denota el clásico  “no puedo más, y háganle como quieran”.
Lo que mis hijos no saben, es que hace algunos años yo también fui niño, y se que “para uno que madruga siempre hay otro que no duerme”.  Así que saqué mi as de la manga:
-          ¿Quién quiere unas papitas con limón y chile? – pregunté   y como por arte de magia, el sueño y en cansancio desaparecieron en el acto.  Compramos comida chatarra y todos fuimos felices otra vez. Caminamos por pasillos siempre viendo gente. Nacionales y extranjeros, gordos y flacos, jóvenes y viejos, hombres, mujeres  y niños, - y a propósito de niños yo traía dos, ¿Dónde quedaron?
Mientras los irresponsables padres avanzamos por un pasillo,  entre aquel gentío  los niños se sentaron en el suelo a comer papas, dejándose llevar por el instinto y sucumbiendo ante el antojo.  
No es que fomente la ingesta de comida chatarra, sino que me apego al principio que dice que  “La disciplina es inversamente proporcional al cansancio de los padres en el momento de aplicarla.”
Ya habían pasado más de cuatro horas y no habíamos visto una sola editorial o librería que no fuera para niños, así que decididos recorrimos los pasillos en busca de algo interesante.
La librería Gandhi nos sorprendió nuevamente con sus campaña publicitaria de frases creativas “venga a leer las películas que verá en tres años”, “Venga y compre libros, entretenimiento garantizado para el mejor amigo del perro”,  en ese momento me acordé de Tina, (si no sabes quién es Tina, lee el artículo de hace 2 semanas).
Así anduvimos hasta que pasó lo que tenía que pasara:
-          Papá ¿puedo ver los libros que están allá?
-          Sí hija, pero con cuidado de no maltratarlos – y la ley de la atracción se hizo presente.
-          Señor – me dice la señorita que atendía el stand – no pueden hojear los libros.
-          ¿En serio?, ¿usted dice “hojear” con hache u “ojear” sin hache?
-          ¿Eh? – me contestó arrugando la nariz
-          Verá usted, hojear con hache es un verbo que se refiere al acto de pasar las hojas, mientras que ojear sin hache es otro verbo diferente del primero, que se refiere al acto de mover los ojos. ¿A cuál de los dos se refiere usted?
-          Mire, Señor no le entendí nada, pero su niña acaba de romper un libro y lo tiene que pagar.
Eso me saco por payaso, pero ya qué se puede hacer. Ahora tengo en mi poder un libro que no pensaba comprar y por lo mismo me quedé sin dinero para comprar el que sí pensaba comprar. Quizá lea el que no me interesa, o quizá lo guarde a ver si algún día alguien de la familia lo quiere leer, o mejor aún, aprovechando la temporada navideña…  ¿Alguien lo notará?
A propósito de navidad, en la casa el pino luce brillante. Las cartas a Santa Claus están puestas y dispuestas para que el regordete personaje las tome, las lea y comience a trabajar en ellas. Mis hijos insistieron en dejarle un plato con pan dulce y un vaso de leche para que cuando haga acto de presencia, tome un aperitivo antes de continuar su viaje.  Yo insistí en que mejor le dejaran cacahuates y un caballito de tequila con limón, pero me dijeron que no, que Santa no tenía esas costumbres… nada más de pensarlo me gana la risa,  jo, jo, jo.  

miércoles, 23 de noviembre de 2011

“El Buen Fin” ¿En verdad fue bueno?



“El Buen Fin” ¿En verdad fue bueno?

-          Papá, ¿Podemos poner el pino? – me dijo mi hija en cuanto llegué de la oficina.

-          Hijita pero si estamos en noviembre, falta más de un mes para navidad.

-          Porfis, porfis, porfis.

-          Este fin de semana lo ponemos te lo prometo…

Así comenzó “El Buen Fin” en nuestra casa.

“El Buen Fin” sirvió entre otras cosas para que la gente saliéramos de nuestras casas a comprar cosas que no necesitamos.  Como era predecible miles de connacionales hicieron lo suyo y ahora están endeudados hasta el tuétano debiendo hasta lo que no se han ganado.

Bien por los que metódica y razonadamente supieron aprovechar las ofertas de aquellas cosas que tenían en mente comprar y estaban esperando un mejor momento, bien por aquellos que anteponiendo la cordura y la racionalidad, no fueron víctimas del antojo.

Es bien sabido que muchas personas por no poder comprar lo que quieren, terminan comprando  lo que no necesitan, y así van haciendo un acopio de tiliches hasta convertir su casa en una bodega de “cosas útiles” que nadie usa, y que el día que las requieres (si es que se da el caso) no sabes en dónde están.

-          Papá ¿ya podemos poner el pino? – me dijo mi niña despertándome el sábado casi de madrugada.

-          Espérate hijita son las siete y media, vamos a desayunar y luego platicamos…

En una breve encuesta de una sola pregunta, lancé el cuestionamiento: “¿Qué es para ti el buen fin?” Les advierto que esta encueta si fue real y los resultados no están amañados como algunos de los que nos suelen presentar los precandidatos a puestos públicos.  La mayoría de las personas contestaron que un buen fin es aquel en el que se disfruta a la familia y se está en paz.  Pareciera mucho pedir, pero lo que sucede es que como están las cosas, en algunos casos, si es mucho pedir, porque no toda la gente puede disfrutar de una familia, y en segundo lugar, de aquellos que lo pueden hacer, habría que ver cuánta paz existe en ellos. Así que se dice fácil, pero que lo sea, está por verse.

Con esto en mente, tomé a mi familia y nos fuimos a pasear. En esta ocasión el tema fue ver una exposición del Ejército y la Fuerza Aérea Mexicana.

-          Bueno, – me dijo mi hija resignada - pero cuando regresemos ponemos el pino.

-          Sí hijita…


Apenas nos apeamos en el estacionamiento y escuchamos el redoble de tambores y el sonar de clarines que desde la plaza cívica hacía una demostración para la concurrencia.

Todo un estacionamiento, estaba convertido en un museo militar. En él se exhibían vehículos de varios tipos, cañones, tanques, un yate, un avión y un helicóptero. Con gran orgullo los elementos de ejército hacían las veces de guías y te mostraban cada una de sus especialidades. Las disciplinas en las qué estaban entrenados y  cómo es que estaban capacitados para prestar ayuda en cualquier contingencia  nacional.

También había una demostración de perros entrenados por policías militares,  un área dedicada al equipo especial de paracaidistas y otro al de boinas verdes, un equipo de élite entrenado para misiones especiales que honestamente ni sabía que existía. Con ellos podías atravesar una cámara oscura para vivir la experiencia de una expedición nocturna con visores especiales y descolgarte desde las alturas haciendo rapel.

Por encima de todo lo que vimos, me gustó el orgullo con el que los militares nos mostraban sus habilidades y su disponibilidad para actuar en cualquier circunstancia “Nuestro amor a la patria es lo que nos hace ayudar y si es necesario dar la vida por personas que ni siquiera sabemos cómo se llaman”

Pero también me gustó el orgullo y el respeto que los visitantes les manifestábamos en el saludo, en la atención a sus explicaciones y en el reconocimiento de su labor.  Estoy consciente de que nuestro ejército no es el más equipado ni el más moderno del mundo, por el contrario, creo que tiene grandes carencias y un limitado presupuesto, sin embargo me gustó la entrega que percibí en todos y cada uno de los oficiales con los que platiqué.

Aclaro como dicen en la radio, que “Este programa es ajeno a cualquier partido político, queda estrictamente prohibido su uso para fines distintos a los establecidos en el programa” pero así como se los platico,  así fue.

De camino a la casa, ya me imaginaba que apenas apagara el carro, la petición de mi hija volvería al ataque, así que previendo el drama, preferí llegar a rentar unas películas.  El plan funcionó a la perfección, nadie se acordó del pino hasta el domingo:

-          ¿Ahora si – me dijo mi niña casi abriéndome los párpados por la mañana -  ya podemos poner el pino?

-          ¿Y si desayunamos primero, hijita? – balbuceé todavía dormido.

Ignoro cómo lo hice, pero logré que saliéramos de la casa desde temprano y regresamos hasta que los críos estaban dormidos. No tenía precisamente ganas de salir, lo que quería evadir a toda costa era la soporífera idea de poner el pino, justamente el día de la Revolución Mexicana. Por alguna razón  mi espíritu navideño no estaba en sintonía.  

Llegamos al lunes 21 de noviembre, día de asueto en nuestro calendario oficial. Por disposición oficial nadie trabaja, y la verdad es que a mí me costaba trabajo la simple idea de poner el pino. Pero tenía claro que la promesa estaba hecha, y mi plazo había llegado a su fin, por lo tanto la tarea era impostergable.

-          Hija mía, hoy vamos a poner el pino.

-          ¡Yupi! –celebró.

-          Pero antes vamos a ir a la juguetería para que me digas qué le piensas encargar a Santa Claus.


Hasta eso fui capaz de hacer con tal de aplazar lo más posible la fatídica tarea. Finalmente después de comer iniciamos lo inaplazable, comenzamos por sacar las cajas donde guardamos los artículos navideños y poco a poco cada cosa fue ocupando su lugar. Mi niña se enfadó en menos de diez minutos y decidió que era mejor idea irse a ver la tele. Mientras tanto sus padres, o mejor dicho su madre, terminaba la decoración del pino mientras bailaba al navideño ritmo de Moderatto.

Cuando el pino estuvo terminado mis hijos contentos lo contemplaron sabedores de que ya tienen dónde poner la carta para Santa.

-          ¿Contenta hija? Finalmente la promesa está cumplida y el pino terminado.

-          Gracias, papá, pero ahora ¿Podemos poner las luces de la cochera?

Creo que aquí hice un bizco… lo cierto es  que los niños nunca están conformes, y de que se les mete una idea en la cabeza, no han de descansar hasta verla cumplida.

Finalmente concluimos la semana rodeados del cariño familiar y con un nacimiento que nos recuerda que lo importante no es qué hagamos ni cómo lo hagamos,  sino con quién disfrutamos  y compartimos cada momento de nuestra vida.  No sé  para ustedes, pero para mí este fin, fue un  “Muy Buen Fin”.




miércoles, 16 de noviembre de 2011

De peces, tortugas, perros y yo.

Cuando mis hijos entraron al kínder, se dieron cuenta de que otras familias tenían mascotas, así que tan pronto llegaron a la casa nos pidieron que les compráramos una.

-          Con mucho gusto -  le dije a mi hija – Te voy a regalar un pececito.

-          No papá, - me dijo enfáticamente - Yo quiero tener un perro.



Así fue como inició el tema de las mascotas en casa. Por fortuna ser el papá, te da la autoridad necesaria para establecer las reglas y garantizar su observancia.



-          El perro llegará cuando deje de comprar pañales. – les dije a mis dos pequeños hijos.

-          ¿Qué? – dijeron ambos sorprendidos por no entender la relación que existía entre el perro y los pañales.

-          Tal como lo oyen, mis pequeños y queridos vástagos…

-          Papá ¿Qué significa “vástagos”? - me interrumpió Gaby

-          Significa… ¿Quieres que te lo explique en sentido literal o en sentido figurado?

-          Olvídalo, mejor dinos ¿qué tiene que ver el perro con los pañales?

-          Quiero decir que ustedes están muy pequeños como para hacerse responsables de un perro.

-          Si, ya lo sé - aceptó Gaby – pero tú y mamá nos van a ayudar.

-          Ya me lo figuraba. Y por lo mismo,  el perro llegará a esta casa cuando ustedes dos dejen de usar pañal. Tu mamá y yo no vamos a andar limpiando cacas de niño y cacas de perro simultáneamente. Y como a ustedes ya los tenemos aquí, el perro tendrá que esperar.

-          Ay papá…

Así transcurrió un buen tiempo, mis hijos seguían con el ánimo de tener un perro, pero no  lograban superar la prueba de madurez que interesadamente les había puesto. Mientras tanto yo casi me hago accionista de “Huggies ultra confort”, con participación en pañales y toallitas húmedas.

Un buen día mi hija dejó el pañal y vimos conveniente premiar ese 50% del logro cumplido, con el ánimo de motivar a que nuestro hijo hiciera lo mismo. Así que fuimos a comprar un pez beta.

Los peces beta son mascotas altamente recomendables cuando no dispones ni de tiempo, ni de espacio para atenderlos. En una ocasión declaré que demandaban “cero mantenimiento” y me gané el repudio de un exagerado que me dijo que “¡Cómo era posible que hubiera gente tan insensible que tuviera mascotas y no las atendiera!”

-          Yo formo parte de la sociedad protectora de animales -  me dijo.

-          ¿Cómo protector, o como protegido?  - Le pregunté. No me contestó, hizo un mohín y mejor se fue.

A pesar de ser un ejemplar macho, el mentado beta es rosa, así que mi hija optó por llamarlo “Melody”, y en silenciosa ignominia ha tenido que vivir todo este tiempo llevando a cuestas un nombre propio del sexo opuesto.

Cabe señalar que en casa hemos tenido dos “Melodys” debido a que al regresar de un viaje nos enteramos que el original había pasado a mejor vida (quizá de nostalgia por el abandono) y nuestra cuidadora tuvo la gentileza de obsequiarnos  un ejemplar igualito. (Esta información es confidencial y por ningún motivo debe salir de territorio nacional ni llegar a oídos de mi hija).

Con el tiempo, vimos conveniente la adquisición de otro ejemplar beta ahora para mi hijo. Encontramos uno azul y mi retoño en una explosión de creatividad decidió nombrarlo “Nemo”. Por cerca de dos años, Nemo y Mélody vivieron tan felices, como dos buenos vecinos que no se hablan.

En esos dos años, por obra de Dios y habilidad de mis hijos dejé de comprar pañales y  toallitas húmedas, como era lógico, mis pequeños me demandaron que cumpliera mi promesa. 

-          Con todo gusto les compro el perro, - les dije -  Cuando se dejen de hacer pipí en la cama.

-          Ay papá…



Sin embargo, en ánimo de motivarlos a lograr su objetivo, otro día llegué a la casa con una tortuga. Si los peces me parecían de bajo mantenimiento, la tortuga les dijo “Quítense que ahí les voy”,  pues tan pronto llegó, se enterró y no la volvimos a ver en varios meses.



El pasado domingo Nemo apareció en el fondo de la pecera sin mucho ánimo de levantarse  - Para sueño atrasado ya fue mucho – pensé mientras hacía de tripas corazón para dar la trágica noticia a la familia.



-          Hijos míos, Nemo se murió.

-          No se murió – dijo Pablo – nada más se perdió pero su papá lo va a encontrar.

-          No hijo. No me refiero a Nemo el de la película sino al nuestro. O más bien, al tuyo.

-          Ah, ¿compramos otro? – preguntó si dejar de ver la tele.

-          Ya veremos

-          ¿cuándo? – preguntó Gaby.

-          Hoy – le contesté – bueno más bien hoy nos estamos dando cuenta todos.

Gaby hizo el ritual propio de una plañidera y finalmente tuve que reconocer que era momento de tener un perro.

Decidimos adoptar uno en lugar de comprarlo, y gracias a una excelente amiga, encontramos un evento de adopción donde con mínimos requisitos te podías llevar el ejemplar que más se acoplara a tu gusto y posibilidad.

El evento fue en un parque público. Llegamos y vimos más de treinta perros casi todos producto de cruzas de distintas razas y tamaños. Todos ellos con un denominador común, rescatados de una situación crítica y arrastrando una historia poco amable.  Fuimos recorriendo y viendo cada ejemplar junto a su dueño, algunos echados, otros alborotados y juguetones,  los menos atemorizados o ariscos, pero casi todos nerviosos y a la expectativa, como presintiendo que su destino estaba nuevamente en juego. 

Entre ellos estaba “Tina” una perrita color negro, que parece cachorro de labrador pero con las patas largas. De raza, mejor ni hablamos, basta decir que unos amigos compraron un cachorro de bóxer con más pedigrí que una familia de abolengo y cuyo pelo se toca suave como la seda, en cambio el pelo de Tina, tiene textura como de fibra lava trastes. Pero aun así decidimos adoptarla.

Apenas llegamos a la casa y mi niña sugirió:

-          Papá, porqué no la entrenamos para que no se haga pipí.

-          Hijita, no creo ser la persona indicada. Tardé cinco años intentándolo contigo. Pero en fin.

Pues para mi sorpresa, la mentada Tina, ha resultado tener muy buenos modales, el problema es que no hallamos la forma de corresponderle,  pues cada vez que llegamos de la calle y le hacemos un cariño, el ímpetu que siente al vernos la hace orinarse del gusto.