La casa huele a buñuelos. Uno abre la puerta del hogar, y el inconfundible aroma de canela con manzana lo invade todo recordándonos que ya casi es navidad. “Huele a diciembre” suele ser una frase para evocar que el último mes del año tiene un saborcito especial que no tienen los otros meses. Por fortuna, y en función de que nunca falta un mormado que dice “yo no huelo a nada”, el mes de diciembre no sólo se huele distinto a los demás, sino que también se ve y se escucha diferente.
La casa se llena de luces y adornos en tonos de rojo y dorado, las charolas con galletas y repostería comienzan a aparecer como por arte de magia, la música de villancicos va abriéndose espacio entre las estaciones de radio y los programas de televisión, donde artistas nuevos y experimentados van sacando a la luz su más reciente versión de la navidad.
Todo esto ocurre mientras los papas y las mamás hacemos planes para decidir, donde y con quién vamos a pasar las fiestas, qué le vamos a regalar a nuestros seres queridos, qué le vamos a regalar a los no tan queridos, cómo vamos a exprimir el aguinaldo y cómo le va a hacer Santa Claus para conseguir ese juguetito de moda que está agotado en toda la ciudad.
No están para saberlo, pero existen unas muñecas espantosas llamadas “Monster High”, que a las niñas de seis años les parecen encantadoras, particularmente una de ellas llamada Draculaura, cuyo nombre estriba en el supuesto de ser la hija de Drácula.
- ¿A poco no está padrísima, Papá?
- Si, hijita, sobre todo por los colmillos y ese sarcófago que tiene por cama
- Se la voy a encargar a Santa Claus.
Cada vez que veía a la mentada Draculaura me acordaba de Germán Robles. Mas sin sobreponerme a la idea de que tarde o temprano tendría que hacerme de una de aquellas monstruosas muñecas, como de costumbre suelo hacerlo, lo dejé para el último.
No saben lo humillante que resulta soportar la risilla burlona del empleado de la juguetería que te pregunta: - ¿A poco piensa que la va a encontrar? , está agotada desde el mes pasado.
En una de mis tantas e infructuosas búsquedas y estando ya desesperado tanto por haberme convirtiendo en la comidilla de los jugueteros, como por no conseguir la mentada muñeca, vi como un tráiler de juguetes llegaba a Wallmart a fin de ser descargado en el acto. Rápidamente conminé a uno de los cargadores a que me buscara el preciado juguete y después de media hora me dijo: - Pues están todas las demás muñecas, menos la Draculaura.
Sumido en mi desesperación me puse a imaginar: si Ricardo III, quien fuera Rey de Inglaterra, inmortalizó la frase “Mi reino por un caballo” ¿No podría yo pasar a la historia acuñando una versión más moderna y más llegadora? “Mi reino por una Draculaura” y en esas estaba cuando mi señora (que todo lo sabe y todo lo ve) me llamó para decirme: - Habemus Draculaurus, ya la consiguió tu hermana en Saltillo. Humo blanco al fin.
Así la vamos pasando los papás y las mamás, así se nos van los días y así se nos van los meses, pero el mes de diciembre, tiene la particularidad de que no se nos puede ir sin que nos invite a hacer un pequeño examen de conciencia.
El final de un año, siempre sirve para evaluar cómo nos fue y cómo vamos a iniciar con el siguiente. Qué esperamos de nosotros mismos, y qué esperamos también de los demás. Que nos vamos a proponer en lo personal, en lo familiar, en lo laboral y como sociedad.
Este año 2011, el mundo vivió sucesos que fueron desde fenómenos naturales que devastaron ciudades, hasta crisis económicas que tiene a países sumidos en la desesperación y la pobreza. La violencia se recrudeció en países como el nuestro, hasta el extremo llegar a ver atentados contra la población civil. Actos terroristas de gente que como dice Serrat “…no conocen ni a su padre cuando pierden el control, ni recuerdan que en el mundo hay niños”
Diciembre es un mes donde la sensibilidad se nos pone a flor de piel, donde se vale recordar a los que ya no están, pero sobre todo, debemos aprovechar a los que todavía estamos aquí, para decirnos cuánto nos queremos y cuánto nos necesitamos.
Diciembre es un mes para reunirnos en familia, no importa si somos muchos o pocos, lo verdadero e importante es recordar que como familia somos únicos e insustituibles. Algunos se nos adelantan en el camino de la vida, no son un misterio, son luceros en el firmamento que guían nuestros pasos y que poco a poco nos van acercando a Dios.
La casa huele a buñuelos, es un buen momento para pensar, es un buen momento para orar.
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