domingo, 25 de octubre de 2015

"10 AÑOS no son nada,,, son todo" El Segundo Embarazo (Capítulo XXIV)

Querido hijo, El segundo embarazo de una familia no necesariamente se parece al primero. Así como en una familia todos los hermanos somos diferentes entre sí, ahora sé que las diferencias comienzan a notarse desde el embarazo.

En nuestra familia, supimos de tu llegada gracias a tu hermana mayor. El apego hacia su mamá resultaba fuera de lo normal, sus ganas de llorar estaban a flor de piel ( si de por sí…); y lo que para nosotros comenzó siendo un misterio, se convirtió primero en una sospecha y después en una gran felicidad, tu llegada estaba confirmada y programada para finales de enero próximo.

La emoción que como padres sentimos, está ligada al placer de ver cómo crece la familia, y cómo resulta necesario hacer ajuste en cuanto a espacio, agenda, planes futuros y demás.  También existe una emoción inmensa de querer comunicar la nueva noticia a todo el mundo, pero sobre todo a alguien en especial, al hermano mayor.

Decirle a los hermanos de que van a tener un hermanito, es dar una gran noticia.  Ver su reacción es algo único, pues no es común que la gente reciba ese tipo de noticias. Así que sin más, lo hicimos y como era de esperar, primero la confusión y luego la felicidad se reflejaron en el rostro de tu hermana. A partir de ese momento éramos 3 los que con ansia te esperábamos, claro que tu hermana pensaba que llegarías al siguiente día, y rápido comenzó a traer juguetes y sonajas para recibirte.

Hubo que explicarle que el tiempo de espera es largo y necesario, y aunque le costó trabajo entenderlo se acostumbró a la idea de que su hermanito estaba en la panza de su mamá, y ahí fue durante toda la gestación, el lugar donde recibiste besos, abrazos, canciones, caricias, y hasta juguetes que tu hermana traía para ti.

            Para la mamá, durante todo el segundo embarazo, siempre está la referencia del primero: La vez pasada no me sentía así, y ahora sí. La vez pasada no me dieron estos achaques ni antojos y ahora sí.  Ahora como que me  duele aquí y la vez pasada no, etc. Es imposible no hacer comparaciones. Pero por encima de todas ellas, la vez pasada tenía todo el tiempo para pensar en su primer y único bebé, y ahora no, ahora tiene un hijo de 1, 2 o 3 años, o quizá más, que está vivo y demanda su atención, su tiempo y sus cuidados, y todo eso sucede mientras su cuerpo va nutriendo y formando al segundo hijo que lleva dentro.

            Creo que además del evidente proceso de gestación, el embarazo cumple otra importante función en la forma de pensar de los padres, pues mentalmente vas a aprendiendo a cuidar a un hijo sin descuidar al otro, y sobre todo, a darle a cada uno su tiempo y su lugar sin experimentar sentimiento de culpa por atender a uno haciendo a un lado al otro. Y por su parte, ellos aprenden que para cada uno hay turnos y tiempos qué esperar.

            Para el papá, el tema del segundo embarazo además de emocionante, resulta también un inmenso aprendizaje, pues uno aprende a dividir y equilibrar los tiempos y formas de atención hacia la pareja y hacia el primer hijo, y sobre todo a este último, pues casi seguro que cuando uno le ofrezca apoyo a la pareja, ésta le dirá -Ayúdame con el niño…

            Conforme el tiempo va avanzando y el vientre de la madre va creciendo, las tareas más cotidianas se vuelven más complejas, pues simultáneamente la madre va ganando peso y perdiendo movilidad mientras el primer hijo va creciendo, va adquiriendo nuevas habilidades y teniendo nuevas necesidades. Será ahora cuando más querrá que lo carguen; si todavía es un niño de brazos, y si por ejemplo al inicio del embarazo el primer hijo apenas gateaba, para cuando vayamos en el noveno mes, el primogénito habrá adquirido la habilidad de caminar y de correr y la madre por el contrario habrá perdido agilidad y velocidad al desplazarse. Ahora será mayor el cansancio acumulado durante los meses de gestación, y por otra parte estará más latente el pensamiento de que la hora del alumbramiento está cada vez más cerca.  Por su parte el hijo o hija mayor sabrán perfectamente que dentro de poco tiempo habrá otro miembro en la familia y lo que comenzó con una gran emoción por tener alguien con quién jugar, ahora se torna en la cada vez mayor sospecha de que pronto habrá en la casa un pequeño rival con el que habrá de competir por ganar la atención de papá y  mamá.

            No será fácil explicar al hijo mayor que la cuna, los peluches y los nuevos accesorios para bebé, ya no son para él, y que debido a que él ya es grande, ahora tendrá juguetes y sobre todos derechos nuevos a los que sólo tienen acceso “los mayores”. Es decir, una de las tareas más importantes del padre, consiste en hacerle ver al hijo mayor que nadie lo está desplazando, y que el hecho de que llegue una hermana o un hermano a la familia, no va a generar una lucha de poderes, sino una familia más fuerte. Sin embargo, y a pesar de toda la buena comunicación que como padres tengamos con nuestros hijos mayores, siempre habrá en ellos el sentimiento que magistralmente explicaba Quino, a través de su entrañable personaje “Mafalda”: - Siento como si los corazones de mis papás fueran a abrir una sucursal.

            Todo esto en teoría es muy sencillo, pero en la práctica habrá que estar mentalmente preparado para entender que lo que por ahora son momentos de angustia, son sencillas pruebas para fortalecerse como familia, pues bajo el mismo techo, habrá que tolerar los berrinches y rabietas del primogénito, el cansancio, temor y mal humor de la madre que ya sabe lo que le espera, y un agotamiento físico y mental del padre  que por momentos ya no pide más queso, sino salir de la ratonera.


            Pero como a cada gran esfuerzo le llega una gran recompensa, nada se compara con la alegría de llegar a un feliz parto que da como resultado una familia fortalecida, una orgullosa y amorosa madre, un orgulloso cuanto preocupado padre, y un primogénito con sentimientos encontrados, feliz de finalmente conocer al ansiado hermanito, pero confundido de corroborar  lo que ya suponía y que atinadamente nos dijo Mafalda en otra de sus tiras cómicas: - Yo siempre estuve de acuerdo en tener un hermanito, pero nunca dijimos que iba a vivir en la misma casa.

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