miércoles, 5 de marzo de 2014

EL SOUNDTRACK DE MIS 40 AÑOS

Mis primeros recuerdos musicales se remontan a las tardes de domingo cuando yo tenía 4 o 5 años. El paseo obligado era de Ramos Arizpe a Saltillo y de regreso, paseaba con mis papás en el asiento trasero de un Maverick modelo setenta y tantos; sin cinturón de seguridad ni silla especial para menores de 30kg. Escuchábamos “La hora de Cri-Cri” que transmitía la XESJ de 5 a 6 de la tarde patrocinada por  la zapatería “Las tres B”. Ahí estaban el ratón vaquero, el ropero de la abuelita, todos los animales caminando hacia la escuela, las vocales, las canicas bajando por la escalera “tutiplén”,  la araña del barril desvencijado y todos los demás. 

Años después, siendo todavía niño, aparecieron grupos infantiles de México y de España que marcaron a todos los nacidos a principios de los 70´s. La Banda Timbiriche, Parchís y Enrique y Ana fueron los principales, y con ellos llegaron “El Gato Rocanrolero”, “Hoy Tengo que Decirte, Papá”, “Ganador”, “Hola, Amigos”, “El Disco Chino”, “Amigo Felix”, “Las Tablas de Multiplicar” y varios más.

Los años pasaron y en mi condición de hermano menor crecí escuchando la música de mis hermanos que ya rozaban la adolescencia. Gracias a esto y a un tocadiscos que había en la casa, a muy temprana edad, conocí por mi hermano los corridos de caballos como “El Cantador”, “El Caballo Blanco”, “El Moro de Cumpas”, “El Alazán Lucero”... Y por mis románticas hermanas,  la trova de los españoles Joan Manuel Serrat y el grupo Mocedades, que junto con otros más estaban haciendo sus primeras entradas a nuestro país.  Aquí llegaron “Tómame o Déjame”, “Eres Tu”, “Cantares”, “El Vendedor”, “Cinco Canas Más”, “Búscame”, “La Otra España”, etc. Más que canciones, fueron poemas que memoricé sin darme cuenta y que todavía recuerdo y disfruto cantar.  

Seguí creciendo hasta que me alcanzó la juventud, lo mejor de todo fue que Timbiriche creció junto conmigo, por supuesto que  a Sasha,  a Paulina, a Thalía y a Edith Márquez,  las empecé a ver con otros ojos. Las tardeadas y las fiestas de XV años comenzaron a despertar sentimientos de amor y desamor que hasta aquella época desconocía. Aquí comencé a entender mejor la música Pop, ya que no sólo me gustaba, sino que sus historias ahora significaban algo para mí.  Cantantes como Emmanuel, Mijares, Miguel Bosé y Yuri, el grupo Maná, Alejandro Sanz, y Alejandra Guzmán, por mencionar algunos, fueron dejando su huella en mi memoria.

Después me fui a la universidad y este movimiento me sirvió también para abrir mi gusto musical a otros géneros. Me convertí en asistente asiduo a conciertos y recitales de música clásica. Viene a mi mente noches de concierto en diferentes auditorios y teatros. Pocas obras me subliman tanto como el Canon en Re mayor de Pachelbel,  o la oda a la alegría de la 9ª Sinfonía de Beethoven, y por supuesto que de la mano con ellas me encanta el virtuosismo de Mozart, la fuerza de Wagner, la ligereza de Vivaldi, la magnificencia de Tchaikovsky, en fin. No acabaría nunca.

Luego incursioné en el teatro y se abrió para mí un mundo que apenas conocía, la comedia Musical, fue tal su fuerza que me atrapó. Desde entonces hasta la fecha disfruto la música de este género, lo mismo por el placer de escucharla como por haber tenido el privilegio de cantar varias de estas canciones en diversos foros. Aquí no pueden faltar los temas de  Andrew Lloyd Webber como “Memory” de Cats, “All I ask of you”, del Fantasma de la Ópera,  “No se cómo amarlo” de Jesucristo Superestrella, ni temas emblemáticos de otros autores como “Si yo fuera rico” de Violinista en el Tejado, o “Un día más” de Los Miserables.

Pero en la universidad no todo era estudio ni instrucción, había que entender el pensamiento del ser humano en toda su diversidad, y para eso no hay mejor lugar que una peña.  Así que me volví cliente frecuente de este tipo de lugares donde uno fácilmente se topa con algún poeta extraviado, o con algún melancólico contador de historias buscando quién lo escuche. Ahí acudíamos a tomar vino y a escuchar canciones de Pablo Milanés, de Silvio Rodríguez, de Luis Eduardo Aute, de Joaquín Sabina y varios más, conocí artistas como Mercedes Sosa o Francisco Céspedes y mi relación con el género se volvió indisoluble. De aquí “El Unicornio Azul”, “El Breve Espacio”, “Gracias a la Vida”, “Peor para el Sol”, “Las 4:10”, “Oh, Melancolía”, “Rabo de Nube”…

También reconozco que en algún momento retomé el gusto por las canciones antiguas, más propias de la época de mis padres que de la mía, pero comprobé que gracias a su calidad musical seguían tan vigentes como cuando fueron estrenos. De ahí vienen canciones de María Grever, de Agustín Lara, de Armando Manzanero, que en las voces como la de Eugenia León, me siguen cautivando y transportando. Canciones como “Un solo beso”, “Como yo te amé”, “Contigo aprendí” o “Cuando vuelva a tu lado” me evocan una época que no me tocó vivir pero que añoro como si mi alma en verdad la hubiera conocido. Aquí los temas “A Mi Manera” y “As time goes by” (de la película Casablanca) se han convertido para mí más que en canciones, en himnos.

Ahora me doy cuenta que toda la música tiene su tiempo y su lugar.  Actualmente mis hijos están descubriendo sus primeros gustos musicales. Me gusta compartirles un poco de mis gustos y aprender un poco de los suyos.  Ellos han aprendido a disfrutar la música de Cri-Crí, y las bandas sonoras de las películas de Disney que personalmente me parece extraordinaria, pero también disfrutan la música de Kiss, de Aerosmith, de Black Eyed Peas, y hasta de Moderato y One Direction.  Creo que más que descubrir sus propios gustos están siendo influenciados por un papá clásico y conservador y una mamá moderna y rockera. Así les tocó vivir y algo bueno habrán de sacar de eso.

Después de este recuento de canciones, de esta antología musical que de una u otra forma ha marcado mi vida, entiendo porque mi amigo Pepe me llama “Alma Vieja”. Creo que ha sido el primero en descubrir que si bien mi cuerpo cumple apenas 40 inviernos, mi vieja alma tiene algunos años más.