domingo, 21 de marzo de 2021

Estoy de paso.

Estoy de paso, igual que todos.

Y voy dejando atrás la historia que he cargado.

La convierto en tinta densa,

La vuelvo garabatos en papel mojado.

Sangre que va cargada de recuerdos

que presa y egoísta se abre paso.

Como yo.  

Y estoy de paso

Y en este andar de calles empedradas

Unos me ven pasar, y otros ni caso

Hay quien le da por caminar conmigo

Y algunos ya no quieren dar ni un paso.

Y paramos a veces y soñamos despiertos y cantamos dormimos.

De paso, aunque con paso firme y decidido

De paso, aunque con pies descalzos y sencillos

Con ese andar pausado

que jamás va a pasar inadvertido

Cual viento entre las aspas del molino

Cual manantial que emana y fluye prístino

Y corre y al correr  va haciendo ruido,

Que aunque sigue siendo él, ya no es el mismo.

viernes, 12 de marzo de 2021

Un Año de Pandemia


El 2020 llegó con la expectativa que genera todo año nuevo, sobre todos, con la esperanza de que fuera un año mejor que su antecesor 2019, que aunque para algunos fue bueno, para la economía en general había sido de regular a malo. Ninguno sospechábamos que el enemigo apenas estaba tocando la puerta.

La noticia del coronavirus llegó a México por las redes sociales y los medios de comunicación. Los noticieros daban la nota e informaban la terrible situación que vivían los chinos al otro lado del mundo. Como si estuviéramos en la edad media, muchos tardamos en entender que el problema de China, también era un problema mundial, una vez más el fenómeno de la globalización nos puso a prueba.

Primero dijeron que fue por algo relacionado con un murciélago, luego que procedía de un animal llamado pangolín; después surgieron todas las teorías conspirativas que usted guste, que si fue algo planeado para eliminar a una parte de la raza humana, que si le faltó cocción al murciélago, que los gobiernos malditos lo mandaron hacer para dominar el mundo, etc. El caso fue que se salió de control. Todo eso puede ser digno de investigación científica y seguramente lo será, pero no para esta crónica, aquí hablaremos de forma coloquial del virus que anda de boca en boca, como los buenos chismes y sólo en eso nos vamos a centrar.

En México la amenaza se comenzó a sentir cuando el virus se desperdigó por Europa, específicamente por Italia y España, y como cierta parte de nuestro linaje se ufana de que nos hayan conquistado los españoles, fue hasta entonces cuando el tema lo comenzamos a tomar en serio.

El primer caso en México se detectó el 28 de febrero, y como era de esperar, resultó ser de una persona que viajó y se trajo el virus como polizón. Después hubo un sonado caso de un grupo de viajeros que fueron a esquiar en Vail, Colorado y se trajeron más semilla para diseminar principalmente en Guadalajara y la ciudad de México.

Durante la primera quincena de marzo, se comenzó a hablar del tema en algunas empresas, y a tomar algunas acciones que se suponían prudentes. Dejamos de saludarnos de beso, de mano y de abrazo. Dejamos de hacer reuniones donde se juntaran más de 10 personas en espacios cerrados y comenzamos a promover el uso de gel antibacterial. El primer cambio radical llegó por parte de las autoridades el fin de semana del 13 al 16 de marzo, cuando se dio la noticia de que el regreso a clases quedaba suspendido para todos los grados. Todo el sistema educativo nacional, estaba a una semana de iniciar las vacaciones de semana santa y las autoridades decidieron que era mejor ya no volver a los salones y por lo tanto se adelantar el período vacacional.

El 15 de marzo mi familia y yo estábamos en Guadalajara asistiendo a un evento social al que fuimos invitados, y a pesar de las advertencias que apenas comenzaban, decidimos asistir tomando las precauciones que consideramos prudentes. Recuerdo que el saludo sin tocarnos ya era un valor sobreentendido, así como guardar distancia con toda la gente y procurar no tocar nada que no fuera necesario. Fuimos, cumplimos y nos regresamos al siguiente día sin mayores contratiempos.

Ese fin de semana, en la CDMX fue muy cuestionado y criticado un concierto llamado “Vive Latino”, que albergó decenas de miles de personas en el Foro Sol. El virus en ese momento era más novedad y noticia que una verdadera amenaza, así que miles de personas; de todo el país asistieron y se divirtieron. Pasados algunos días se dio a conocer que un guardia de seguridad del concierto se había infectado, pero a pesar de la multitud, el problema no se desató como por momentos se llegó a pensar.

La siguiente semana los gobiernos de todos los niveles comenzaron a circular señales de alarma, recomendaciones e instrucciones con diferentes grados de intensidad. A nivel federal se hablaba a nivel de prevención cuidando no despertar alarma entre la sociedad. Incluso llegando al absurdo de que el titular del Ejecutivo en varias ocasiones mandó mensajes contradictorios a los que mandaban sus subordinados. Recomendaciones como la de guardar sana distancia y dejar de saludarnos de beso y abrazo, eran boicoteadas con mensajes como “Hay que abrazarse, no pasa nada.” En algunos estados, las medidas de prevención fueron dadas como recomendaciones y en otros como decretos donde se advirtió que quien no los acatara se las vería con seguridad pública. A nivel municipal los esfuerzos que alcancé a ver iban más enfocados a temas de tener cuidado al usar transporte urbano y a evitar asistir a lugares donde se hubiera mucha gente.

Con el paso de los días las medidas se incrementaron. En algún momento se dispuso que las clases no se reanudarían hasta nuevo aviso, medida que por encima de todo, generaba mucha incertidumbre. Luego comenzaron a suspender eventos masivos, conciertos, partidos de futbol y espectáculos en general, con esto se cerraron teatros, auditorios y cines. Se dispuso cancelar eventos público y después incluso privados de tipo social, en virtud de que a los salones de fiestas se les prohibió operar por la concentración de gente que albergaban.

Cuando la noticia de la pandemia se popularizó, ocurrió un fenómeno social que llamó la atención de muchos, al grado tal que las críticas y los chistes no se hicieron esperar, me refiero a las compras de pánico. El papel sanitario fue el artículo más cotizado y por algunas semanas fue difícil de conseguir. El agua embotellada y los productos para desinfectar también se escaseaban por días, muchos productos se vendían de forma racionalizada, cierta cantidad máximo por familia o por persona, poco a poco la sociedad entendimos que serenarnos era de más ayuda que entrar en pánico y provocar caos. Con esta medida y el paso de los días, nos fuimos acostumbrando a adoptar ciertas reglas en nuestros hábitos de consumo, como asistir solos a los supermercados para evitar aglomeraciones, (y además, porque no dejaban entrar mas que un miembro por familia), comprar cierto número de productos solamente, y por supuesto llevar tus propias bolsas, ponerte gel antibacterial antes de tomar el carrito, etc.

Luego vino una medida que cambió de forma disruptiva los hábitos laborales. Con la determinación de que el país entraba en fase 3, se decretaba que los comercios y negocios en general debían cerrar y mandar a todos sus trabajadores a casa para continuar trabajando en la modalidad de “home office”. Solamente podían permanecer operando aquellas actividades consideradas como esenciales, con esto se referían a todo el sector salud, abasto de productos, medios de transporte, energéticos y algunos cuantos más. El resto tenía la obligación de irse a casa.

Como era obvio, la polémica y la controversia se incrementaron. ¿Cómo era posible mandar a la gente a su casa, en un país donde la inmensa mayoría depende de lo que genera diariamente para poder comer? Aquí la convicción sobre el virus no era el problema, la gente sabíamos que la pandemia estaba causando estragos en otros países, el problema era cómo cubrir las necesidades económicas para los gastos más básicos.

En una sociedad polarizada, como la nuestra, fue tema de varias semanas entender que si bien había gente que podía tranquilamente quedarse en casa por un tiempo, había muchos otros que no porque debían salir a buscar el sustento diario, y que los unos y los otros tenían razones muy diversas para actuar de cada modo. Se pidió hasta el cansancio tolerancia para quienes pensaban y actuaban distinto y como siempre pasa, en algunas ciudades las controversias llegaron al terreno de los golpes, arrestos y demás.

En el ámbito empresarial las medidas se fueron intensificando y comenzaron a sentirse los primeros estragos en el aspecto económico. Con el cierre obligado de tiendas y comercio en general, más la instrucción de que la población debía permanecer en su casa, los negocios se vieron afectados en sus ventas y comenzaron los despidos de personal. Los que pudieron aguantar un poco más, mandaron a la gente a sus casas, algunos sin verse afectados sus ingresos, otros ajustando jornadas reducidas en tiempo y en salario. El resultado fue que la gente comenzó a tener menos dinero y en consecuencia a cuidar más sus gastos.
Las instituciones de crédito, los bancos y algunas tiendas departamentales, lanzaron planes de apoyo a sus clientes otorgándoles prórrogas para cubrir sus pagos, las empresas comenzaron a publicar ofertas con tal de no bajar sus ventas o volver líquidos sus inventarios, los empresarios en general tuvieron que salir de una zona de confort y se vieron obligados a ponerse creativos con tal de salvar sus negocios. Otros, simplemente cerraron de forma definitiva y lo perdieron todo.

Algunas empresas mandaron a la gente a su casa de forma paulatina. Primero a quienes formaban parte de algún grupo vulnerable por su condición de salud. Posteriormente aquellos trabajadores que por su tipo de trabajo, podrían hacerlo desde casa sin mayor problema y finalmente; alternando jornadas a ratos en casa y a ratos en sitio. Cada quien hizo lo que pudo o consideró mejor para su negocio. Así fue durante abril y mayo.

El gobierno federal, implementó una campaña que llamó Jornada de Sana Distancia y para ello diseño un personaje que representa a una heroína a la que llamó Susana Distancia. El personaje se popularizó como reguero de pólvora, y la creatividad que distingue a muchos connacionales, hizo que en muy poco tiempo pudiéramos encontrar a la famosa Susana en carteles, anuncios, videos y por supuesto memes, piñatas y hasta pasteles.
Aparecieron jingles en la radio que hacían alusión a las medidas de prevención, como toser y estornudar en el ángulo interior del brazo pare evitar el salivazo… y se establecieron conferencias diarias de las autoridades para informar y en ocasiones, confundir con exceso de información a la población, una vez más quedó demostrado que la capacidad de informar de nuestras autoridades es tan deficiente como la capacidad de la sociedad para discernir tantos datos. Además en un país con tan bajo nivel cultural, donde abunda la información basura, ¿A quién le preocupa buscar información en fuentes confiables?

En nuestros hogares la dinámica cambió de manera drástica. Cabe señalar que en este rubro hay tantas historias como viviendas en cada ciudad. Digamos en lo general, que los hábitos se tuvieron que adaptar al encierro, pues ahora todo se regía por tratar de permanecer resguardados lo más posible. Personas vulnerables y niños, en teoría no tenían justificación para salir, así que la provisión de víveres y enseres recaían en adultos sanos, o lo más sanos posible. Algunos comenzamos a comprar comida para varios días, los que salíamos a la calle, adoptamos el hábito de quitarnos los zapatos y cambiarnos de ropa al llegar a la casa, y dependiendo de la paranoia familiar en algunas casas, el recién llegado era obligado a bañarse cada vez que llegaba de la calle.
La conexión a internet se convirtió en primera necesidad, pues además de las empresas, las escuelas y colegios comenzaron por mandar trabajo para hacer en casa, y finalmente todos terminaron por impartir clases de forma virtual diariamente a fin de rescatar en lo posible el ciclo escolar. Las personas que estaban haciendo home office, también requerían de una conexión con suficiente banda ancha. De esta forma se volvió necesario designar un lugar para trabajar en casa y en poco tiempo todos nos volvimos expertos en dominio de aplicaciones y sistemas para hacer video llamadas y enviar y recibir información de forma digital.

Las compras en línea se incrementaron de forma exponencial, las empresas que no estaban preparadas tecnológicamente para operar a distancias sólo tenían dos caminos para elegir: adaptarse al cambio o agonizar. En cada familia comenzamos a vivir el encierro de diferente forma.

Por las redes sociales y los canales de noticias, nos llegaban imágenes de cómo se estaba viviendo este proceso en otras partes del mundo, las referencias principales seguían siendo Italia y España, hasta que comenzó a figurar Estados Unidos. La gran potencia vecina en principio pareció minimizar el tema y para cuando reaccionamos, ya tenía en su récord más muertes que cualquier otro país del mundo. En unas cuantas semanas, el país del norte se volvió el epicentro de la pandemia mundial por la cantidad de casos confirmados, por la cantidad de muertos y porque se volvió fenómeno viral, al grado de que en ciudades como Nueva York; por citar sólo una, no se daban abasto con los servicios funerarios.

En las casas, las familias comenzamos a compartir y experimentar formas lúdicas de combatir el aburrimiento. Si el asunto consistía en quedarse en casa, el desafío consistía en pasarla lo mejor posible. El tiempo que las personas pasábamos ante las pantallas aumentó drásticamente. Las familias comenzaron a buscar qué hacer y cada una fue encontrando el modo.

Obviamente no existe una receta única, pues cada familia tiene necesidades y gustos diferentes. Aquellas donde viven bebés o niños pequeños, no pasaban por las mismas dificultades que donde había adolescentes, jóvenes, adultos o personas de la tercera edad. Los que enfrentaron la cuarentena con un embarazo o con algún padecimiento, por supuesto que tuvieron que lidiar con problemas muy diferentes y particulares. Los que viven con mascotas también tuvieron que adaptarse, todos nos enfrentamos a situaciones diferentes ante un mismo reto. Mantenernos en casa y pasarla bien. Se popularizó la analogía de que todos estábamos pasando por la misma tormenta pero cada uno en diferente barco, desde los que la veían la situación desde un crucero trasatlántico hasta los que la sobrellevaron en un yate, un velero o un buque de remos, el caso fue que cada uno se las ingenió para mantenerse a flote el mayor tiempo posible.

Creo que muchos optamos por establecer algunas reglas básicas de convivencia, horarios para dormir y para comer, tiempo para hacer actividades juntos y otros para que cada uno hiciera sus deberes o sus gustos de forma individual. Hubo que repartirse las tareas de la casa y procurar que todos participáramos. La pandemia indujo a que quienes tenían personas para apoyar el servicio doméstico también las mandaran a su casa; al menos un tiempo, y como era de esperarse, las casas no se limpiaron solas.

A manera de entretenimiento algunos optamos por armar rompecabezas, retomar lecturas y pasatiempos, cocinar y por supuesto, haciendo un esfuerzo adicional, encontrar un tiempo y un lugar para hacer ejercicio. Otros simplemente se tiraron al sillón, o al vicio sin más apuro que consentir al cuerpo, al fin que para ello sobraban formas de hacerlo. Los sitios que no daban servicio a través de plataformas digitales lo comenzaron a hacer y con ello ganaron todos.

De pronto y sin pensarlo, tuvimos acceso a ver desde casa funciones del Circo du Solei, o de algunas obras de teatro de Broadway, que nunca antes se habían televisado y menos de forma gratuita. Lo mismo con el acceso virtual a museos y galerías de arte. Algunos artistas de la escena comenzaron a hacer presentaciones desde sus casas en formatos sencillos pero cálidos.

Recuerdo presentaciones de Carlos Cuevas, Carlos Rivera, Emmanuel y Mijares, Eugenia León, y obras de teatro como Cats, El Fantasma de la Ópera y una extensa cartelera que promocionó una compañía teatral de Buenos Aires. La verdad es que oferta hubo para todos los gustos y al alcance de cualquiera.

No recuerdo que en años anteriores hubiéramos hecho las compras del súper por internet, y esa fue una de las modalidades a las que tuvimos también que adaptarnos. Luego vinieron otras, como dejar de asistir a restaurantes y centros comerciales. Si acaso, sólo recogíamos la comida en la modo “Para llevar” y de los centros comerciales nos fuimos olvidando poco a poco.

Cuando fue necesario regresar a alguno, vimos con tristeza que muchas tiendas habían cerrado de forma definitiva, y lo que antes eran plazas llenas de vida, ahora lucían casi desiertas, y con muchos locales cerrados o con carteles que decían “Se Renta”.

Recuerdo que en mayo contábamos a modo de chiste, que a la pandemia sólo le faltaban 3 días para terminar: El día de la madre, el día del padre y el día de la independencia… nos hacía gracia el comentario por pensar que la pandemia se extendería hasta septiembre, y con el tiempo comprobamos que una vez más, la realidad superó la fantasía.

La novedad de las reuniones virtuales hizo que le sacáramos provecho a las aplicaciones también para fines lúdicos, y de pronto estábamos haciendo reuniones de tipo social, reuniones de amigos, de familia, celebraciones de cumpleaños y hasta serenatas virtuales nos tocó vivir ante la imposibilidad de hacerlo en vivo. Y como la creatividad daba para mucho, se puso de moda la celebración de cumpleaños con caravanas de vehículos que se organizaban para pasar por la casa del festejado armando alboroto y dejando a su paso muestras de cariño.

Con el aislamiento llegaron también un sin número de videos, textos, invitaciones a conferencias etc. que trataban sobre recomendaciones para sobrellevar la pandemia, el encierro, la ansiedad, el miedo y la mismísima enfermedad culpable de todo, el covid19. El sector salud, fue el más expuesto y el más vulnerable, por momentos, lejos de reconocer lo que este sector hacía por la sociedad, fue visto por algunos como un peligro potencial al grado absurdo de discriminarlos y verlos como una amenaza social, muchos médicos, enfermeros, y trabajadores de la salud, sufrieron acoso, discriminación y hasta violencia física por gente ignorante que en vez de verlos como potenciales héroes al servicio de la sociedad, los consideraba una amenaza para la salud.

Poco a poco, como sociedad fuimos aprendiendo el valor de las cosas más cotidianas, comenzamos a sentir y a manifestar aprecio por la vida y la salud, o la simple convivencia social y muchos finalmente entendimos la importancia de la prevención. Por supuesto hay sectores de la sociedad que no escarmientan con nada, y no son capaces de solidarizarse con los demás hasta que la muerte les toca a la puerta, lamentablemente mucha gente ha tenido que padecer pérdidas cercanas para entender que el virus realmente existe y que la protección y los cuidados, dependen de todos.

Acuñamos el término de “La Nueva Normalidad” y la asumimos como quien no tiene más remedio que aprender a vivir con un nuevo estilo de vida, adecuando nuevos hábitos y cambiando otros que ya no son convenientes conservar. Los chistes, memes y la picardía que nos caracteriza como sociedad, afloró como era de esperarse, y como los mexicanos de las peores desgracias hacemos los mejores chistes, el virus y la pandemia no lograron salir invictos.

Pasó el verano y con él se fue la esperanza de volver al nuevo ciclo escolar de forma presencial. Las clases volvieron en modalidad virtual y chicos y grandes no tuvimos más remedio que resignarnos. Los que cambiaron de grado o de escuela, es fecha que no han convivido con sus nuevos compañeros, ni disfrutado de las nuevas instalaciones, pues la escuela para fines prácticos sigue siendo su casa.

Con la llegada de las fiestas patrias, el día de muertos y luego la navidad, no tuvimos más que aceptar que este fue un año donde todos aprendimos a disfrutar de estas fechas de un modo distinto, unos optaron por seguir haciendo celebraciones virtuales y otros por celebrar tan solo con la familia inmediata, es decir, disfrutar las fiestas con los que viven bajo el mismo techo.

El gobierno siguió pidiendo que nos cuidáramos, y aunque parezca absurdo decirlo, la estrategia de comunicación oficial, todo el año estuvo caracterizada por la falta de congruencia, la confusión y los discursos que se contradecían entre funcionarios que promovían el uso del cubre bocas y la sana distancia, y otros que ni respetaban la recomendación, ni mucho menos promovían que se hiciera una cosa o la otra.

A un año de haber iniciado la pandemia, nuestro país ya cuenta en cifras oficiales con casi doscientos mil muertos por covid19 y más de dos millones de contagiados, cantidad a la que habría de sumarle todos los casos no oficiales pero que también pasaron por lo mismo. La pugna entre el medio oficial y los medios de comunicación ya fastidia, la constante lucha entre partidos políticos por desprestigiar al contrario y estar constantemente tratando de demostrar que ellos tienen la razón, es denigrante y cínica.

La vacuna ha llegado a nuestro país a cuenta gotas y la estrategia nacional de vacunación es de lo más cuestionada, los que hace cuentas comentan que comparado con otros países, México tardará “años” en tener vacunada al 70% de su población, la verdad nadie la sabe, porque en un año donde la continuidad en el poder está en juego, todo se politiza. Con la contienda electoral en puerta, hasta las mejores intenciones, si es que alguien las tiene, se ponen en duda o simplemente nadie las cree.

Dicen que las enfermedades y la muerte, son estadísticas hasta en tanto no te lleguen de forma cercana. Todo era cuestión de tiempo, poco a poco, nos fuimos enterando de conocidos, amigos y familiares que iban siendo víctimas del contagio. Muchos transitaron por la enfermedad y lo pueden contar como una historia con final feliz, pues la superaron de alguna u otra forma, pero muchos otros no, su historia tuvo un desenlace fatal e inevitablemente deja un hueco y un recuerdo muy difícil de sobrellevar. Hay un sin número de casos que son dignos de que alguien les escriba su propia historia llena de heroísmo y valentía, gente que pierde la batalla después de haber arriesgado su salud o dado su vida por cuidar a otros. Homenaje especial a cientos de médicos y personal del sector salud que dejaron su vida en la primera línea de fuego.

El coronavirus y la pandemia, es un fenómeno del cual varias generaciones hablaremos diciendo que hubo un antes y un después. Con las mismas siglas (AC y DC) con las que se define la historia del mundo “Antes y Después de Cristo”, casi 2 milenios después llegó un fenómeno también de impacto mundial, el “Antes y Después” de las Computadoras y ahora en los primeros 20 años del siglo XXI, el “Antes y Después” del Coronavirus. Parteaguas que serán hitos en la línea de un tiempo que sí nos tocó vivir.

La mayoría de los ciudadanos seguimos viendo la forma de cuidar la salud y la fuente de ingresos. Algunos hemos entendido que no hay nada tan valioso como la vida misma, ojalá no tardemos en entender que la mejor medicina sigue siendo la prevención y la mejor vacuna por ahora, consiste en cultivar buenos hábitos. El 2020 llegó con una gran expectativa y se fue dándonos muchas lecciones. Y como a un maestro exigente, de esos que te marcan para siempre, nadie lo vamos a extrañar, pero tampoco nos vamos a olvidar de él.