martes, 12 de agosto de 2014

Tiempo Especial II (Pero con mi hijo)

Quienes me conocen; aunque sea un poco, sabrán que los videojuegos jamás han sido mi gusto, y mucho menos mi pasión. Sin embargo, mi hijo, de apenas 6 años, ha resultado ser un ferviente apasionado del tema.

-          Papá, ¿Me prestas tu teléfono?  -  Esa frase se ha convertido en una de las más repetidas en el léxico de mi pequeño vástago.

Por política personal, decidí prestárselo sólo cuando lo tengo a la vista, pues me encanta ver la emoción en sus ojos al decirle que si. Y aunque generalmente accedo a su petición, procuro hacerle cansado el trámite con tal de hacerlo desvariar y pasar más tiempo con él.

-          Nada más le presto el teléfono a los que me dan abrazos. – le digo ventajosamente buscando recibir uno a cambio.
-          Y si quieres te enseño a pasar el nivel 15 de  “Angry Birds” – me dice como para ver si así me convence. 
-          Ándale pues, enséñame.

Y ahí me tienen con una resortera digital lanzando pájaros por el aire tratando de dar en el blanco. Y como es de suponerse fallo en casi todos mis intentos.

-          Es que no le haces bien,  -  Me dice y aprieta sus labios mientras percibo el ansia en sus manos por arrebatarme el teléfono - , mejor préstamelo y yo te lo paso  - me dice desesperado cuando se da cuenta de lo inútil que es su padre para sortear ese tipo de pruebas.
-          Va, pues – le paso el teléfono y en un santiamén, está del otro lado.
-          ¿Ves? – me dice – así se le hace, ¿Ya viste?
-          Bueno préstamelo para intentarlo nuevamente…
-          No, porque vas a perder, mejor yo te ayudo a pasar los siguientes.

Y en su inocente cabeza piensa que a mí me preocupa pasar niveles. Si supiera que lo único que quiero es pasar un rato con él.
Así lo dejo jugar un rato y cuando finalmente me platica todos los niveles que ha logrado le digo:

-          Ahora ¿Qué te parece si te enseño a  jugaba “Angry Birds”  como lo jugaba cuando tenía tu edad?
-          ¿Enserio?,  ¿Apoco sabias?
-          Claro que si, pero jugábamos con una resortera de verdad, como esta… - y saco de mi pantalón una resortera hecha con una horqueta de mezquite, cuero y un buen trozo de liga.
-          ¡Órale!

Nos salimos al parque, y no les cuento la divertida que nos dimos con una resortera  de quince pesos  y un puño de piedras.

-          Papá, - me dice cuando ya está cansado de lanzar piedras  - ¿Ahora quieres que te enseñe a jugar “Plants Vs Zombies”?
-          No.
-          ¿Por qué?
-          Porque los zombies no me gustan, y las plantas me encantan pero sólo en el jardín.
-          Ándale…
-          Bueno, te propongo un trato. Yo te presto el teléfono para que tu juegues un rato, y en 20 minutos me ayudas a plantar un hueso de aguacate que quiero sembrar para que crezca un árbol ¿Cómo ves?

Y de esta manera seguí pasando una divertida tarde con mi hijo.  “Tiempo especial”, creo que le llaman algunos enterados, para mí sólo fue darme el tiempo para convivir con mi hijo y aprender  un poco de su vida, y al mismo tiempo tener la disponibilidad de compartirle un poco de la mía.  


TIEMPO ESPECIAL I

Se dice que una familia es funcional, cuando todos los miembros que la conforman encuentran en ella el entorno ideal para crecer y desarrollarse sanamente tanto física, como intelectual y emocionalmente.

Bajo ese precepto, los padres de familia tenemos el deber de procurar el bienestar de nuestros hijos y mutuamente el de nuestra pareja.  Sin embargo, en la actualidad lograr una comunicación efectiva con nuestra propia familia resulta todo un reto: Los tiempos de encuentro familiar suelen ser cortos, las actividades de los diferentes miembros del clan son múltiples y muy diversas, las distracciones con las que vivimos son muchas y por todo esto la convivencia familiar resulta cada vez más superficial y por lo mismo, menos efectiva.  

El tiempo especial, es un concepto que se refiere a la atención que se le debe dar a cada miembro de la familia en forma independiente y periódica.  Los beneficios de aplicar esta práctica, se perciben al mejorar la comunicación intrafamiliar, fortalecer los lazos afectivos y estimular la confianza, así como  permanecer informado de lo que ocurre en nuestra familia, vivir experiencias juntos, tener proyectos de largo plazo, compartir formas de pensar, etc.

El proceso inicia cuando el papá y la mamá por separado, programan actividades únicas con cada hijo o miembro de la familia: por ejemplo, salir al cine con uno de los hijos, arreglar el jardín con otro,  ir de compras con alguno en particular, ir a tomar un café, hacer un viaje, hacer una excursión, salir a dar un paseo en bicicleta, armar un rompecabezas, bañar al perro, en fin, pueden ser actividades tan sencillas o tan sofisticadas como las queramos hacer, lo importante es que se hagan con cada miembro de la familia por separado. De esta forma se van generando experiencias únicas.

Sin embargo no debemos olvidar que así como es importante que los padres tengan actividades con cada hijo, también es importante que papá y mamá programen actividades juntas sin la presencia de los hijos. El tiempo especial que se le dedica a la pareja es indispensable para mantener una buena armonía familiar. De aquí la importancia de salir al cine a ver películas que no sean de corte infantil, tener pláticas de adultos, cenas románticas o cualquier otra actividad que disfruten en pareja.

El tiempo especial, es un ingrediente de sana convivencia que aporta mucha información e inigualables experiencias para el crecimiento y la formación de todos los miembros de una familia, practicarlo con periodicidad será una excelente forma de invertir nuestro tiempo, y créanme, los dividendos son inolvidables.


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