martes, 22 de noviembre de 2016

Las Mascotas en la Familia.

Me gusta que mis hijos convivan con perros, y aunque sé que es riesgoso para ellos, (para los perros),  finalmente terminan conociéndose, respetándose y queriéndose unos a otros. 

Las mascotas, y especialmente los perros siempre le han aportado a mi familia un ingrediente de funcionalidad que es útil y recomendable. Me refiero a la seguridad, pues sus sentidos les permiten detectar situaciones  de riesgo antes que a nosotros. Especialmente cuando se trata de que algún extraño se acerque a la casa.

También gracias a los perros hemos podido enseñar  a mis hijos  que tener un animal  implica una responsabilidad, pues hay deberes relacionados con la higiene,  la salud y la sociabilidad, en la cual los perros se convierten en un aliado para el aprendizaje.  

Como ejemplo y sin que estuviera considerado en el plan de estudios original, la tarea de recoger los desechos del perro se ha vuelto un tema hasta para desarrollar habilidades de negociación entre mis hijos, pues lo que para mí sería tomar una bolsa, recoger las heces y tirarlas a la basura, para mi pequeño vástago  es salir al patio, buscar los mentados residuos, contarlos, dividirlos entre dos, avisar a su hermana que le toca recoger su 50%, ir a buscar una bolsa para llevar a cabo la tarea, hacerse loco un rato para ver si a papá y mamá se nos olvida el tema, rogar porque  a la hermana también se le olvide y finalmente salir a regañadientes a cumplir con la imposible misión cuando se topa con la mirada de quien le dio la vida.  

Así les vamos enseñando y así vamos aprendiendo nosotros de ellos también.  Hasta que llegan temas donde entramos en conflicto, como el hecho de sacar a pasear al perro con un collar de castigo, pues sienten que el animalito de tanto que estira se pone morado.  O cuando hay que aplicarle un correctivo  por haber hecho algo indebido y cual si fuera político, a periodicazos le vamos enseñando lo que si y lo que no.  Ahí es cuando mis hijos sienten que no quiero al perro y es justo ahí donde la sociedad a veces tampoco ayuda.

Ya ven que está en boga hablar sobre familias;  en todas sus presentaciones, pues para mí las mascotas son sólo eso, mascotas  y no familia. Y  aunque en algunos casos se les quiere más que a ciertos familiares, porque generalmente también ellas nos tratan mejor, he sido muy determinante en señalar que un animal, por muy querido que sea, no se puede comparar con una persona.

Ahora bien,  últimamente han abierto en la ciudad, espacios públicos, restaurantes y centros comerciales que se les denominan “pet frendly”  (me parecen de lo más chocante el término,  no por lo que significa, sino porque lo tengan que llamar en inglés para que la sociedad lo acepte, pero así estamos).

Pues en uno de estos lugares me tocó ver a una perrita usando zapatos de tacón (zapatos para  perro, por supuesto). Cabe señalar que con el atuendo y el modo de andar, se parecía bastante a la dueña, quien  llevaba la correa por el otro extremo. Y al rato, me tocó ver a un perro con chamarra y gorro como si fuera un niño.  El caso más absurdo, se trataba de una pareja de jóvenes que llevaban un perro vestido como si fuera un niño, metido en una carriola para bebés y lo paseaban como si se tratara de su hijo.

No sé qué pase por la mente de estas personas, quizá piensan que darle a los perros el trato que ellos quisieran recibir es hacerlos felices, quizá tengan una conexión neuronal con los animales y logren ponerse de acuerdo hasta para escogerse la ropa, o quizá simplemente tengan unas ideas diferentes a las mías. Lo cierto es que en las tiendas cada vez es más común encontrar ropa para mascotas que van desde lo que pudiéramos llamar sencillo hasta lo exótico.

Creo que humanizar de esa forma a los perros y a los animales en general, también debería ser considerado como una forma de maltrato animal. Los perros son perros y tienen derecho a un trato digno y nosotros que nos decimos “seres superiores” (y ya empiezo a tener mis dudas) debiéramos ser los primeros dárselos.  

Humanizar animales a nuestro gusto y a nuestro antojo, me hace pensar que simplemente los estamos utilizando para hacer con ellos, lo que no fuimos  capaces de lograr con alguien más. Dicho de otro modo, es aprovechamos de su nobleza. 

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