La sorpresa ya pasó, las elecciones de Estados Unidos no tuvieron el final
feliz que los mexicanos esperábamos. Y no es que fuéramos partidarios de “La
Hilary” (¡Ah, cómo me acuerdo de Germán Dehesa!), sino que la otra opción nunca
la consideramos como una opción seria. Y aquí la primera enseñanza: En una
elección, todos los participantes pueden ganar.
Como siempre pasa en los medios de comunicación, los futurólogos hicieron
sus vaticinios y es fecha que las cejas no les bajan a su lugar. Ahora todos están
justificando porque no sucedió lo que pronosticaron y están volviendo a
pronosticar lo que sigue. Parece que no
aprendieron la lección.
El pueblo en general no deja de despotricar contra el presidente electo, bien
dicen que “Es más fácil ser borracho que ser cantinero”, y esta semana el dicho ha quedado más que
demostrado. Miles de gringos no hallan qué hacer para echar reversa a la
elección, (a buena hora) ahogado el niño
quieren tapar el pozo. Y los mexicanos que somos tan afectos al mitote, no
hemos parado de hacer chistes sobre el tema.
Eso sí, en general se percibe un ambiente de preocupación e incertidumbre,
y creo que el sentimiento está bastante justificado. Ha ganado un hombre que le
gusta ganar al costo que sea. Y no sólo eso, hay mucha gente que lo apoya y que
piensa igual que él.
¿Por qué ganó el señor? - No lo sé, pero de tanto que he escuchado, me
convence la idea de que ganó porque es apoyado por un gran número de personas
que están hartas del sistema político nacional y que están dispuestas a
experimentar un cambio al costo que sea.
Pienso que si alguien debe aprender algo con esta lección es la clase
política en general, a quien bien le vendría reivindicarse de la crisis de
valores y de credibilidad en la que ha caído, dando como resultado que a los políticos en
estos tiempos, no se les cree ni cuando dicen la verdad.
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