Un muro en el desierto, es tan sólo eso, un muro.
Un muro en el desierto, es a lo más una simple barrera
física.
Una barrera que nace con la idea de dividir, de separar, de
excluir a unos para proteger a otros.
No se dan cuenta de que son las barreras mentales y no las
físicas las que dividen, las que alejan, las que discriminan y terminan por
matar. Son ellas las que no nos permiten
crecer pues nos impiden ver el mundo desde otros puntos de vista y entender nuevas
formas de pensar.
Un muro, por grande y majestuoso que sea siempre tiene un
límite, y por lo tanto se puede rodear, saltar o incluso atravesar. Un muro por alto o profundo que sea, no va a
detener a quien esté decidido a cruzarlo, ni será un imposible para quien haya llegado
hasta ahí después de haberlo dejarlo todo.
Me pregunto si los recursos que se pretenden usar para
construir ese capricho, no pudieran tener un mejor destino en beneficio de los
mismos americanos. Pienso en educación, salud, seguridad pública, combate a la
pobreza, desintegración familiar,
formación de valores, ciencia y tecnología, deporte y cultura, fundaciones
altruistas, hospitales e infraestructura, conservación de recursos naturales e
incluso atención digna y profesional al fenómeno de la migración. ¿No habrá un
mejor destino para todo ese dinero?
¿Qué tantas intenciones se pueden esconder detrás de un muro?
¿Qué mentes perversas promueven muros cuando lo que el mundo pide a gritos son
puentes y redes? ¿Cuánto cuesta la soberbia de unos cuantos que al creerse
superiores pretenden que otros paguen por ello?
Hay dudas en mi mente y pesar en mi corazón, pero por encima de todo, la absurda imagen sin
sentido de un muro en medio del desierto.
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