martes, 2 de agosto de 2016

El Reencuentro

Hace unos días, tuve la dicha de reencontrarme con mis ex compañeros de colegio después de 25 años de haber salido de la prepa. Primero que nada, debo reconocer que hubo 2 personas de las cuales no recordaba sus nombres. (Mal síntoma). También he de reconocer que salvo una que otra excepción, los hombres que formamos esa generación lucimos como señores cuarentones a los cuales se nos ha escapado la primera juventud y a como dé lugar nos queremos aferrar a la segunda; usando frases como “no importa cómo me vea, lo importante es cómo me siento”, o “la juventud es un estado de ánimo” (¡Anda p´os siquiera que tenemos buen humor!). En cambio de mis ex compañeras qué podría decir… que la mayoría de ellas, lucen mejor que cuando tenían 20.
En aquellos tiempos, terminé la prepa siendo un estudiante dedicado. Casi casi lo que en aquel entonces llamábamos un “nerd”. Jamás me distinguí por ser el alma de la fiesta. Tenía a mis buenos amigos y amigas, pero nunca fuimos los chicos más populares de la escuela. Creo que conscientes de nuestra edad, nos avocamos a disfrutarla sanamente y sin excesos. (Ya ni llorar es bueno).
De los tiempos de prepa, recuerdo que entre los hombres de la generación nos conocíamos bastante bien, porque estuvimos en la misma escuela más de 10 años, realmente había pocas sorpresas, estaban los que me caían bien, los que me caían mal y los que me eran totalmente indiferentes. En cambio de mis compañeras… de ellas puedo decir que estaban las me brindaron su amistad abierta y sincera, otras que se sentían como labradas a mano y se portaban como si fueran inalcanzables, (Urgencia de ser mayores, ya saben…) , y aquellas de las cuales ni siquiera puedo recordar sus nombres. (y por favor, no se sientan mal, “no eres tú, soy yo…”).
La prepa se terminó con una gran fiesta hace apenas 25 años, y ahora nos volvimos a encontrar con muy buena vibra y creo que con una gran expectativa de ver cómo había evolucionado el grupo. Ahora me siento feliz por todos y cada uno, de ver con admiración en lo que nos hemos convertido.
Muchos nos hemos vuelto padres o madres de familia, título que ostentamos con orgullo y felicidad cuando a la menor provocación alguien nos pregunta por nuestros hijos y acto seguido, sacamos un arsenal de fotos como para abrumar al más paciente. Casi todos somos profesionistas, y algunos no conformes avanzamos por distintos niveles de postgrados y especialidades. Otros están dedicados a atender sus propios negocios y muchos a colaborar en empresas de talla nacional o internacional. Hay algunos dedicados a la investigación, otros a la docencia y casi todos a la decencia. También hay quienes viven en el extranjero y muchos que habitamos distintas ciudades de nuestro bello país. El caso es que en esta generación, pareciera que hay de todo.
Sin embargo, por encima de todas esas diferencias, celebro la dicha de que finalmente hayamos maduramos todos, o casi todos, quizá unos antes y otros después, pero a estas alturas, ya todos nos vemos como iguales porque en el fondo a todos nos une algo en común. Más allá de nuestro antecedente escolar, somos hombres y mujeres que nos ha tocado vivir, ganar y perder diferentes batallas. Personas a las que la vida nos ha llevado por diversos caminos, nos ha enseñado muchas cosas nuevas, nos ha desafiado con distintos retos y nos ha puesto a prueba con muy diferentes e intensas pruebas.
Amén de cuánto hemos crecido, cuantos kilos hemos engordado o cuanto pelo se nos ha caído, nos hermana una admiración franca al saber y reconocer cuanto hemos logrado.
Pasé una tarde y noche sintiendo el cariño de gente a la que usualmente veo poco. Me rencontré con viejos amigos y aproveché para ponerme al tanto de sus vidas. Platiqué con algunos, con quienes nunca antes me había dado la oportunidad de platicar; quizá en aquella época no era el momento. Me quedé con las ganas de seguir platicando con algunos, y de ver a muchos que no pudieron estar. Sentí nostalgia al comenzar a despedirme y de forma intencional no me quise despedir de todos.
Cuando llegó el momento, quien menos lo esperaba me dijo, - No te vayas todavía - me quedé un poco más pero finalmente me tuve que ir. Me alejé despacio y sin aspavientos, como tratando de no generar una contundente despedida. Todavía tengo el buen sabor de boca de aquella reunión. Que gusto que el motivo del reencuentro, haya sido por el simple gusto de vernos. Así debieran ser todos los reencuentros.
Estaré pendiente del siguiente, me dará mucho gusto volverlos a ver.

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