martes, 5 de julio de 2011

Estrés televisivo


Disfruto mucho viendo los documentales de la vida natural que pasan en Discovery Channel, incluso en algunas ocasiones mis hijos los disfrutan junto conmigo. El pasado sábado, todo comenzó en forma normal, jamás imaginé el estrés que me produciría ver aquel documental.  En el momento de encender el televisor, una gigantesca osa polar asechaba a una foca. La esperaba junto a un orificio en el hielo del ártico, por donde el animal saldría a respirar.
La foca sabía que al salir a la superficie, el feroz animal lo estaría esperando para provocarle una muerte segura.  El tiempo de la foca se agotaba al igual que el aire de sus pulmones, repentinamente tomó la decisión  de  nadar hasta otro agujero que estaba a cincuenta o sesenta metros del primero con el riesgo de morir ahogada en el intento.  

Los segundos que la osa tardo en percatarse del  inesperado plan de su presa, fueron los que le permitieron a la foca llegar antes al siguiente agujero, respirar profundamente y zambullirse en las profundidades del mar para salvar su vida.

En ese momento Gaby, mi hija entró en escena.

-          ¿Qué haces papá?

-          Viendo como una osa persigue a una foca

-          ¿Y para qué?

-          Pues para … comérsela

-          Ay  ¿Por qué?,  pobrecita.

-          Pues sí, hija, pero los osos polares comen focas, tu ya sabes eso.

-          ¿Puedo verlo contigo?

-          Claro,

El estrés que hasta ese momento me había producido el documental era como una caricatura comparado con lo que seguía.

-          La osa perdió la oportunidad de cazar a la foca – dijo la pausada voz que narraba el documental – Una terrible situación para ella y sus oseznos que ya llevan varios días sin comer.

-          ¿Tiene hijitos? – se sorprendió Gaby

-          Si, - le contesté mientras veía un par de ositos flacos y hambrientos – no  los había visto yo tampoco.

-          Pobrecitos , tienen mucha hambre, dijo mi niña que recién se había comido un par de quesadillas.

En eso vuelve la voz del documental:

-          Por fortuna para la familia de osos, ahora una nueva presa viene directa hacia ellos y no viene sola. Se trata de una foca hembra y su cría recién nacida.

-          ¿Se van a comer a la bebé foca? – Me preguntó aterrada mi hija.

-          No, no creo hija, está muy chiquita, - Le contesté tratando de evitarle preocupaciones y todavía con la esperanza de no ver una imagen tan sangrienta.

-          Entonces, se van a comer a la mamá y quién va a cuidar a la bebé foca?

-          Este, pues no lo sé, mejor vamos a ver qué pasa.

-          ¿y si se comen a las dos? – ya la angustia estaba haciendo nido en el estómago de Gaby.

Pues pasó, lo que ya me suponía, el asecho hacia el par de focas se hacía cada vez más intenso, la osa descubrió que las focas se ocultaban en una cámara hecha bajo la nieve.  De pronto comenzó a golpear el techo de la caverna para llegar a sus presas. Gaby estaba de nervios,  temía por la foca mamá y más por la foca bebé.   La osa rompió el techo justo en medio de las dos focas separándolas con el derrumbe. La foca adulta sabía que si se quedaba a rescatar a su cría morirían las dos, así que escapó por el otro lado con la esperanza de volver después por la cría, sin embargo la osa fue tan insensible a la angustia de mi hija que sin piedad engulló a la cría de foca en pedacitos sin siquiera compartirla con sus pequeños oseznos.

Gaby se quedó con ojos y boca abierta.

La voz de la tele nos explicó que los osos tienen que administrar su energía para sobrevivir y que la pequeña foca apenas resultaba un bocadillo que no solucionaba el problema de supervivencia.  La familia de osos tenía que encontrar una buena presa lo suficientemente grande para saciar el hambre de todos.

Gaby no podía cerrar los ojos ni parpadear, estaba asombrada viendo como una pequeña foca era devorada en las fauces de una enorme osa mientras los pequeños osos gemían por comida.

La osa, con la poca reserva de energía  que  tenía, emprendió la búsqueda de otra presa.

Llegaron los tres hambrientos osos hasta un nuevo hoyo en el hielo donde se encontraban atrapadas un grupo de ballenas beluga, un excelente manjar que fácilmente hubiera saciado el apetito de los osos, sólo que había un enorme inconveniente, las ballenas eran tan grandes que la osa por sí sola, sería incapaz de sacarla del agua para comérsela y darle de comer a sus crías.  A pesar de los muchos intentos, la situación se tornó más crítica, pues la osa agotó casi toda su reserva energética y todavía no podía conseguir alimento.

El narrador tan insensible como la osa, no tuvo piedad en explicarnos que, de no encontrar comida en las próximas horas, la osa se vería en la necesidad de comerse al menos a uno de sus oseznos.

A Gaby casi se le salen los ojos de las cuencas.

-      ¿QUEEEEEEEEEÉ? ¿Se va a comer a sus propios hijos?

-          Quizá nada más a uno, hija. Ya ves porqué no es bueno ser hijo único.

Ignoro si mi hija entendió la importancia de tener hermanos, pero de seguro comprendió que  su mamá, aunque a veces grita no es tan mala como pensaba.

-          Comprende hija, si ninguno de los osos come, se van a morir  los tres, en cambio  si la osa se come a un osito , solo se muere ese  y sobreviven  la osa y el otro… claro mientras aparece algo de comida…

En este momento, yo ya no sabía si dar más explicaciones para justificar el comportamiento del animal,  unirme al reclamo antinatural que hacía mi hija, cambiarle a Disney Channel, o pedirle a Diosito que mandara una pinche foco (sin crías) para que de una vez por todas comieran los pobres osos.

Mi súplica fue escuchada o la edición del documental estaba arreglada, el caso es que de la nada apareció una pobre foca vieja y medio enferma que fue el deleite de los osos  y un respiro para nuestros exprimidos corazones. 

Así fue. Si nunca lo han experimentado, vívanlo aunque sea  una vez, sólo necesitas una tele con sistema de cable y un niño o niña de cinco años o menos.

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