Querido hijo, El segundo embarazo de
una familia no necesariamente se parece al primero. Así como en una familia
todos los hermanos somos diferentes entre sí, ahora sé que las diferencias
comienzan a notarse desde el embarazo.
En nuestra familia, supimos de tu
llegada gracias a tu hermana mayor. El apego hacia su mamá resultaba fuera de
lo normal, sus ganas de llorar estaban a flor de piel ( si de por sí…); y lo
que para nosotros comenzó siendo un misterio, se convirtió primero en una
sospecha y después en una gran felicidad, tu llegada estaba confirmada y programada
para finales de enero próximo.
La emoción que como padres sentimos, está
ligada al placer de ver cómo crece la familia, y cómo resulta necesario hacer ajuste
en cuanto a espacio, agenda, planes futuros y demás. También existe una emoción inmensa de querer comunicar
la nueva noticia a todo el mundo, pero sobre todo a alguien en especial, al
hermano mayor.
Decirle a los hermanos de que van a
tener un hermanito, es dar una gran noticia. Ver su reacción es algo único, pues no es
común que la gente reciba ese tipo de noticias. Así que sin más, lo hicimos y como
era de esperar, primero la confusión y luego la felicidad se reflejaron en el
rostro de tu hermana. A partir de ese momento éramos 3 los que con ansia te
esperábamos, claro que tu hermana pensaba que llegarías al siguiente día, y rápido
comenzó a traer juguetes y sonajas para recibirte.
Hubo que explicarle que el tiempo de
espera es largo y necesario, y aunque le costó trabajo entenderlo se acostumbró
a la idea de que su hermanito estaba en la panza de su mamá, y ahí fue durante
toda la gestación, el lugar donde recibiste besos, abrazos, canciones, caricias,
y hasta juguetes que tu hermana traía para ti.
Para la mamá,
durante todo el segundo embarazo, siempre está la referencia del primero: La
vez pasada no me sentía así, y ahora sí. La vez pasada no me dieron estos achaques
ni antojos y ahora sí. Ahora como que
me duele aquí y la vez pasada no, etc. Es
imposible no hacer comparaciones. Pero por encima de todas ellas, la vez pasada
tenía todo el tiempo para pensar en su primer y único bebé, y ahora no, ahora
tiene un hijo de 1, 2 o 3 años, o quizá más, que está vivo y demanda su
atención, su tiempo y sus cuidados, y todo eso sucede mientras su cuerpo va
nutriendo y formando al segundo hijo que lleva dentro.
Creo que además
del evidente proceso de gestación, el embarazo cumple otra importante función
en la forma de pensar de los padres, pues mentalmente vas a aprendiendo a
cuidar a un hijo sin descuidar al otro, y sobre todo, a darle a cada uno su
tiempo y su lugar sin experimentar sentimiento de culpa por atender a uno
haciendo a un lado al otro. Y por su parte, ellos aprenden que para cada uno
hay turnos y tiempos qué esperar.
Para el papá,
el tema del segundo embarazo además de emocionante, resulta también un inmenso
aprendizaje, pues uno aprende a dividir y equilibrar los tiempos y formas de
atención hacia la pareja y hacia el primer hijo, y sobre todo a este último,
pues casi seguro que cuando uno le ofrezca apoyo a la pareja, ésta le dirá -Ayúdame
con el niño…
Conforme el
tiempo va avanzando y el vientre de la madre va creciendo, las tareas más cotidianas
se vuelven más complejas, pues simultáneamente la madre va ganando peso y perdiendo
movilidad mientras el primer hijo va creciendo, va adquiriendo nuevas
habilidades y teniendo nuevas necesidades. Será ahora cuando más querrá que lo
carguen; si todavía es un niño de brazos, y si por ejemplo al inicio del
embarazo el primer hijo apenas gateaba, para cuando vayamos en el noveno mes,
el primogénito habrá adquirido la habilidad de caminar y de correr y la madre
por el contrario habrá perdido agilidad y velocidad al desplazarse. Ahora será
mayor el cansancio acumulado durante los meses de gestación, y por otra parte
estará más latente el pensamiento de que la hora del alumbramiento está cada
vez más cerca. Por su parte el hijo o
hija mayor sabrán perfectamente que dentro de poco tiempo habrá otro miembro en
la familia y lo que comenzó con una gran emoción por tener alguien con quién
jugar, ahora se torna en la cada vez mayor sospecha de que pronto habrá en la
casa un pequeño rival con el que habrá de competir por ganar la atención de
papá y mamá.
No será
fácil explicar al hijo mayor que la cuna, los peluches y los nuevos accesorios
para bebé, ya no son para él, y que debido a que él ya es grande, ahora tendrá
juguetes y sobre todos derechos nuevos a los que sólo tienen acceso “los
mayores”. Es decir, una de las tareas más importantes del padre, consiste en
hacerle ver al hijo mayor que nadie lo está desplazando, y que el hecho de que
llegue una hermana o un hermano a la familia, no va a generar una lucha de
poderes, sino una familia más fuerte. Sin embargo, y a pesar de toda la buena
comunicación que como padres tengamos con nuestros hijos mayores, siempre habrá
en ellos el sentimiento que magistralmente explicaba Quino, a través de su
entrañable personaje “Mafalda”: - Siento como si los corazones de mis papás fueran
a abrir una sucursal.
Todo esto en
teoría es muy sencillo, pero en la práctica habrá que estar mentalmente preparado
para entender que lo que por ahora son momentos de angustia, son sencillas
pruebas para fortalecerse como familia, pues bajo el mismo techo, habrá que
tolerar los berrinches y rabietas del primogénito, el cansancio, temor y mal
humor de la madre que ya sabe lo que le espera, y un agotamiento físico y mental
del padre que por momentos ya no pide
más queso, sino salir de la ratonera.
Pero como a
cada gran esfuerzo le llega una gran recompensa, nada se compara con la alegría
de llegar a un feliz parto que da como resultado una familia fortalecida, una
orgullosa y amorosa madre, un orgulloso cuanto preocupado padre, y un
primogénito con sentimientos encontrados, feliz de finalmente conocer al
ansiado hermanito, pero confundido de corroborar lo que ya suponía y que atinadamente nos dijo
Mafalda en otra de sus tiras cómicas: - Yo siempre estuve de acuerdo en tener
un hermanito, pero nunca dijimos que iba a vivir en la misma casa.
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