miércoles, 25 de enero de 2012

Cosas de Mujeres II


Cosas de Mujeres II

Cuando volvimos de la luna de miel, le pregunté a mi esposa si el viaje le había gustado.

-          Por supuesto -  me contestó.

-          Ah pues que bueno, porque eso fue lo próspero, ahora sigue lo adverso.

Es bien sabido que en los matrimonios siempre hay problemas por solucionar y el nuestro, como es natural no es la excepción. Nuestro primer conflicto conyugal lo tuvimos al día siguiente de nuestro arribo de la luna de miel. Realmente era el primer día en nuestra casa.

-          Pusiste el rollo de papel al revés  - me señaló enfática desde el cuarto de baño la nueva señora de la casa.

Honestamente yo ni siquiera sabía que los rollos de papel tenían derecho y revés.

-          ¿Al revés de qué o qué?

-          El papel debe colgar por la parte de adelante del rollo y no por la parte de atrás.

-          Órale…  - logré decir mientras pensaba en todos los años que había vivido en el error.

¿No será que en casa de sus papás siempre lo han puesto de una forma y en casa de los míos, de otra? o ¿Acaso cabe la posibilidad de  que siendo un asunto trivial, piense que mientras haya papel me importa un comino cómo esté puesto? Porque ya ven que el papel higiénico es como el dinero, cuando lo necesitas, lo necesitas ya. Y mientras haya el suficiente, uno no le anda poniendo “peros”.  Pues quién sabe, pero ese día me di cuenta de que el caminito conyugal iba a estar lleno de pequeños detalles como ese. Y en eso no me equivoqué.

Con algunos años de casado ya no solo hay una, sino dos mujeres parlantes dentro de la casa, mi señora que todo lo sabe y todo lo ve, y mi hermosa hija de seis años de edad, esa diaria convivencia me ha hecho aprender algunas cosas:

-          Hijita, vente a comer…

-          ¿Qué hay de comer?

-          Sopa de fideo

-          Ay, ¿Por qué no hicieron sopa de estrellitas?



-          Hijita, péinate y ponte una diadema

-          No me quiero poner diadema, me quiero ponerme un moño.

-          Ponte el moño pues.



-          Hija, no andes descalza, ponte unos tenis.

-          Me quiero poner huaraches…

-          Ándale pues.

No es que las mujeres nos lleven la contra en casi todo, lo que sucede es que a los hombres nos falta talento para adivinar lo que ellas están pensando.

-          ¿Te das cuenta? – le pregunto a mi esposa mientras vamos solos en el auto – la niña siempre opina lo contrario en todo lo que decimos, si le dices huevo estrellado, ella lo quiere revuelto, si le dices quesadilla con tortilla de harina, ella la quiere de maíz, si le dices “primero tú y después tu hermano”, quiere que primero sea el hermano, ¡Ah!, pero sí de entrada primero es el hermano, entonces ella quiere ser primero. El caso es llevar la contra.

-          Lo que pasa es que no comprendes a las mujeres, por cierto ¿Por cuál calle te piensas ir?

-          Por la avenida Hidalgo – le contesto.

-          También te puedes ir por la calle Morelos.

-          ¿Tú también?

-          ¿Vamos a ir al restaurante yucateco?

-          Si a ese vamos, ¿Por qué?

-          Porque también podríamos ir al Oaxaqueño…

-          ¿Tú quieres ir al Oaxaqueño?

-          No, solo digo que también podríamos…



Si bien dice el dicho, los hijos no hurtan nada, lo heredan.



-          Hijita, ¿Te has dado cuenta de que cuando yo digo algo tu generalmente opinas lo contrario?

-          No es cierto, papá.

-          Ya lo ves.

-          Pues tu también me dices que “No” a todo lo que te pido.

-          Dame un ejemplo

-          Cuando vamos a una tienda, nunca me quieres comprar nada.

-          Eso es porque en todas las tiendas quieres que te compre algo…

-          No es cierto, papá.

-          ¿Ves como siempre opinas lo contrario?

(y en esta parte de la conversación se enojó y se dio la media vuelta)

-          ¿Por qué mi hermana está enojada contigo? – me preguntó mi vástago de cuatro años.

-          Porque dice que no le compro lo que quiere.

-          ¿Y se va a quedar enojada para siempre?

-          No, hijo, al ratito se le pasa.

-          ¿Le vas a comprar lo que quiere?

-          Claro que no. Ya se lo comprará cuando sea grande.

-          ¿Cuando sea grande se va a comprar todo lo que quiera?

-          No creo, pero va a aprender a hacer lo que hacen otras mujeres, que al no poder comprar lo que quieren, compran lo que no necesitan y eso las hace sentir un poquito mejor.

-          ¿Por qué?

-          No lo sé, algún día te darás cuenta de que entender  a las mujeres  tampoco  es tan importante, lo que sí es importante es amarlas y respetarlas.

 “Cuando el amor es poco, los defectos son muchos” así reza un viejo proverbio oriental,  y eso me hace deducir que  “Cuando el amor es mucho, los pequeños defectos son el perfecto equilibrio de todo lo bueno que encierra una mujer”

-          ¿Y todas las mujeres son iguales, papá?

-          Las de esta casa sí.  De las demás no sé porque no las conozco a todas.

-          ¿A cuántas conoces, papá?

-          ¿Por qué no te pones a jugar con el Wii, hijito? y dejamos esta plática para dentro de unos veinte años...

-          Nunca me quieres contar nada…

-          Sólo apréndete esto: "Todo lo que tiene que ver con una mujer, tiene que ver con nosotros porque nosotros no somos nada sin ellas."
Nota:
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1 comentario:

Anónimo dijo...

De acuerdisimo!!!! creo que todas tenemos algo parecido. Me encanto! Saludos,me hiciste reir un buen rato.