viernes, 5 de enero de 2024

Correr, es como vivir.

Hay un punto de partida, un trayecto y un destino.

Empiezas con un plan en mente, una vuelta, o dos, o diez kilómetros, o un maratón.

Cuando empiezas a correr, sientes el peso de tu cuerpo y de tus pies en el camino. Sientes el piso que te soporta y el viento en la cara que a veces te acaricia y a veces te golpea, y buscas el paso, el ritmo correcto que te permita avanzar y mantenerte en el camino seguro, firme y constante.  

Avanzas y te preguntas dónde debes llevar la mirada. Acaso cercana para ver en dónde pisas, acaso a una media distancia, para ver el entorno y lo que viene más delante, o en el horizonte para soñar con aquello que tus ojos todavía no alcanzan a ver, y concluyes que no hay una sola respuesta, pues al correr como al vivir, tienes que estar atento a todo. 

Avanzas más y repasas mentalmente cada parte de tu cuerpo, ¿Cómo me siento? ¿Cómo siento mi respiración, mi pecho? ¿Me falta el aire? ¿Puedo acelerar el paso, me mantengo, disminuyo un poco la velocidad? ¿Qué me dicen mis piernas, mis tobillos, mis rodillas?, ¿Cómo siento mis brazos? ¿Qué me dice mi mente? 

Avanzo más y soy consciente de que no voy corriendo solo, en la carrera de la vida, me cruzo con otras personas que van corriendo su propia carrera, y me siento acompañado, aunque no los conozca. Con algunas personas, intercambiamos miradas, saludos o incluso palabras de ánimo. Es increíble como un “buenos días” nos conecta.

Me inspiro en los demás. Me motivan los que me rebasan a paso firme y veloz. Es fácil ver que son cuerpos más entrenados que el mío, muchas veces más jóvenes o con mejor preparación, pero eso no me detiene, su historia no es la mía, su historia es la de ellos y en gran medida la ignoro, yo los veo cuando me pasan, y trato de estudiar su ritmo, su pisada, su respiración. Luego vuelvo y me concentro en mí. Verifico mi respiración, mi paso, ajusto el ritmo y sigo avanzando. 

Me inspiro también en aquellos que alcanzo y logro rebasar, porque de ellos admiro su esfuerzo y su fortaleza para no claudicar, muchas veces son gente mayor que yo, y pienso en cuántos años y cuántos kilómetros habrán caminado, corrido y recorrido, otras veces, son personas haciendo esfuerzos descomunales, ya sea por falta de condición física, por un sobrepeso mórbido, o por alguna enfermedad o discapacidad más allá de su control, también me inspiro en ellos, les reconozco su esfuerzo, su condición y su fortaleza y sigo y vuelvo a concentrarme en mí.  

A veces siento la tentación de correr para competir, luego veo que siempre habrá gente que corra más y otros que corran menos que tú. Habrá algunos que corran caminos similares, y otros que jamás se cruzarán contigo, y por insólito que parezca, habrá muchos que correrán en sentido contrario al que corres tú. Todos están bien.

Puedes aprender de los que corren más y si quizá enseñar a los que corren menos. 

Puedes incluso parar a media carrera, hacer un alto, ya sea para descansar, ya sea para meditar, y reflexionar en lo que has avanzado o para verificar si todavía quieres seguir en la misma dirección antes de continuar. 

Correr es como vivir, pero no viceversa. 

Porque correr, es como una linda forma de vivir.

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