Recuerdo cuando participé por primera vez en una
planeación estratégica. Fueron 3 días de estar en una ciudad distinta a donde radicaba.
Iniciábamos los días con pláticas impartidas por expertos, y continuábamos en reuniones
intensivas escuchando hablar sobre el entorno y la forma como la empresa tenía
participación en el sector. Cuando viajé de regreso a mi ciudad de residencia, concluí
que mi sentimiento de bienestar se debía a dos cosas: Haber vivido aquella
experiencia y contar con un plan de trabajo perfectamente definido para el
resto del año. De pronto, llegó a mi mente una idea genial. ¿Qué pasaría si
aplicara la metodología de la planeación estratégica a mi vida personal?
En aquel entonces era un soltero soñador de 26 años, y el
ansia de repetir el ejercicio me hizo verme con un plan de trabajo donde se
desglosaran actividades de tipo personal como conseguir novia, casarme, hacer algunos
viajes, hacer deporte, salir de fiesta con amigos, formar una familia, bajar de
peso, estudiar una maestría, etc. La
idea por un tiempo quedó más en mi mente que en algún papel, aunque un día
finalmente abrí una hoja de excel y vacié lo que consideré un FODA (fortalezas,
Oportunidades, Debilidades y Amenazas) de mí mismo. Luego tracé mis objetivos a
corto, mediano y largo plazo y me visualicé como un explorador a quien le dan
un mapa con las pistas para encontrar un gran tesoro.
Hasta ahí todo iba bien, seguí mi plan durante un buen
tiempo y al cabo de unos años, se fueron concretando varios de mis objetivos.
Luego quise repetir el ejercicio, pero el problema comenzó cuando decidí
involucrar a mi familia, es decir, a mi esposa… quien con palabras muy presidenciales
contestó a mi invitación con preguntas como:
-
¿Y yo por qué?
-
¿Y para qué lo quieres?
-
¿Y cuánto nos vamos a tardar?
-
¿Y por qué no lo haces tú?
Mi esposa y yo no compartíamos el mismo lenguaje laboral,
y nuestra idea de hacer planes familiares; aunque es similar en el fondo, es
muy distinta en la forma. Sobra decir que el ejercicio terminé haciéndolo yo
solo y creo que como ejercicio fue lo mejor.
Con más de 10 años de casado, puedo comentar que de todos
los proyectos en los que he participado, ninguno ha sido tan complejo ni simultáneamente
tan reconfortante como el proyecto de formar y ver crecer a mi familia.
Laboralmente proyectos van y proyectos vienen; unos más exitosos y desafiantes
que otros ya sea técnica, financiera o comercialmente, pero todos ellos al fin
de cuentas se traducen en dos cosas: Que cierta cantidad de dinero pasó de unas
manos a otras y que haber participado en aquello, nos enriqueció con una
experiencia nueva que contribuye a seguir desarrollarnos como personas y como
profesionistas.
En cambio, el proyecto de formar una familia, implica
desde actividades planeadas hasta sucesos inesperados, desde actividades
intrascendentes hasta aquellas donde pones a prueba todos tus conocimientos,
desde tardes placenteras hasta noches de insomnio, o desde momentos donde
abundan las risas hasta otros donde nuestro carácter y temperamento se pone a
prueba, pareciera que es igual que en el trabajo, pero no, aquí todo es más
delicado pues las cosas ocurren con personas a las que amamos, que esperan de
nosotros amor incondicional y el ejemplo diario de lo que un padre o una madre
deben ser.
El hecho es que planear se ha vuelto un ejercicio en mi
caso más de tipo laboral que familiar, así como soy de riguroso para planear en
el trabajo, así soy de flexible para los asuntos personales o familiares, por
supuesto que algunas actividades familiares convienen planearse, pero también
he aprendido que más vale saberse adaptar a las circunstancias cuando las cosas
no son como tu esperas. Ahora bien, no es
bueno caer en la tentación de hacer participar a mis hijos y a mi esposa como
si fueran miembros de mi equipo de trabajo, en principio porque no lo son, y en
segundo porque jamás esperaría de ellos lo que espero de mis compañeros. Aquí
cabe la célebre frase “A Dios lo que es
de Dios y al César lo que es del César”, en donde se deja clara la ambivalencia
de los dos mundos en los que nos movemos constantemente y donde hemos de
aprender a navegar cual experimentados
capitanes de barco en mares picados.
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