sábado, 29 de abril de 2017

Hogar / Empresa.- Planeación Estratégica en Familia

      Recuerdo cuando participé por primera vez en una planeación estratégica. Fueron 3 días de estar en una ciudad distinta a donde radicaba. Iniciábamos los días con pláticas impartidas por expertos, y continuábamos en reuniones intensivas escuchando hablar sobre el entorno y la forma como la empresa tenía participación en el sector. Cuando viajé de regreso a mi ciudad de residencia, concluí que mi sentimiento de bienestar se debía a dos cosas: Haber vivido aquella experiencia y contar con un plan de trabajo perfectamente definido para el resto del año. De pronto, llegó a mi mente una idea genial. ¿Qué pasaría si aplicara la metodología de la planeación estratégica a mi vida personal?

      En aquel entonces era un soltero soñador de 26 años, y el ansia de repetir el ejercicio me hizo verme con un plan de trabajo donde se desglosaran actividades de tipo personal como conseguir novia, casarme, hacer algunos viajes, hacer deporte, salir de fiesta con amigos, formar una familia, bajar de peso, estudiar una maestría, etc.  La idea por un tiempo quedó más en mi mente que en algún papel, aunque un día finalmente abrí una hoja de excel y vacié lo que consideré un FODA (fortalezas, Oportunidades, Debilidades y Amenazas) de mí mismo. Luego tracé mis objetivos a corto, mediano y largo plazo y me visualicé como un explorador a quien le dan un mapa con las pistas para encontrar un gran tesoro. 

      Hasta ahí todo iba bien, seguí mi plan durante un buen tiempo y al cabo de unos años, se fueron concretando varios de mis objetivos. Luego quise repetir el ejercicio, pero el problema comenzó cuando decidí involucrar a mi familia, es decir, a mi esposa… quien con palabras muy presidenciales contestó a mi invitación con preguntas como:

-          ¿Y yo por qué?
-          ¿Y para qué lo quieres?
-          ¿Y cuánto nos vamos a tardar?
-          ¿Y por qué no lo haces tú?

      Mi esposa y yo no compartíamos el mismo lenguaje laboral, y nuestra idea de hacer planes familiares; aunque es similar en el fondo, es muy distinta en la forma. Sobra decir que el ejercicio terminé haciéndolo yo solo y creo que como ejercicio fue lo mejor.

      Con más de 10 años de casado, puedo comentar que de todos los proyectos en los que he participado, ninguno ha sido tan complejo ni simultáneamente tan reconfortante como el proyecto de formar y ver crecer a mi familia. Laboralmente proyectos van y proyectos vienen; unos más exitosos y desafiantes que otros ya sea técnica, financiera o comercialmente, pero todos ellos al fin de cuentas se traducen en dos cosas: Que cierta cantidad de dinero pasó de unas manos a otras y que haber participado en aquello, nos enriqueció con una experiencia nueva que contribuye a seguir desarrollarnos como personas y como profesionistas.

      En cambio, el proyecto de formar una familia, implica desde actividades planeadas hasta sucesos inesperados, desde actividades intrascendentes hasta aquellas donde pones a prueba todos tus conocimientos, desde tardes placenteras hasta noches de insomnio, o desde momentos donde abundan las risas hasta otros donde nuestro carácter y temperamento se pone a prueba, pareciera que es igual que en el trabajo, pero no, aquí todo es más delicado pues las cosas ocurren con personas a las que amamos, que esperan de nosotros amor incondicional y el ejemplo diario de lo que un padre o una madre deben ser.


      El hecho es que planear se ha vuelto un ejercicio en mi caso más de tipo laboral que familiar, así como soy de riguroso para planear en el trabajo, así soy de flexible para los asuntos personales o familiares, por supuesto que algunas actividades familiares convienen planearse, pero también he aprendido que más vale saberse adaptar a las circunstancias cuando las cosas no son como tu esperas. Ahora bien,  no es bueno caer en la tentación de hacer participar a mis hijos y a mi esposa como si fueran miembros de mi equipo de trabajo, en principio porque no lo son, y en segundo porque jamás esperaría de ellos lo que espero de mis compañeros. Aquí cabe la célebre frase  “A Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César”, en donde se deja clara la ambivalencia de los dos mundos en los que nos movemos constantemente y donde hemos de aprender a navegar cual  experimentados capitanes de barco en mares picados. 

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