Se terminó el ciclo escolar y los
niños del kínder prepararon un festival para celebrar el fin de cursos, el día
de la madre y el día del padre. (Aplauso
y palomita para el festejo tres en uno).
Mis hijos me advirtieron que el
festival iba a estar padrísimo y que como era una sorpresa no me podían
anticipar nada, pero que por ningún motivo me lo fuera a perder.
-
Allí estaré, no te preocupes. – le comenté a mi
hija, quien se mostraba más preocupada por saber que este sería su último festival
de preescolar.
El evento comenzó a la hora prevista,
yo mientras tanto sorteaba el tráfico en los alrededores del colegio para
llegar a tiempo. Encontré lugar para estacionarme como a tres cuadras y corrí
tan rápido como pude, pues advertí que el ansiado festival ya había comenzado
gracias a la música que se escuchaba hasta allá.
Llegué cuando iniciaba el segundo
número, los niños de primero de preescolar bailaban a ritmo de cumbia mientras
padres de familia tomaban fotos y video, había como quince niños bailando y más
de sesenta cámaras y teléfonos celulares registrando todo lo que sucedía.
Apenas terminaron de bailar los
pequeñitos; mi hijo menor entre ellos, cuando mi hija sintiéndose toda una
graduada se asoma a la orilla del escenario para ver si su padre ya había
llegado. Todo fue que me viera para que
su expresión de preocupación cambiara por una de reclamo. (Lo siguiente sucedió
en una fracción de segundo, pero juro que el madrazo lo vi venir). Solo pensé
para mis adentros – hijita, regresa a tu
lugar con tu maestra - pero no fue
suficiente.
Plantada en frente de todos los
padres de familia y dirigiendo su mirada hacia mi persona me espetó con su
estridente voz.
-
¡PAPÁ, LLEGASTE BIEN TARDE!
Yo sentí como las miradas de la
concurrencia me caían encima, quise voltear hacia atrás para ver si había algún
otro papá que quisiera adjudicarse el reclamo, pero era inútil, sabía que no
había nadie, y estaba seguro de que la que reclamaba vivía en mi casa. No había escapatoria, el reclamo era para mí,
y delante de todos.
-
¡Shhhh! Hijita,
vete a tu lugar - Le dije mientras le miraba con ojos de pistola
-
¡PUES TE PERDISTE LA PRIMERA CANCIÓN Y ESTUVO
BIEN PADRE! – me siguió reclamando con los brazos cruzados.
-
Te vi desde atrás, pero tú no me viste - mentí para ver si funcionaba, pero fue
peor.
-
NO ES CIERTO NO HABÍAS LLEGADO -
La audiencia volteaba a ver a mi
hija y luego a mí, como si presenciaran un partido de tenis al mismo tiempo que
se doblaban de la risa. Yo no sabía si levantar más la voz, fingir demencia o
fingir un desmayo. Afortunadamente una maestra intercedió por mi reputación y
sacó a mi hija de escena.
Jamás pensé ventilar un pleito
familiar de esa forma. Sin embargo, me
queda la lección de que antes de que alguno de tus hijos haga presentaciones
públicas debes enseñarle que “la ropa sucia se lava en casa”
El resto del festival concluyó en
forma normal, aplaudimos mucho y no regocijamos de ver a nuestros hijos
cantando y bailando aquello que con tanto gusto ensayaron para nosotros. Ellos terminaron
felices pues cerraron un ciclo escolar llenos de orgullo y alegría.
Nuestro hijo termina su primer
año de enseñanza oficial y próximamente iniciará uno nuevo.
Nuestra hija termina su etapa
preescolar y comenzará su preparación primaria, cierra un ciclo e iniciará uno
nuevo.
Creo que ese proceso nunca debería
terminar en nuestra vida, el desarrollo que como personas tenemos con los años,
nos debe obligar a permanecer atentos para cerrar ciclos y abrir ciclos nuevos
que nos lleven a explorar nuevos caminos y finalmente a crecer como personas. No
podemos ser toda la vida los mismos. No podemos
ser ahora los mismos que éramos hace cinco, diez o veinte años.
Recuerdo a una anciana pintora en
los portales del Museo Monterrey que
orgullosa exponía sus cuadros ofreciéndolos en venta: - Comencé a pintar a los
81 años – me dijo, y no supe qué contestar.
Bien pues este blog publicado
semanalmente, “como cada jueves” que hoy cumple un año de vida en el ciber
espacio, también cierra su ciclo. Este ejercicio de estar en contacto con
lectores de muchas partes de México y de muchos otros países, me permitió
disciplinarme en el oficio de escribir rigurosamente al menos una vez por
semana.
Me siento muy satisfecho de lo
logrado durante este año y orgullosamente lo comparto con mis lectores. En total
62 columnas publicadas (todas ellas continúan disponibles para ser leídas), más
de 11, 500 visitas a la página, lectores de más de 20 países. Con el apoyo de las redes sociales, muchos
artículos recomendados por los propios lectores, siendo entre ellos el artículo
más veces leído “Lo que aprendí de Chespirito” con más de 1,300 lecturas.
Agradezco a todas aquellas
personas que alguna vez fueron lectores de este blog, pero agradezco de manera
especial a las 31 personas que se suscribieron y sobre todo a aquellos que semanalmente
siguieron las publicaciones y recomendaron o hicieron comentarios sobre las
mismas para que otros más las leyeran. Muchas gracias en verdad.
Les advierto, que no se vayan a
sorprender si algún día ven una nueva publicación, el blog seguirá activo, sólo
que las publicaciones dejarán de ser con la rigurosa exactitud semanal.
Cerrar un ciclo es el primer paso
antes de abrir un ciclo nuevo. Este ciclo se cierra con el ánimo de iniciar
otros proyectos. Así que no será un adiós, sino un hasta luego.
Haber gozado de su preferencia,
para mí fue un verdadero placer.
Y en el twitter: @manuelhgil
Saludos
Manuel Gil
P.D. Por cierto, también se cerró el ciclo de las campañas presidenciales. Gane quien gane, tengo la esperanza de que el ciclo que ahora se abrirá para nuestro país, sea de mayor prosperidad y bienestar para todos los mexicanos. Este domingo ¡Vayamos a Votar!
1 comentario:
Querido Manuel: No nos hagas esto. Por lo menos a mí, que fui la penúltima en llegar al grupo de 31. Hasta ahora empiezo a disfrutarte y ya te vas. Noooooo! Reconsideralo pues aunque no te lea rigurosamente "los jueves", sé que estás ahí. Las risas que me sacaste con el encuentro con tu chiquita se han convertido en tristeza. Un abrazo y de nuevo, reconsideralo.
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