Es bien sabido que en la guerra y
en el amor todo se vale, lo que yo no sabía es que en las elecciones presidenciales
también. Porque sería escandaloso decir
que esto que estamos viviendo es una guerra, y tampoco me avengo a la idea de
considerarlo un asunto de amor. (Con perdón del candidato de la izquierda). El amor es algo sublime y bien intencionado
que debe ir dirigido a quien se ama. La guerra por su parte, es uno de los
peores inventos del hombre, que generalmente va dirigido a quien se odia. La
política en cambio, nos debe incluir a todos por igual, y por lo mismo, no
debiera acercarse a ninguno de los extremos anteriores.
En algunas ciudades de mi México.
Nos estamos preparando para hacer cambios de gobierno a nivel municipal,
estatal y federal. Por tanto las manifestaciones proselitistas están por todos
lados y a todas horas. Los coches lucen calcomanías de partidos y candidatos, los
anuncios espectaculares están llenos de modelitos sonrientes que hasta parecen
buena gente (y no me refiero a los del Palacio de Hierro), en los cruces de
avenidas más importantes se reparte publicidad a diestra y siniestra, escuchar
la radio es un martirio auditivo, hojear el periódico, ver la televisión, asomarte
a la ventana, etcétera, “Todos los caminos te llevan… a algún candidato”. Es imposible salir de tu casa con blindaje
electorero. Pareciera que los candidatos
dijeron “Cada vez que un empadronado salga a la calle, a huevo se tiene que
topar conmigo” y lo están logrando.
No tengo idea de cuánto sea la
inversión económica en campañas, pero cómo me gustaría que ese dinero fuera
invertido en reparar y embellecer nuestras ciudades que tanta falta les hace. En un semáforo veo un anuncio espectacular y
me pregunto ¿Cuáles serán las verdaderas intenciones detrás de esa blanca
sonrisa? ¿Quién lo sabe?
Veo grupos de damas, antes
apáticas a la política, ahora organizando eventos para recaudar fondos y votos a
favor de algún candidato, veo el interés de la ciudadanía en las redes sociales
apoyando a sus candidatos y exacerbando los defectos de sus contrarios, veo a
un grupo de universitarios que alzan la voz, se dejan ver y se dejan escuchar
al extremo de que los candidatos se asustan y mejor se van, veo que los
universitarios están dispuestos a escuchar propuestas pero también hambrientos
de exigir resultados y de conocer la verdad de todo aquello que les genere
sospecha.
Me gusta ver un México más
participativo, más interesado, más exigente con sus gobernantes. Me da tristeza
ver gente apática a un tema de relevancia nacional, que bajo el pretexto de que
su voto no va a cambiar el destino del país, se abstraen del proceso incluso como
ciudadanos y no participan ni siquiera como espectadores.
En cambio, me emociona ver a las
generaciones que van a votar por primera vez, como se han interesado en
conocer, evaluar, criticar, analizar y en algunos casos ¿Por qué no?, dejarse
llevar, por una u otra ideología. Eso
era lo que querían los candidatos, eso era lo que la clase política demandaba,
una sociedad participativa, democrática e interesada, pues aquí la tienen, solo
está por verse cual de todos presenta su mejor oferta.
P.D. Uno de los más graves problemas que aquejan a
nuestro país es la corrupción. Aquí le dejo una liga para ver “Hijos de la
Burocracia”, una crítica al sistema burocrático mexicano.
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