jueves, 24 de mayo de 2012

De filias y fobias políticas

Queríamos un México más participativo y democrático, pues aquí lo tenemos. La gente ya no se conforma con ir a votar o con abstenerse de hacerlo.  Ahora el pueblo se pronuncia cada vez con más fuerza y en más medios apoyando al candidato de su preferencia, y los que no acostumbraban votar porque ningún candidato les gustaba, ahora  salen a las calles  a decirle a todo mundo en contra de quién están.

Es bien sabido que en la guerra y en el amor todo se vale, lo que yo no sabía es que en las elecciones presidenciales también.  Porque sería escandaloso decir que esto que estamos viviendo es una guerra, y tampoco me avengo a la idea de considerarlo un asunto de amor. (Con perdón del candidato de la izquierda).  El amor es algo sublime y bien intencionado que debe ir dirigido a quien se ama. La guerra por su parte, es uno de los peores inventos del hombre, que generalmente va dirigido a quien se odia. La política en cambio, nos debe incluir a todos por igual, y por lo mismo, no debiera acercarse a ninguno de los extremos anteriores.

En algunas ciudades de mi México. Nos estamos preparando para hacer cambios de gobierno a nivel municipal, estatal y federal. Por tanto las manifestaciones proselitistas están por todos lados y a todas horas. Los coches lucen calcomanías de partidos y candidatos, los anuncios espectaculares están llenos de modelitos sonrientes que hasta parecen buena gente (y no me refiero a los del Palacio de Hierro), en los cruces de avenidas más importantes se reparte publicidad a diestra y siniestra, escuchar la radio es un martirio auditivo, hojear el periódico, ver la televisión, asomarte a la ventana, etcétera, “Todos los caminos te llevan… a algún candidato”.  Es imposible salir de tu casa con blindaje electorero.  Pareciera que los candidatos dijeron “Cada vez que un empadronado salga a la calle, a huevo se tiene que topar conmigo” y lo están logrando.

No tengo idea de cuánto sea la inversión económica en campañas, pero cómo me gustaría que ese dinero fuera invertido en reparar y embellecer nuestras ciudades que tanta falta les hace.  En un semáforo veo un anuncio espectacular y me pregunto ¿Cuáles serán las verdaderas intenciones detrás de esa blanca sonrisa? ¿Quién lo sabe?

Veo grupos de damas, antes apáticas a la política, ahora organizando eventos para recaudar fondos y votos a favor de algún candidato, veo el interés de la ciudadanía en las redes sociales apoyando a sus candidatos y exacerbando los defectos de sus contrarios, veo a un grupo de universitarios que alzan la voz, se dejan ver y se dejan escuchar al extremo de que los candidatos se asustan y mejor se van, veo que los universitarios están dispuestos a escuchar propuestas pero también hambrientos de exigir resultados y de conocer la verdad de todo aquello que les genere sospecha.

Me gusta ver un México más participativo, más interesado, más exigente con sus gobernantes. Me da tristeza ver gente apática a un tema de relevancia nacional, que bajo el pretexto de que su voto no va a cambiar el destino del país, se abstraen del proceso incluso como ciudadanos y no participan ni siquiera como espectadores.

En cambio, me emociona ver a las generaciones que van a votar por primera vez, como se han interesado en conocer, evaluar, criticar,  analizar  y en algunos casos ¿Por qué no?, dejarse llevar, por una u otra ideología.  Eso era lo que querían los candidatos, eso era lo que la clase política demandaba, una sociedad participativa, democrática e interesada, pues aquí la tienen, solo está por verse cual de todos presenta su mejor oferta.

P.D.  Uno de los más graves problemas que aquejan a nuestro país es la corrupción. Aquí le dejo una liga para ver “Hijos de la Burocracia”, una crítica al sistema burocrático mexicano.

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