“Domingo por la tarde, en lo alto brilla el sol…”, así comienza una entrañable canción del inolvidable Cri-Cri, y así estaba la tarde del pasado domingo cuando llegamos al centro comercial “Andares”, una verdadera delicia de arquitectura comercial donde uno puede pasear y comprar, con la diferencia de que pasear es gratis y comprar, todo lo contrario.
Varias veces hemos estado en esa plaza comercial y llamaba mi atención que en uno de los rincones más escondidos del lugar, ocupando un local debajo de las escaleras que suben a las salas de cine, se encontraba minúscula y silenciosa una sucursal de librerías “Gonvill”. Me llené de júbilo cuando vi que la librería, no sólo permanece en la plaza, sino que ahora ocupa uno de los locales más protagónicos de centro comercial. Desde el segundo piso, de lado a lado, se deja ver su nuevo letrero y su nueva fachada con un gran exhibidor que casi se sale al pasillo, la nueva librería invita a entrar y a disfrutar todo lo que ahí se exhibe.
Verla y que un hilo de baba bajara por la comisura de mis labios y fuera a parar a la cabeza de mi pequeño hijo fue una y la misma cosa. Pablo nada más dijo – ¿Está lloviendo? Y eso fue lo que me hizo cerrar la boca.
- No está lloviendo, hijo mío, pero por lo que veo creo que va a nevar. -
Obviamente eso lo dije en sentido figurado, en función de que veía a una librería a la par de cualquier tienda “de marca” como las que suelen pulular en este centro.
- Miren, hay una librería nueva.- Y como si fuera el camión de los helados, todos nos fuimos directo a verla.
La librería luce amplia, limpia y bien iluminada, te recibe un aparador embebido en un muro donde puedes ver los diez ejemplares más vendidos al momento.
Estantería y mobiliario de corte moderno y colorido exhiben libros a todas las alturas para que estén a la vista de chicos y grandes. Conforme vas entrando alcanzas a ver a mediación del lugar, una sala de estar, con cómodos sillones y mesitas de exhibición por todos lados que te invitan a dejar el ajetreo por un momento y tomar un descanso en compañía de un libro. Aquí sí se pueden ver, hojear y hasta leer, no como en los puestuchos de medio pelo donde lucen letreros que dicen “Se prohíbe hojear libros y revistas” y donde a menudo pienso -Me podrás prohibir “hojearlas”, pero no “ojearlas.-”
Pasada la sala de estar, comienza otra área de exhibición y al fondo de ésta, un árbol que llega hasta el techo y del cual cuelgan letras como si fueran frutos, alberga el área de libros y cuentos infantiles llegando así al fondo de la librería.
Que bueno es ver una sucursal de Gonvill, al lado de una tienda de Dockers, Levi's o de Guess. Que gusto me da verla instalada entre tiendotas como “Liverpool” y “El Palacio de Hierro”, con todo y su frívola frase de “Todo con exceso, nada con medida.”Bien por Gonvill, bien por los que piensan que los libros no solo deben ser parte de nuestra vida, sino que además deben ocupar un lugar importante y no estar destinados a llenar el último rincón. Ya lo dijo Juan Villoro en su libro intitulado “El libro salvaje”: “Un libro nunca es sólo un libro” o “Los libros existen para ser compartidos.”
Yo me pregunto, ¿Qué lugar ocupan los libros en nuestras casas? ¿Qué lugar ocupan los libros en nuestras vidas?
Afortunadamente y para mi beneplácito, pasamos más de una hora metidos en aquel sacrosanto lugar, donde alejados del ajetreo dominical que suele haber en un centro comercial, compartí por un momento el pensamiento de los que han trascendido los años y los siglos, y que gracias a los libros, sus ideas pueden alimentar las mías.
“Desde hace dos días me duele una idea” dice otro de los personajes de Villoro, que después comenta “Un buen lector, no es el que lee más libros, sino el que encuentra más cosas en lo que lee.”
“Desde hace dos días me duele una idea” dice otro de los personajes de Villoro, que después comenta “Un buen lector, no es el que lee más libros, sino el que encuentra más cosas en lo que lee.”
Qué importante es leer, nuestra mente se estimula, nuestro vocabulario se amplía y nuestra capacidad para pensar y para expresar nuestras ideas, se incrementa y se clarifica. Comparto mi gusto por leer con la gente que me rodea, no obstante llegó el momento en que tuvimos que partir y convoqué a mis hijos para que nos fuéramos.
Mi hija no quería irse hasta que nevara, porque tenía la ilusión de hacer angelitos en la nieve.
La convencí con un helado y partimos a casa, seguros de que volveríamos. Por lo pronto, tengo que vaciar el buró con los volúmenes que están haciendo fila esperando a ser hojeados y ojeados. Tengo tarea.
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