Dice un dicho popular que todo matrimonio suele ir muy bien hasta que los novios salen de la iglesia, ahí comienzan los primeros problemas. Cuando te comienzan a saludar y a felicitar personas que nunca has visto en tu vida. Siempre asumes que se trata de algún tío de tu pareja que no te han presentado, pero nunca falta que alguien te diga que se trata de un tío tuyo que no conocías o de algún colado en anda buscando alcohol gratis.
Aquí comienza la vida matrimonial, esa hermosa etapa en la que se forma una nueva familia únicamente con 2 personas. Aquí cada día es un descubrimiento, cada encuentro una lección. Esta etapa suele comenzar con la noche de bodas y seguir con la luna de miel. Ese esperado acontecimiento al que finalmente le llega su hora. El momento de estar solos.
La noche de bodas, es por fin el momento de estar solos como pareja. Suele ser un momento anhelado por ambos conyugues principalmente por dos motivos. En principio porque es el momento de manifestarse abiertamente su amor, sin prisa, con calma, sin pendientes ni preocupaciones, sin cargo de conciencia, sin temor de ser sorprendidos, sin sentimiento de culpa, en un lugar cómodo y apropiado y lo mejor de todo, sin tener que ir a ningún lado después. Y en segundo lugar, porque es el momento y el lugar en el que finalmente la pareja descansa después de haber concluido el proyecto de su boda, que seguramente les llevó algunos meses de preparación en los que hubo estrés, pendientes, preocupaciones, agotamiento, algo de sufrimiento, quizá molestias y hasta conflictos entre las familias por tratar de ponerse de acuerdo. Bien pues todo eso se acabó, y la agotada pareja merece un descanso.
El viaje de luna de miel, es tan relajado o intenso como la pareja lo decida, es un viaje distinto a todos los demás, aquí la pareja se va a descubrir no solo en la intimidad, sino en las actividades cotidianas y en los hábitos que tienen cada uno. Es obvio que la pareja no va a estar de acuerdo en todo, pues bien, aquí comienza el reto de saber ponerse de acuerdo.
Aquí descubrirás si tu pareja se lava los dientes o sólo se los enjuaga, si se quita la ropa y la tira al piso o la dobla y la pone en su lugar, aquí irás descubriendo hábitos que en el noviazgo eran imposibles de descubrir. Aquí podrás dar testimonio de que tu pareja (al igual que tú) se tira unos pedos como jamás lo hubieras imaginado, y también descubrirás a qué huele el baño y en qué condiciones lo deja tu amado cónyugue después de haberlo usado.
A pesar de tantas diferencias en muchas cosas, verás que son igualitos en otras, finalmente comprenderán que ni el galán era tan príncipe ni la princesa resultó tan perfecta.
Sin embargo, la luna de miel, todavía no es el día a día. Este viaje todavía se parece a unas vacaciones donde hay gente dispuesta a servirte y atenderte a cuerpo de rey. Es bueno disfrutarlo consciente de que aquello no durará para toda la vida. Una vez terminado el viaje, comienza la vida diaria, y es ahí donde se probarán mutuamente cuánto amor se tienen.
Este capítulo continuará...
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