Lo primero que debemos decir, es que estamos hablando de un grupo de gente muy numeroso.
La gente promedio, es gente común
y corriente que en promedio hace lo que debe de hacer.
¿Esto qué significa? Que si usted
es estudiante, y estudia más o menos igual que el resto de sus compañeros,
usted es un estudiante promedio. Si usted trabaja, y trabaja más o menos igual
que los demás, usted es un trabajador promedio. Si es empresario y se comporta
en términos generales igual que sus colegas, usted es un empresario promedio, y
si acaso es de los que se pasa el día en la casa siendo padre o madre de
familia y hace lo que suele hacer cotidianamente un padre o una madre de
familia, también es usted una persona promedio, como coloquialmente se dice, una
persona “del montón.”
¿Y acaso eso está mal? Por
supuesto que no, ser persona promedio no tiene nada de malo, sobre todo si sus
aspiraciones en la vida también son aspiraciones promedio, es decir, si usted
es de los que se conforma con llevar una vida promedio y tener una familia
promedio, un ingreso promedio y un estilo de vida promedio, no hay nada de qué
preocuparse, ni hay por qué ni para qué desgastarse en tratar de ser más que los
demás. Así como es y así como está, seguramente tiene y tendrá un destino promedio
y un final promedio. Y tanto sus preocupaciones y problemas, como su alegrías y
placeres, oscilarán entre lo cotidiano y lo común de lo que le ocurre a
cualquier persona promedio.
¡Ah!, pero si usted se considera
una persona con aspiraciones por encima del promedio, si acaso usted es de los
que no se conforma con ser alguien del montón, ni mucho menos con tener lo que
suelen tener las personas promedio, entonces sí que tendrá un asunto por resolver.
Aquí es donde la frustración puede aparecer en escena y mostrar su mejor peor
faceta.
Si nuestras aspiraciones son mayores
que las de una persona promedio, si nuestros sueños, anhelos, proyectos y ganas
de sacarle jugo a la vida, son superiores a las que tiene el común de la gente,
entonces sí preparémonos, y estemos convencidos de que algo diferente debemos
hacer.
Si la distancia entre nuestra
realidad actual y la realidad que nos gustaría tener es mucha; una de dos, o
nos resignamos a lo que somos y tenemos, o empezamos el viaje necesario para acortar
esa distancia y llegar a donde queremos estar. Es más fácil y mucho más cómodo conformarse
y encontrar pretextos para no hacer nada y justificarnos diciendo que la vida que
anhelamos está predestinada sólo para personas superdotadas. Pero también está
el otro camino, donde las decisiones son la llave, podemos hacer ajustes en
nuestros hábitos, en nuestras rutinas, y paulatinamente hacer cambios en
nuestra vida que nos permita caminar en la dirección de nuestras metas y
sueños.
¿Es posible? Claro que lo es, aunque
conviene precisar que el camino no es fácil, ni rápido. Si algo hemos aprendido
es que las cosas que valen la pena suelen llevar tiempo y exigen ser perseverantes
La pregunta es ¿Creemos realmente que vale la pena?
Si soy estudiante y quiero
destacar como estudiante, tengo que hacer más de lo que hace un estudiante
promedio. Si soy deportista, y quiero sobresalir entre los deportistas, el
talento no será suficiente, debo hacer más que lo que hace un deportista
promedio; entrenar más horas, practicar para mejorar mi técnica, pedir
retroalimentación al entrenador, etc. Si
soy empleado o padrón de una empresa y quiero destacar profesionalmente y
aspirar a crecer y desarrollarme más que el promedio, no hay duda, debo hacer algo
más que lo que hace un colega promedio. Aprender más, practicar más, hablar
otro idioma, desarrollar otras habilidades, o incluso mejorar mis actitudes
hacia los demás.
Ahora que si al hacer mi examen
de consciencia, me doy cuenta que no estoy haciendo lo que debería hacer y ni
siquiera estoy al nivel de una persona promedio en mis circunstancias, entonces
el caso es más serio. Habrá que descubrir qué o cuáles son los factores que me están
impidiendo tener una vida inferior al promedio. Descubrir qué es aquello que no
me permite estar donde quisiera estar, puede ser evidente a nuestros ojos, u
oculto y a la espera de descubrirse. Como quiera que sea, conviene poner empeño
en saberlo y clarificarlo, si no fuera posible por medios propios, o la ayuda
de alguien de confianza, recurrir a un profesional sería una gran decisión.
La vida es un gran regalo que
nunca sabemos cuánto va a durar, aprovecharlo o dejarlo pasar es una actitud
que depende cien por ciento de cada uno y de las decisiones que tomemos cada
día. Por una vida personal, familiar y social mejor, tomemos acciones y hablemos
del tema.
No hay comentarios:
Publicar un comentario