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Señor Lápiz, gracias por su tiempo, y por
concedernos esta entrevista.
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Con mucho gusto, gracias a ustedes, por
voltearnos a ver. Quiero decir, por
vernos con ojos renovados. Estoy un poco nervios; es la primera vez, pero emocionado.
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¿Está listo para comenzar?
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Listo, y con la punta recién afilada...
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Platíqueme, ¿Cómo es la vida de un lápiz?
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Incierta, por supuesto. Eso de no saber con
quién vamos a caer, o si vamos a andar de mano en mano; como le pasa a muchos
camaradas. Es un poco desalentador ser lápiz de un lugar público, como los de
la barra de una oficina de gobierno o estar atado a una repisa para llenar
encuestas, ahí nadie te considera propio ni valioso.
Ah pero si uno
tiene suerte, nuestra vida puede ser muy interesante, cuando caemos en las
manos correctas, dejamos todo nuestro ser en cosas que trascienden, que se
vuelven importantes.
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¿Qué es
lo que más le preocupa?
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El descuido de la gente cuando nos manipula. En
un abrir y cerrar de ojos, nos toman, nos usan y nos dejan por ahí, y en
cualquier momento quedamos arrumbados detrás de un mueble, entre los pliegues
de un sillón o en el fondo de un cajón, o revueltos entre todo tipo de plumas y
lápices de colores, de madera, crayolas y hasta plumones, nuevos, viejos y lo
peor, que nadie usa y por lo mismo que nadie echa de menos.
Ah, pero la
angustia no ocurre en ese momento, sino después, porque sabemos que cuando alguien
nos necesita; si no estamos a la mano, si no estamos en el primer lugar donde nos
busquen, nos remplazan con lo primero
que encuentran, y ahí es donde comienza el verdadero olvido.
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Debe ser una preocupación constante, me imagino,
esa posibilidad de perderse con facilidad… Y en contraste, ¿Cuál es su mayor
sueño?
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El mayor sueño de cualquiera de nosotros, es caer
en las manos de un artista. Ahí es donde uno saca todo su potencial, cuando te
dejas llevar por una mano que sabe, por alguien que te sabe mover, que sabe
explotar todo lo que llevamos dentro.
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¿Pero ese potencial del que usted habla, lo
tiene el artista o lo tiene el lápiz?
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Pues un poquito los dos, creo. Mire, si le
pregunta al artista dirá que todo es obra suya, pero pienso que para todos los
artistas, pintores o escritores, no hay nada como trabajar con una herramienta
confiable, y ahí es donde nosotros hacemos la parte que nos toca.
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¡Vaya!, ¿Y qué piensa de los niños?
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¡¿Los niños?!… ¡Bueno!...digamos que para
nosotros trabajar con niños, es como para un reportero ser corresponsal de
guerra.
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¿Tanto así?
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Claro. Mire usted, un niño te cuida y te valora durante…
más o menos un minuto, cuanto te tiene entre sus manos comienza a usarte, y en
cuanto toma confianza, se descuida y lo primero que sucede es que vamos a dar
al suelo. Si tenemos suerte va por nosotros
y al rato ya estamos de nuevo en el suelo, si no, en otro descuido nos pisa y nos
olvida. Hasta que algún adulto nos recoge… y entonces estamos a salvo durante
un tiempo. Otras veces, te usarán como
vaqueta de tambor, como instrumento punzocortante, como proyectil, como
agitador de sustancias raras (que es de las peores experiencias) y hasta como
mordedera.
Hay niños
cuidadosos, es cierto, pero son los menos. Ahora, es justo decir también la
parte emocionante. Con un niño, todas las posibilidades están ahí. En cualquier
momento puedes hacer un trazo sutil o un rayón que atraviese la hoja. De
nuestra punta, puede salir un dibujo fantástico o una figura geométrica. Somos
los acompañantes perfectos cuando aprenden a escribir; y esta experiencia es
particularmente emocionante, incluso hace que me vuelva un poco sentimental, pues
con nosotros aprenden los trazos que los acompañarán toda su vida. Digamos en
resumen, que ser propiedad de un niño es lo más emocionante, peligroso y
diverso que nos puede pasar. Creo que todo lápiz debe al menos un tiempo,
pertenecer a un niño y vivir esa experiencia, y sentir esa emoción a flor de
piel.
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Eso de
“(vivir)… al menos un tiempo”, me
interesa. ¿Cómo funciona el tiempo para los ustedes?
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Nuestra vida tiene que ver con el tiempo que
tardamos en consumirnos, digamos que en el mundo de los lápices, el tamaño sí
importa. Cuando uno es nuevo, es grande, conforme pasa el tiempo, se va uno
gastando, nos van sacando la punta y la vida se va yendo poco a poco. Cuando la
punta se gasta, nos gusta ir dejando historia. Muy diferente de cuando nos
sacan punta sólo por gusto. Es como si la vida se nos fuera sin dejar huella. Digamos
que es una pena llegar a chico y no haber hecho nada relevante.
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Eso de “Llegar a chico” sonó muy raro…
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Nosotros sentimos un gran respeto por los
lápices pequeños, su tamaño se debe a que han tenido una larga trayectoria.
Pensar que con su punta han escrito muchas palabras y realizado muchos trazos,
siempre es motivo de respeto, y en algunos casos hasta de veneración.
Caso contrario
con los que son grandes, casi nuevos, son lápices sin experiencia, que están
empezando a vivir. Han tenido pocos dueños, o ninguno quizá, y su punta se ve
todavía como nueva. Son colegas que
tienen mucho qué rayar, qué escribir y qué aprender.
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¿En qué momento se podría decir que un lápiz madura?
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Esa pregunta es muy interesante.
Por supuesto, lo
primero que uno piensa es en que debemos tener un tamaño de mediano a chico.
Señal inequívoca de que ya hay algo de experiencia para contar.
Al tamaño medio
sólo se llega por dos vías. El desgaste o por ruptura. El desgaste nos hablará
de tiempo, la ruptura sería un accidente, un momento traumático desafortunado,
que algunos experimentan cuando son todavía muy grandes, y por lo mismo
inexpertos.
Pero además del
tamaño, la madurez también tiene que ver con esa sensación de que todo el
grafito consumido, toda esa parte que fue de nosotros pero ya no es nuestra, ha
sido digamos, bien gastada. Que lo que empezó siendo una mina de grafito, se ha
vuelto parte de una hoja de papel, de un pliego de cartón, de un lienzo, de un
cuaderno, de una carta, en fin, esa sensación de ser parte de algo nuevo, es
algo muy importante para nosotros.
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¿Ha pensado en ser instrumento de un artista?
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¿De un artista?, claro. Ser el lápiz de un
artista es como el sueño ideal, utópico. Pero sabemos que las posibilidades son
remotas. Un niño siempre será más asequible, y no por ello menos emocionante.
Para los niños somos
un instrumento liberador de energía, como la llave que abre la puerta de su
potencial creativo. Además somos cómplices de su aprendizaje, de sus aciertos,
pero sobre todo de sus errores. Porque eso sí, todo mundo sabe que para
equivocarse, no hay nada mejor que un lápiz.
- Claro, ¿Qué
clase de simbiosis es la que viven el lápiz y la goma? Son como dos elementos
que viven a la vez juntos, pero separados.
- La goma, es una
parte muy importante de nosotros, es el elemento que nos da esa versatilidad de
poder equivocarnos sin dejar rastro, de poder escribir historias con la ventaja
de poder ir dejando huellas o no hacerlo. Es el “ser o no ser”. Un lápiz sin
goma es un absurdo.
Pero ya me estoy
poniendo filosófico y para ello es mejor cualquier pluma. Lo nuestro es el
pragmatismo la vida sencilla, así que mejor le cuento que por décadas ha
existido un debate, sobre la absurda desproporción entre el tamaño de la mina y
el tamaño de la goma. Hay quien piensa que si el lápiz es el instrumento ideal
para cometer errores, la goma debiera ser más grande. Bueno, para qué le cuento
más, es una discusión sin fin.
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¿Y qué me dice de su experiencia con el
sacapuntas?
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¡Ay, bueno!, no pensé que fuéramos a hablar de
eso… esta entrevista ya está entrando al terreno de lo privado. ¡¿Qué le puedo
decir?! no hay nada mejor que una buen sacapuntas preciso y afilado, de esos
que nos dejan la punta larga y fina, y un cono perfecto hasta la orilla de la
madera. Uf, es como recibir un masaje,
termina uno… como si se hubiera bañado y perfumado… y ya por favor no me vaya a
preguntar sobre los dispositivos eléctricos porque eso es algo que va más allá
de mi control emocional…
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¿Cómo, pero por qué? Ahora me platica, si son
muy prácticos.
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Pues por eso, supongo. Bueno, cuando uno está
cansado de tanto trabajar, con la punta chata y adolorido por la presión con la
que nos sujetan. Que nos metan en una de esas máquinas de placer y desenfreno…
es… bueno como un éxtasis.
Un sistema de
rotación y corte preciso y perfecto, balanceado y nivelado por todas partes,
con una presión constante, uniforme y vibrante. Bueno, es paradójico, uno sabe que
la vida se le está yendo a cada vuelta pero cuando estamos dentro, lo último
que queremos es que aquello termine.
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Nunca me lo hubiera imaginado. O sea que de las navajas y cuchillos ni
hablamos…
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No, por favor, las navajas, cuchillos, tijeras, son
una salvajada, una mutilación despiadada. No sé quién les dijo que estamos
hechos para eso. Ni que fuéramos una punta de flecha, por favor.
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Pues una disculpa, si alguna vez… a falta de
sacapuntas…
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Ni lo diga, que a algunos camaradas los han
querido afilar a pura fricción contra la banqueta, ¿se imagina?… terrible. Y
luego porqué se parte nuestra mina.
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Claro, debe ser difícil vivir así.
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Cuando alguno de nosotros cae al suelo de una
altura considerable, o es arrojado con violencia, el final siempre es el mismo.
Se nos quiebra la mina en múltiples partes, aunque por fuera no lo parezca. Es
un dolor inmenso, y no físico, no me malinterprete. Es un tema emocional que nos
condena a vivir con esa condición para siempre. Sabemos que no representa una
limitación y que podemos seguir haciendo grandes cosas, pero se convierte en
una marca que nos acompañará el resto de nuestra vida.
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Me imagino, ¿Y qué opina de su pariente el
bicolor?
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Bueno, no quisiera entrar en temas de tipo
familiar, no me gusta ser indiscreto. La verdad es que no está pasando por su
mejor momento.
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¿Qué le sucede?
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A pesar de nuestro parecido, nuestra relación jamás
ha sido muy cercana. El bicolor siempre ha tenido un ego muy grande. Claro por
su doble punta, usted sabe… siempre con su clásico dicho: “A mí, por donde me
agarren….” Y bueno, los han hecho creer que ellos jamás se equivocan; (como
carecen de goma), hazlos entender… Lo más insoportable, es que lejos de
aceptarlo, todavía nos dicen que su especialidad es señalar los errores de los
demás. La verdad es que terminan por ser
bastante pedantes. Coloridos, pero pedantes.
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¿Y por qué dices que no están pasando por un
buen momento?
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Han entrado en una etapa depresiva, muy larga y
muy triste.
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¿Depresiva?, ¿triste?, ¿Pero por qué?
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Pues… desde que inventaron el marcatextos… para
ellos ya nada volvió a ser igual. ¿Te imaginas? Se sintieron desplazados. Y
aquellos con ese brillo que parece que se encienden, de todos los anchos y
colores.
La vida no ha vuelto
a ser la misma para ellos. Nada más dime ¿Quién
tiene ahorita un bicolor en su casa u oficina?, la verdad es que los
marcatextos llegaron y los barrieron. Acabaron siendo como los parientes
venidos a menos… no lo han podido superar.
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¿Pues no lo había pensado, pero creo que tienes
razón? ¿Y no les pasó a ustedes lo mismo cuando se inventaron los lapiceros y
portaminas?
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No, para nada. Claro que hay gente que los usa y
los llevan consigo, pero aun ellos, siempre tienen cerca un lápiz, por si las
dudas, supongo.
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Para mí ha sido un placer entrevistarlo.
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El placer fue todo mío. Una experiencia más para
contar.
1 comentario:
Genial Manuel!!
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