Con frecuencia escucho: “El Sentido común es el menos común de los sentidos.” Y me pregunto: ¿No será que a veces, esperamos demasiado del sentido común?
Según mi “sentido común” (Porque sería absurdo recurrir a
fuentes oficiales para definirlo), el “sentido común”, es una forma de pensar,
decir o actuar frecuente en una sociedad determinada y se manifiesta en
comportamientos razonablemente predecibles ante ciertas circunstancias.
Es decir, que si llueve por sentido común nos protegemos de
la lluvia, si caminamos a pleno sol, buscaremos una sombra, si nos aproximamos
a un precipicio o barranco, lo haremos
con cierto cuidado, o si tenemos una olla de agua hirviendo, nadie en su sano
juicio metería la mano. Digamos que nuestros conocimientos y experiencias nos
inducen a actuar a todos de una forma más o menos similar.
La educación, los valores y el desempeño laboral, son otra
cosa…
Llegar a un lugar y saludar, o despedirse antes de retirarse,
no es un acto de sentido común, es un acto de educación. Dar las gracias, o
pedir las cosas “por favor”, tampoco son actos de sentido común. Lo mismo que devolver lo prestado, pagar
deudas o hacerse responsable de lo ajeno mientras esté bajo nuestro cuidado…, o ceder el asiento, ceder el paso a otra
persona, etc. Nada de esto, tiene que ver con el sentido común.
Valores como el agradecimiento, el perdón, la compasión, la
comprensión, por mencionar algunos, o acciones como pedir u ofrecer un favor, tampoco
son actos de sentido común. Vivir aquellos valores que nos permitan una
convivencia social más estable y armónica, deben ser actos conscientes que se
enseñan y se aprenden. Nadie demos por hecho, que tratar a las personas con respeto, es un
acto que se aprende solo. Y no se trata de querer ser como Chabelo, “Amigo de
todos los niños”, se trata de que aprendamos a tratarnos con urbanidad para
llevar una vida socialmente en paz.
No podemos esperar que alguien aprenda a ser agradecido, si
no se le ensaña a serlo, mucho menos a sentir compasión o a ser empático con
los demás. Ya no hablemos de ayudar al
prójimo de forma desinteresada, pues eso ya casi se considera un acto heroico.
En el ámbito laboral pasa algo similar, ser puntual, cumplido
y profesional en tu trabajo, no es cuestión de sentido común. Aunque obviamente
es deseable, y sería estupendo que todos lo fuéramos, hay gente que no lo es.
Estas buenas prácticas, suelen representar a quienes tienen un verdadero sentido
de negocio, y saben que sus acciones influyen en su desempeño, en la forma como
sus clientes lo perciben y seguramente en sus resultados.
Sobre el tema del auto desarrollo, de querer superarse
constantemente y ser mejores cada día, ni hablamos, esas son actitudes que se
aprenden, se entrenan y se desarrollan hasta que se vuelven hábitos. La gente
común podrá decir que aspira a eso, pero hay una brecha inmensa entre decirlo y
hacerlo. Lo mismo si hablamos de tener conocimientos técnicos de administración,
finanzas, ingeniería, o licenciatura, son parte de un acervo técnico y
profesional que se esperaría de cualquiera que haya estudiado y ejerza alguna
profesión, pero dar por hecho que por
tener un título y algo de experiencia, vamos a actuar como profesionales por
“sentido común”, es un error.
La vida es como una larga carrera con muchas metas
intermedias, un camino de constantes
desafíos que pone a prueba nuestras capacidades de muy distintas formas. Actuar
con sentido común, ayuda, pero no es suficiente. Conocer nuestros alcances y
nuestros límites, nos debe sensibilizar para saber qué cosas nos faltan por
aprender y en qué momentos conviene pedir ayuda.
Esperar que otros actúen por “sentido común” como yo lo haría, puede
llevarnos a duras decepciones. Mejor invirtamos tiempo en enseñar y en aprender
lo que nos falta, para cada vez ser menos dependientes del sentido común, y más
de los conocimientos, habilidades y actitudes que hemos desarrollado de forma
consciente. Dejar toda la responsabilidad al sentido común, es una forma cómoda
de evadir otras responsabilidades, un “sin sentido”, para justificar la
permanencia en nuestra zona de confort.
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