¿Es usted de los que se prepara cuando va a presentar un examen, o de los que llegan esperando que sea de opción múltiple, para aplicar el mantra: “Ave María dame puntería”?
Se lo pregunto porque el virus que nos ronda, es como un examen de salud, donde es mejor llegar preparados.
Mi hijo me vio entrar de la calle sudado y jadeando cuando regresaba de hacer ejercicio y con su peculiar encanto de puberto, me saludó con un: “Guácala”
- Aprende, - le dije - Me estoy preparando para cuando me dé coronavirus.
- ¡¿QUÉ! ¡¿TE VA A DAR?! – Me increpó visiblemente preocupado y pelando sus grandes ojos.
- No lo sé, pero si me da, espero que me haga los mandados.
- ¡¿QUÉ! ¡¿TE VA A DAR?! – Me increpó visiblemente preocupado y pelando sus grandes ojos.
- No lo sé, pero si me da, espero que me haga los mandados.
Se ha dicho hasta el cansancio, que el virus es altamente transmisible aunque escasamente letal, y si bien lo primero preocupa, lo segundo tranquiliza un poco. También sabemos que la mayoría de los enfermos, transitan con pocos síntomas o incluso sin ellos, y sólo en algunos casos la enfermedad se agrava y puede tener consecuencias fatales, pero aun así, ¿A quién le gusta jugar a la ruleta rusa?
Quizá ninguno queramos contagiarnos, pero reconozcamos que a pesar de las precauciones, el riesgo existe. Así que repasemos algunos temas antes del examen.
Si me llego a contagiar:
¿Estoy preparado mentalmente para aceptarlo sin entrar en pánico, y asumir mi contagio con responsabilidad?
¿Puedo aislarme en mi casa, para tratar de no infectar a otras personas que puedan ser más vulnerable que yo?
¿Tengo a la mano el teléfono de algún médico para que me asesor en caso de tener síntomas?
¿Cuento con alguien de confianza para que me ayude con mis responsabilidades personales, familiares o laborales durante el tiempo que esté enfermo?
¿He hablado de esta posibilidad con alguien?
¿En mi trabajo o mi empresa, tengo algún plan para que las cosas sigan caminando aunque yo no esté ahí?
¿He cuidado mi saludo en los últimos años, como para enfrentar a este enemigo, de la mejor manera posible?
¿Tengo ahorros como para cubrir la enfermedad o alguna otra contingencia?
¿Tengo mis documentos importantes en regla, como para que alguien pueda hacerse cargo de ellos en mi ausencia?
¿Sabe alguien más, si tengo dinero guardado en el banco o en algún lado y cómo disponer de él en caso necesario?
¿Tengo algún seguro de vida o gastos médicos?
¿Tengo testamento?
¿Tengo algún tema pendiente, o guardo algún secreto que deba comentar con alguien?
A pesar de las provisiones que uno pueda tener, quizá nunca se está lo bastante preparado como para dejar este mundo. Pero no se trata de ser fatalista, sino de pensar de forma responsable.
Ahora bien, si leyendo las preguntas anteriores, se dio cuenta de que tiene algún pendiente por resolver, resuélvalo. Aproveche que está sano, consciente y viviendo un compás de espera forzado por las circunstancias.
Si algo tenemos seguro en la vida, es la certeza de que algún día nos enfrentaremos con la muerte. No conviene hacer desidia en los asuntos fundamentales. No conviene heredar problemas ni dejar asuntos sin resolver. Platicar de estos temas con alguien de confianza nos eliminará una carga adicional en caso de enfermarnos, y si por desgracia algo así ocurre, podremos utilizar lo que nos quede de fuerza física y mental para recuperar la salud, sabiendo que las cosas que pudimos prever, las previmos adecuadamente. Digamos que es llevar a la práctica, un principio de planeación que funciona para todo: “Espere lo mejor, pero prepárese para lo peor”.
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