En varios países hay científicos tratando de inventar la vacuna contra el coronavirus. Bien por ellos, pero no los pienso esperar sentado y creo que es mejor que nadie lo haga. Ellos ya están en lo suyo, y mientras terminan su tarea, nosotros deberíamos hacer nuestra parte.
Si el virus representa un problema de salud, combatámoslo con acciones y hábitos que ayuden a mejorar nuestra salud, de esta forma estaremos ayudando de forma preventiva con acciones que, quizá nos cuesten tiempo, dinero y esfuerzo, pero no son imposibles ni inalcanzables.
Esperar pasivamente a que la solución venga de fuera, es como atenernos a que el problema lo resuelva otro y nos lo traiga cuando esté listo, y pareciera que no entendemos que una buena parte de la solución sí depende de nosotros.
Trabajemos con lo que tenemos a la mano y seamos responsables de lo que sí nos toca. Aquí algunas ideas:
Si los contagios están relacionados con nuestra exposición hacia los demás, evitemos lo más posible los contactos o hagámoslo de forma inteligente. Muchos infectados no tienen síntomas, pero aun así contagian, y nadie garantiza que el nuevo contagiado vaya a ser asintomático. Eso significa que quizá tú o yo estemos contagiados y podemos contagiar a alguien más, así que seamos responsables y mantengamos la distancia o usemos accesorios para cuidarnos.
Alimentémonos sanamente, la buena alimentación fortalece nuestro sistema inmunológico así que hagamos lo posible por consumir comida saludable y que haya sido preparada de forma responsable.
Hagamos ejercicio, mantengamos nuestro cuerpo en movimiento. Como dice Sabina en una de sus canciones “…cada cual a su forma y a su modo.” No hay recetas generales, lo único general es que a todos nos conviene hacerlo. No es necesario ser deportista, ni mucho menos un atleta de alto rendimiento, sólo se requiere ser consciente de la situación, querer hacerlo y un poco de disciplina.
Durmamos bien, y bien significa cantidad y calidad, dormir poco o dormir mal afecta nuestra salud, así que procuremos buenos hábitos también para dormir y descansar.
Verifiquemos el tiempo de exposición de nuestros ojos sobre dispositivos y pantallas, la calidad de contenidos que vemos y escuchamos y cuánto de todo eso nos nutre o nos afecta.
Procuremos la convivencia real con los que están presentes, es importante saber qué pasa con cada miembro de la casa, qué cosas podemos hacer juntos, qué hace cada uno cuando se separa o se aísla en su cuarto, qué piensan, cómo se sienten. No vayamos a cometer el error de estar más pendientes de lo que ocurre afuera, que de lo que pasa dentro de nuestras casas.
Provoquemos la convivencia virtual, llamadas a los amigos, a familiares, a los que viven en otras ciudades, los enlaces por videoconferencia o las llamadas telefónicas, los correos electrónicos, la interacción más allá del meme, del chiste y de la broma. Demostremos el verdadero interés de saber cómo la está pasando la gente que nos importa.
Los fumadores, y quienes padecen alguna enfermedad que los vuelva más vulnerables, deberán quizá hacer un esfuerzo mayor, y tratar de sobrellevar con mucha responsabilidad su estilo de vida, lo ideal en estos momentos sería no exponerse ni exponer a su gente más cercana.
Si orar o meditar, nos hace sentir bien, hagámoslo, pero no dejemos de hacer también lo otro. La sensación de bienestar es un rompecabezas de varias piezas y hay que procurar juntarlas todas.
Actualmente, conocer las medidas de prevención está al alcance de todos, ser conscientes de su importancia y ponerlas en práctica depende de cada uno y del rol que queramos jugar en nuestras familias. Es momento de adaptarnos a la nueva normalidad, es y será la nueva realidad en la que tenemos que aprender a vivir.
Yo celebro que los científicos estén trabajando en la vacuna contra el enemigo y deseo que lo logren cuanto antes. Mientras tanto, haré lo que esté a mi alcance para combatirlo de manera personal. No sé si lo lograré, pero me sentiré más satisfecho de saber que intenté convertirme en un problema menos para sistema médico de mi ciudad.