¿No sientes que a veces
necesitas tiempo para ti mismo?, ¿No sientes que en ocasiones el trabajo y la
familia acaban con tu tiempo?, ¿Que cuando finalmente ya todos se han ido,
quedas tan exhausto que lo único que quieres es dormir?
A mí sí me ha pasado, y por momentos me estresaba no poder encontrar
tiempo para mí mismo. Estaba tan inmerso en mi trabajo y dedicándole a mi
familia el tiempo que me sobraba del trabajo, que sentía que los días pasaban y nunca me
daba tiempo para mí. Tiempo para hacer
mis cosas personales, es decir, las cosas que me gustan a mí. Yo formo parte de
esa generación a la que alguien tuvo la simpleza de llamar despectivamente
“Equis”, y muchos contemporáneos estarán
de acuerdo en que cuando éramos niños hacíamos lo que nuestros padres decían y
ahora que somos adultos nuestros hijos quieren que hagamos lo que ellos dice,
total que si nos descuidamos se nos va la vida y pareciera que lo único que
hemos hecho en tantos años ha sido aprender a obedecer.
Pero no, tampoco es así de dramático.
La realidad es que casi siempre
hago lo que nos gusta, porque lo que más me gusta es estar con mi familia y
cumplir con mi trabajo. Lo que sucede es que por momentos el agobio llega a ser
tanto, que uno añora tener un rato de soledad o de reposo para recargar
baterías como “en aquellos tiempos”, cuando el trabajo era poco o nulo y la
familia actual todavía no existía.
Si bien, siempre debe uno darse
tiempo para todo, no siempre es tiempo de poder hacerlo todo, pues ciertas
circunstancias personales o familiares cambian. Pero lo que si conviene hacer,
es saber administrar nuestro tiempo, para poder hacer lo que nos gusta, sin
demérito del tiempo que debemos dedicarle a los demás. Si a mí me gusta
practicar algún deporte, al respecto
puedo escoger entre tres opciones: practicarlo solo, dejar de practicarlo por falta
de tiempo, o inculcar a mi familia el gusto por dicha actividad. Así que más me
conviene inculcar a mis hijos el gusto por aquello que a mí me gusta, es decir que con ese ejemplo, podemos convivir
en familia y practicar ese deporte que tanto me gusta al mismo tiempo.
Algo similar ocurre con quienes
tenemos afición por la lectura. Para poder hacerlo requerimos tiempo y que nuestros
hijos también aprendan a leer. Es decir,
generalmente leer ya saben, pero más nos conviene enseñarlos a que lean por
placer, para que juntos disfrutemos de esta actividad, y de todo lo que ello
conlleva, como entablar una buena conversación, hacer visitas cotidianas a las
librerías, o dedicarle toda una tarde a pasearnos por una feria de libros.
Tiempo para nosotros mismos… es
el que le dedicamos a hacer las cosas que nos gustan, pero nadie dijo que había
que hacerlas solos. Por lo tanto, no debemos pensar que las cosas que nos
gustan son ajenas a las que podemos hacer con nuestra familia, con el equipo de
trabajo o con los amigos. Así que por qué no clasificar “las cosas que nos
gustan” en grandes grupos, las que puedo hacer con mi familia, las que me gustan
y puedo o me conviene hacer con mis
compañeros de trabajo y las que me gusta hacer con mis amigos.
Ahora bien, siempre habrá cosas
que nos gusta hacer solos, y está muy
bien que así sea, pues siempre son reconfortantes los momentos de soledad, ya
que abren un espacio a la reflexión y un momento al silencio que nos permitirá
escuchar la voz de nuestra conciencia a la que pocas veces dejamos hablar. Procuremos
esos momentos de soledad y aceptemos que tan importante es tenerlos, como
permitir que las personas a nuestro alrededor también los tengan.