- - Papá,
¿Esta noche, es la noche que voy a crecer más de todo el año? – me sorprendió
con esta pregunta cuando nos preparábamos para dormir en la víspera de su cumpleaños
número nueve.
- - Supongo que sí, hijo - le contesté sorprendido por su inocencia que
por momentos tiendo a olvidar.
- - ¿O sea que mañana voy a ser más alto de lo que
soy ahora? – insistió asombrado.
- - Seguro que sí, ¿Quieres que hagamos una prueba?...
Así le dije y asintió con una
gran sonrisa.
- - Vamos a marcar tu estatura en este mueble y
mañana la revisamos nuevamente a ver cuánto creciste durante la noche, ¿Cómo
ves?
Sus ojos no podían de emoción. Así
que lo llevé hasta el mueble y le pedí que se pusiera de espaldas, hice una escuadra sobre su cabeza con la
ayuda de un libro y alterando un poco la
medida, marqué una pequeña línea un par de centímetros por debajo de su estatura
real, teniendo el cuidado de que él no lo notara.
- - Mañana cuando despiertes, volvemos a medirte y
vamos a ver cuánto has crecido en una sola noche, ¿sale?
Mi pequeño hijo se fue a dormir
con una gran ilusión pensando en cómo su cuerpo trabajaría mientras él
descansaba. Desde ese momento me podía
imaginar su cara de sorpresa al siguiente día, al descubrir cómo había crecido cerca de dos centímetros
en una sola noche.
Me pidió que le acompañara a leer en su pequeño libro, y así lo hicimos por un rato. Si bien es
cierto que a los 9 años, los niños ya saben leer, considero conveniente
enseñarles además a disfrutar de las lecturas y a emocionarse con ellas.
Acabamos el capítulo y le pedí
que se durmiera. Le di un beso y sin
darme tiempo a salir de su recámara me dijo:
- - ¿Te acuestas un ratito conmigo?
Asentí mientras veía sus grandes
ojos. Me recosté a su lado pensando -
¿Con qué podré pagarte tanto cariño…?
Me quité los lentes y los dejé
sobre el buró, acción que mi hijo sabe
interpretar como una verdadera disposición a descansar y a dormir en serio.
Me dijo “buenas noches” y se
aferró a mi brazo como advirtiéndome que si intentaba escapar lo notaría enseguida. Lo tranquilicé diciéndole quedito que no me iría a ningún
lado… quizá pensó que sólo hablaba de aquella noche. Es todavía pequeño para entender que aquellas
palabras, abarcan toda mi vida.
Me dispuse a dormir, no sin antes
pensar en el compromiso que como padre tengo con él. Que privilegio y que bella
forma de corresponder a su confianza, a su cariño y a esa fe desmesurada me
muestra cada día y lo hace creer en mí.
Feliz cumpleaños, querido Pablo (enero
2017).