viernes, 12 de febrero de 2016

Visita de Doctor…

El Papa Francisco llega a México envuelto de una gran expectativa.  La visita del hombre que le ha dado una nueva cara a la iglesia católica me renueva algunas esperanzas  y al mismo tiempo me invita a reflexionar en la forma como lo vamos a recibir los mexicanos.  

Quisiera  pensar  que estamos más  interesados en lo que el Papa nos pueda dejar, que en aquello que nosotros como pueblo le vamos a dar. Es decir, ojalá que estemos abiertos a  escuchar sus mensajes y aprender de su ejemplo. Sería una oportunidad perdida,  ignorar a un emisario de ese tamaño  que trae un  mensaje para nosotros, después de haber demostrado  ser  el reformador que es.

Los mexicanos solemos ser muy generosos con nuestros visitantes, nos gusta recibirlos con alegoría y ser espléndidos; a veces incluso más allá de nuestras posibilidades.  Nos gusta que las visitas se lleven una buena impresión cuando vienen a la casa. Sin embargo, no se puede ni se debe tapar la verdad.  Estoy seguro de que a pesar de los esfuerzos por mostrar nuestra mejor cara, habrá en el ambiente síntomas evidentes de un pueblo convaleciente que no ha terminado de recuperarse.

Por eso celebro la visita del Papa Francisco a nuestro país, tan congruente y oportuna  como la visita que hace un médico a un paciente cuando está enfermo, y no cuando está sano.  Tan necesaria como para que alguien de tan lejos,  tenga que venir a recordarnos los maravillosos que podemos ser los seres humanos cuando actuamos de forma pacífica y misericordiosa. 

¿Qué me gustaría escuchar del Papa?

Que hiciera un llamado a fortalecer la fe de los mexicanos,  y que nos enseñe a encausar la fe a través del amor y del servicio a los demás, y se deje de ver como un medio para expiar culpas mediante actos de sufrimiento, dolor o flagelación.

También que hiciera un llamado a la razón,  pensando en aquellas personas que no se mueven bajo el efecto de la fe,  para que también a ellos llegue su mensaje con la fuerza de quien se ha convertido en el líder de una iglesia incluyente,  con un nuevo rostro que no excluye ni condena a nadie en forma definitiva.  

¿Y qué esperaría del pueblo mexicano?

Que abramos nuestra mente a escuchar a una persona que ha tenido el arrojo de auditar al banco del  Vaticano, y que ha reconocido que a Dios se puede llegar a través de varios caminos distintos, y que por lo tanto, las diversas religiones del mundo pueden convivir en perfecta armonía.  

Que la soberbia no nos haga pensar que un hombre que ha sido capaz de reformar a la iglesia en pro de las familias,  y que ha sido intercesor de conflictos internacionales en la búsqueda de la convivencia pacífica, no tiene nada qué decirnos o nada que enseñarnos.

Que reflexionemos sobre la importancia de alimentar y ejercitar nuestro cuerpo, nuestra mente y nuestro espíritu, que seamos conscientes de que al ser hombres somos frágiles y por ello estamos expuestos a sufrir quebrantos en las tres dimensiones de nuestro ser.

Que por ningún motivo, vayamos a pensar que con la visita del Papa se van a solucionar milagrosamente los conflictos que aquejan a nuestro país, sería infantil suponer que el paciente se alivia con tan sólo recibir la visita del médico.  A nosotros nos corresponde escuchar con atención, seguir sus recomendaciones  y tomar nuestra medicina.

La visita del Papa fue muy esperada y hay una gran expectativa al respecto, sería interesante saber qué expectativa  tiene el Papa del pueblo de México, él sabe que a los mexicanos nos mueve muchísimo la fe, pero también que nos encanta el relajo. Sería una pena que nos dejemos llevar por la pasión desbordada y dejemos pasar esta oportunidad como para sacar de ella algo más profundo y más serio.


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