FIL GUADALAJARA
Eran las 10 am cuando llegamos a
la Feria Internacional del Libro (FIL) en la Expo Guadalajara. Viajamos en
familia más de 200 km para estar ahí. A esa hora la cantidad de gente era
todavía moderada; entre los pasillos de la exposición todavía se alcanzaba a
ver la alfombra del piso.
Rondábamos por los corredores
entre miles de volúmenes, y nos deteníamos donde considerábamos que había
libros apropiados para nuestros hijos.
La FIL es un todo un
acontecimiento para unos, una
trivialidad para otros, e incluso una molestia para unos cuantos más; por los conflictos viales que provoca en sus
alrededores. Cada quién le da a este evento, la dimensión en la medida de su
propio interés.
A mi me gusta la FIL, y me interesa despertar en mis hijos el amor por
este tipo de exposiciones, por la lectura, por la cultura, por la historia y
por el arte en general. La FIL, lo junta todo, y convoca a miles de personas
que comparten esta misma pasión. Me hace muy feliz ver a mis hijos emocionados
ante una portada que llama su atención. Sé que en el proceso de la paternidad
soy susceptible a cometer muchos errores, pero también sé que si logro
inculcarles el gusto por la lectura y el amor por el conocimiento, les habré
heredado algo útil y valioso que podrá compensar otras faltas.
Caminamos hasta que se fue haciendo
tarde, y el recinto se llenó de gente. Ya era difícil seguir viendo la alfombra
en los pasillos. Las ofertas de última hora comenzaron a aparecer y
aprovechamos para hacer las últimas adquisiciones. Rendidos de tanto caminar, y
con la mochila llena de tomos, nos fuimos acercando a la salida. Tenía la
esperanza de encontrarme al escritor Juan Villoro, para decirle cuánto admiro
su forma de escribir. No lo conseguí.
Cuando supe que Villoro sería el
homenajeado con el premio nacional de periodismo cultural “Fernando Benítez” en
el marco de la feria, me alegré por el reconocimiento al trabajo de un escritor
que tanto he disfrutado.
Lo primero que leí de Villoro fue
“El Libro Salvaje” una entretenida novela que forma parte de la colección “18
para los 18”. Tanto me cautivó, que
cuando terminé de leerla, fui a la librería del fondo de cultura económica en
Guadalajara y compré todos los ejemplares existentes con el ánimo de
regalarlos. No quería que ningún lector se perdiera esta obra.
Cuando salimos del recinto, la
fila para la taquilla abarcaba toda la
cuadra. Salimos contentos, llenos de libros y llenos de alegría. Así salgo cada
año... por eso me gusta volver.
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