Texto para “Sabineros”, sólo coleccionistas…
de buenas historias.
Se apagaron las luces y el
público jubiloso gritó de la emoción. Cuando Sabina apareció en el escenario la
gente lo ovacionó de pie mientras algunos le gritaban “Bravo, Poeta”, “Bravo,
Maestro”. Todos reconocimos con aplausos y una sonrisa, al hombre del sombrero,
al hombre del traje gris, a quien ha
escrito y contado historias que muchos quisimos haber vivido.
Ahí estábamos todos. Todos con él
y él con todas sus historias, que desde hace tiempo son también historias nuestras. Apenas se podía creer, pero ahí estábamos
todos junto a la Magdalena y los peces
de la ciudad, junto a la rubia platino, y a todas las chicas que sueñan con ser
una chica Almodóvar, junto a cientos de rosas con espinas y a una
tal calle Melancolía.
No lo creerán quienes duden de la
fantasía, pero hasta Chabela Vargas
estuvo ahí, y todos fuimos y venimos por
su Boulevard de Sueños Rotos, mientras Joaquín nos contaba lo que Chabela le
dijo un día: - Joaquín, tú y yo somos iguales en dos cosas: Siempre hemos sido
muy borrachos, y siempre hemos sido muy mujeriegos.
También entre los presentes estaba
el enamorado (detrás de nosotros) que no dejaba de decirle a su novia: - escucha
esa letra que está fregona…. (y luego se la cantaba al oído). También estaban las chicas a mi lado, que no sé
a que fueron porque no dejaron de hablar en todo el concierto, y por último, la
chica borracha en el otro costado, que no dejó de cantar, o más bien de gritar cada
canción. Eso si, un par de cosas me dejó
muy claras: Que efectivamente se sabía todas las canciones y que ella también
quería ser una chica Almodóvar (yo al verla de perfil, con ese modelito de
nariz estilo Cyrano de Bergerac, pensé: - no te falta mucho, chula).
Yo hubiera preferido escuchar más
a Sabina y menos a la vecina, pero como no se puede ser afortunado en todo, me
conformé escuchando lo que podía. El concierto transcurría normalmente y justo
cuando entró en escena la tortuga y el tipo que no fue a ninguna parte…saltó al
escenario la chica que intentó robarle un beso al artista y casi lo tumba de la
silla: - Me gustan los amores desenfrenados, - Le dijo Joaquín - pero por
favor, dejadme cantar…
Como lo dije antes lo repito
ahora, en la cita del viernes pasado cupimos todos, estuvimos todos, también los
que cuentan los días hasta el 19 y las
noches hasta el 500 sin poder olvidar lo inolvidable, y estaban también los 7
crisantemos, y el gato sin dueño, y el mes
de abril, y por supuesto, la chica de
las medias negras y los que esperan a la orilla de la chimenea.
La noche fue cayendo con toda su
negrura y el tiempo fue pasando, y claro, nos dieron las 10 y las 11 y las 12… pero
a nadie nos importó el desvelo, pues todos estábamos con él y por él.
Aunque a decir verdad, estábamos
todos menos uno. Quizá nadie lo echó de menos, pero faltaba el sol, pues se
metió a la cuna del mar a roncar… y
todos pensamos: - Bueno, peor para él.
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