No conozco a ningún candidato a la
presidencia de la república. Digo que no los conozco, porque verlos en los
medios y escucharlos en campaña, no es conocerlos de verdad. Los veo, los escucho, trato de entenderlos y ver con quienes hacen equipo. Con algunos
encuentro afinidades, con otros discrepo. Sé que están en campaña y coqueteando con sus
mejores galas físicas, emocionales e intelectuales.
Los medios (hasta los que se
dicen serios) por momentos pierden objetividad, los burócratas y militantes de partidos; “Amigos
todos”; están tan desacreditados, que cuesta trabajo creerles hasta cuando
dicen la verdad. La sociedad civil oscila de la discreción al apasionamiento,
la información falsa o tendenciosa, supera por mucho a la que sirve para hacer
juicios de verdad. Eso sí, la gracia de los memes y el ingenio del pueblo mexicano es insuperable.
Con este entorno y faltando poco
tiempo para las elecciones, me siento como quien hace un viaje por carretera y
a medio desierto encuentra un restaurante como única opción para comer. Al
entrar descubres que el menú no tiene lo que a ti te hubiera gustado, pero aun
así, debemos elegir algo que nos permita continuar nuestro viaje lo mejor posible.
Aunque el menú me brinda cuatro
opciones, sólo me concentro en dos.
La opción uno: José Antonio
Meade, quizá el de mejor experiencia para el cargo, opacado por una lápida que lleva a
cuestas, que a diferencia del Pípila, lejos de protegerlo le impide avanzar. Me
hubiera gustado verlo y escucharlo siendo autocrítico de los gobiernos donde él
participó, y crítico objetivo de los partidos que lo postulan, con eso habría
sido mejor candidato.
Y la opción dos: Ricardo Anaya, a
quien veo como un joven ambicioso, hábil, actualizado, tenaz y capaz de hacer cosas
que otros no se han atrevido. Con una historia por aclarar, donde hasta ahora, su
disposición a rendir cuentas ante las instituciones (también de dudosa
parcialidad) lo ha mantenido en la lucha, haciendo alianza con partidos de
izquierda y de derecha.
Votar en secreto es un derecho
pero no una obligación. En esta elección mi voto no será secreto, será para Ricardo
Anaya. La razón es más poderosa que el
posible enojo, y el presente más fuerte que el pasado.
Si estás de acuerdo conmigo te
invito a manifestarlo, si discrepas y apoyas a alguien más por verdadera
convicción, te felicito por defender tu voto como yo defiendo el mío.
Si te han impuesto alguna forma
de pensar, quizá te falte información o libertad de pensamiento.
Si no puedes externar tu preferencia
real por evitar un conflicto o por temor represalias, lo entiendo y lo respeto, pero quizá
te falta libertad de expresión.
Comamos en paz para poder seguir
nuestro viaje, el camino y el destino dependerá
más de nosotros que de los demás, y si el platillo no nos nutre, al menos esperemos
que no nos haga daño.
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