Aeropuerto de Monterrey, sala de abordaje.
Estoy leyendo y esperando el momento del abordaje, sin prisa, pues
falta más de media hora.
Veo llegar a un joven con paso acelerado, se ve nervioso, como
buscando algo muy importante.
Sus ojos buscan, escruta las paredes, otea cada rincón. No puede
creerlo, le resulta inverosímil pensar que un aeropuerto como este, carezca de
algo tan esencial.
Continua sin rendirse, ahora se ve más desesperado, no lo logra, su
rostro refleja el nerviosismo. Se detiene, regresa unos pasos, gira en su propio eje, se asoma por debajo de
las bancas, alza la vista y en lo que pareciera lontananza… uf, hace contacto visual con su objetivo, lo
encuentra y no lo puede creer… el alivio parece estar llegando.
El único contacto eléctrico en toda la sala ha sido localizado, lo
tiene al alcance de su vista, y lo más increíble, está disponible y pareciera
que esperándolo.
Se dirige caminando lo más rápido que puede, digamos a toda velocidad
pero sin trotar, mientras avanza, con movimiento mecanizado hurga en su
bolsillo mientras calcula el tiempo y la distancia a su objetivo. A punto de
llegar, extrae un dispositivo y un cable que conecta por un extremo a su
teléfono y justo cuando está a unos metros con clavija en mano, se prepara,
apunta, llega y en un acto de penetración certero contra el despreocupado
enchufe, lo embiste hasta el fondo como si en aquello se le fuera la vida.
Su rostro de éxtasis me hace pensar que casi eyacula del gusto.
El alivio le llega en forma de sudor, transpira más de lo aceptable,
se abanica con el pase de abordar que lleva en la otra mano y después deja
salir un suspiro, una respiración profunda y finalmente una exhalación prolongada.
Como contemplando su hazaña, relajado busca el indicador en su pantalla
esperando vanagloriarse de su hallazgo. Sin poderlo comprender, ocurre lo
inesperado, el fatídico desenlace… el pinche
contacto no funciona, no lo puede creer, el corazón se le acelera de pronto y
yo, que lo he observado todo este momento a una distancia prudente, siento que el desvanecimiento está por llegar.
Pienso que se pueda tratar de una emergencia, para lo cual estaría
encantado de prestarle mi teléfono, pero quizá no se trata de eso, pues el
desmayo nunca llega, así que supongo que pueda ser un adicto jugador a punto de
lograr un nuevo nivel de Clash Royale o Candy Crush.
De pronto, parece que el viajero no puede esperar más y decide cambiar
de sala de abordaje, a una que si tenga enchufes.
Estaba por regresar a mi lectura pensando en aquel pasajero cuando veo
que la historia se repite… como en la película “El Día de la Marmota” veo
llegar a otro joven con paso acelerado, se ve nervioso, como buscando algo muy
importante…
No sé si regresar a mi lectura, prestarle una pila, avisarle de una
vez que no hay más enchufes a la vista y que el único que hay no funciona, y ofrecerle
terapia de escucha mientras abordamos, o ponerme a escribir la anécdota para
compartirla con ustedes.
Con palabras muy presidenciales, aquí les pregunto: “¿Qué hubieran
hecho ustedes?”
No hay comentarios:
Publicar un comentario