No me gusta el término
“Facilitador” cuando se usa para referirse a un maestro, instructor o
entrenador de un grupo de personas.
Me estorba el término, porque se
auto define como alguien capaz de hacer que lo difícil se vuelva fácil… eso
podrá estar bien en algunos ámbitos, pero no creo que al hablar de educación sea
algo que nadie deba ofrecer ni mucho menos otros debamos esperar.
A mí me gustaría que los maestros
de mis hijos, hicieran lo humanamente posible por enseñarles todo lo que deben
aprender, que pudieran ser su compañía en todo el proceso de aprendizaje; no
importa cuánto tiempo les lleve ni qué tengan que hacer para lograrlo, pero sin
facilitarles nada. Es decir, que me gustaría pensar que un maestro es un
acompañante a lo largo de todo el camino, pero no un facilitador, pues no
esperaría, ni mucho menos exigiría que el proceso de aprender fuera fácil.
Podrá ser desafiante, interesante, cansado, por ocasiones tedioso, algunas
veces incluso divertido, pero no fácil.
Todo proceso de educación o
capacitación, supone que el alumno adquiera conocimientos y/o desarrolle habilidades
que aumenten su competitividad. Muchas veces serán conocimientos o habilidades
nuevas, y quizá algunas veces sólo se trate de recordar o reaprender algo por
segunda vez. En cualquier caso, presupone un proceso de aprendizaje,
entrenamiento y práctica. ¿De dónde sale la cándida idea de que aquello tiene
que ser fácil, si todo proceso de aprendizaje implica esfuerzo y disciplina?
Es cierto que a veces la suerte,
la fe, o quizá hasta el universo pareciera que conspiran en nuestro favor y nos
benefician de manera inexplicable, habría que aprovechar esas oportunidades. A mí
la vida me ha enseñado que es mejor creer en nuestro propio potencial,
transformarlo en trabajo con dedicación y disciplina, y enfocarlo en aquello
que se queremos lograr.
Yo estaré más agradecido con los
maestros de mis hijos, si fungieran más como guías y compañeros en su proceso
de aprendizaje que como facilitadores de todo aquello que les represente un
reto, me encantaría que fueran ellos quienes los lleven a poner en práctica el
inspirador pensamiento del General Venezolano Francisco de Miranda, quien nos dejó
como parte de su legado que el tamaño de nuestro éxito, será del tamaño de nuestro
esfuerzo.