El carácter es eso que tenemos
los seres humanos, que no sabemos dónde empieza, ni dónde acaba, pero que se
vuelve especialmente notorio cuando nos falta o cuando lo sacamos en dosis
excesivas.
En ocasiones decimos ¡Qué buen
carácter tiene, fulano!; refiriéndonos a alguien que acabamos de conocer,
cuando lo único que hicimos fue pasar un rato con una persona que nos hizo
sentir bien. Tampoco es muy justo acusar de “mal carácter”, a quien por algún
motivo vemos “haciendo un pancho” envuelto en cólera, ya que tampoco sabemos
(como decía mi abuela) la cruz que viene cargando, o qué lo ha llevado a reaccionar
de tal manera ante esa situación.
El comportamiento del ser humano
es completamente impredecible. Esta bendita condición de libertad de la que
muchos gozamos, nos permite ser buenos o malos como el que más, lo mismo generosos que avaros, compasivos que crueles,
y tan solidarios como individualistas según sea nuestro libre proceder.
¿Quién puede decir que conoce el
carácter de otra persona con apenas conocerla, si muchas veces no somos
conscientes ni siquiera del nuestro?, porque el carácter es algo que cambia con
el tiempo, que se modifica. Se moldea en el mejor de los casos, o se forja de
golpe ante una situación determinada.
Ahora bien, tener buen carácter
cuando la mar está en calma, ¿Qué chiste tiene?, tener buen carácter con los
demás en un ambiente de cordialidad no es una prueba de fuego, ni siquiera un
desafío mediano, es apenas elemental educación.
Buen carácter tampoco implica estar siempre de buen humor. Buen carácter significa que somos capaces de comportarnos
y responder con justicia, temple y serenidad y agregaría que hasta optimismo
ante las circunstancias que la vida nos presenta.
Un buen carácter se demuestra en
las buenas y en las malas, en los momentos de tensión y en las fiestas, en la
tempestad y en el sarao, y preferentemente con todas las personas por igual,
para evitar ser candil de unos y oscuridad de otros. Digamos que lo mejor de
nuestro carácter, es ese intangible que hace que los demás valoren nuestra
compañía, por tener la capacidad de saber estar acorde a la ocasión sin perder
el control.
¿Cómo se manifiesta la falta de
carácter? Acaso con debilidad que nos hace rendirnos antes de intentarlo, acaso
con miedo que nos hace huir de lo que nos causa escozor, o con gritos de
desesperación ante aquello que nos asusta y que da como resultado más tensión
en el ambiente.
¿Y cómo se manifiesta el exceso
de carácter? ¿En verdad existe el exceso de carácter?, ¿O qué es eso que surge
de nosotros, que hace que la gente diga “Es una persona de mucho carácter”?, ¿No
será como decir que es una persona con un carácter de la pésimo?, ¿O que se trata de una persona con un carácter
tan débil que no es capaz ni de controlarse a sí mismo?
A mí me gusta pensar en el
carácter como una herramienta interna de la que puedo echar mano en cada
momento del día, útil tanto en la soledad como en la interacción con los demás.
Una fuerza interior que nos ayuda a mantener el control ante cualquier
situación, que nos permite pensar con lucidez y tomar decisiones razonadas y no
emocionales, o como aquello que nos aflora en forma de disciplina y nos levanta
cuando nuestro cuerpo y nuestra mente piden un descanso.
Qué difícil resulta el
autodominio, qué complejo es mantener la serenidad cuando las cosas no van
bien. Ahí es donde se suele poner a prueba nuestro carácter. Sin embargo que
esperanzador resulta saber que una parte de nosotros siempre podrá ser mejor y
que la vida cada día nos seguirá poniendo retos para seguirlo trabajando, de
nosotros depende querer hacerlo e
intentarlo siempre será un buen principio.